Opinión

El futuro es construcción

miércoles, 20 de mayo de 2020 · 20:24

Twitter: @AGuerreroMonroy

En estos tiempos de desasosiego como consecuencia de un “evento raro” -en frecuencia, estadística y fenomenología- como lo es el Covid-19, estamos obligados a reflexionar sobre algunos aspectos como el daño que la humanidad ha hecho al planeta (todos los días vemos imágenes de mares más azules, cielos más limpios y de animales que reclaman su hábitat) así como de nuestro compromiso para no desatender el cambio climático, que resultará más dañino y amenazará en mayor medida nuestra supervivencia.

De igual manera, para los que nos dedicamos al análisis de los asuntos internacionales nos resulta imperioso considerar el reajuste que la pandemia producirá en el contexto internacional, particularmente en lo relativo a los efectos en el proceso de globalización y de cooperación internacional.

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Las nutridas protestas que hemos visto en las calles -desde Chile en nuestra región hasta Hong Kong en Asía, entre otros- nos transmiten que la globalización ha sido incapaz de contener las demandas sociales. Por otra parte, con la llegada del coronavirus, pudimos observar un mayor nacionalismo y proteccionismo en la Unión Europea, que a pesar de su ejemplar proceso de integración y solidaridad conjunta, decidieron cerrar fronteras en un esfuerzo por contener el letal virus “dejando Schengen al desnudo”. Lo mismo sucedió en América Latina y en los más de 3 mil kilómetros de frontera que comparte México con Estados Unidos.

En esta enfermedad global abundó un “sálvese el que pueda” entre los países del orbe.

A partir de ello, se evidencia que la globalización es frágil y sensible a choques externos y que dentro de un orden, emerge un desorden en un mundo más azaroso y confuso. En esta dispersión de poder, “nuestra casa” se encuentra sin nadie a cargo y la cooperación global para contener la pandemia es insuficiente. Se atisba un clima creciente de tensión diplomática y disputa por la hegemonía en la transformación tecnológica entre Estados Unidos y China mientras que las instituciones multilaterales ejecutan esfuerzos extraordinarios por contener una crisis que acarrea un miedo que ha contagiado a la economía, afectando el consumo, contraído el comercio -local y global-, destruido empleos, cerrado fronteras y que ha cimbrado los cimientos de la cooperación internacional.

No todo el horizonte se entrevé sombrío y eclipsado

A pesar de que los “eventos raros” son cada vez más frecuentes y más extremos, la pandemia que hoy arremete contra la humanidad puede generar mayor conciencia de vulnerabilidad común. La cooperación es imperativa, pero ¿cómo se va a construir? No debemos olvidar que el ambicioso Protocolo de Kioto derivó en un desamparado Acuerdo de París en donde no predomine el interés global frente a la amenaza creciente del cambio climático.

El orden global está en crisis y aún nos encontramos en el recuento de los daños por un enemigo viral del que aún desconocemos por completo su comportamiento y más aún, ignoramos si va a mutar y si tendremos alguna vacuna en breve.

Por lo pronto, corresponde replantear las opciones de cooperación internacional así como trazar el itinerario y los urgentes mecanismos de reactivación económica regional y global. El mundo debe continuar siendo multilateral porque la historia nos ha revelado que la fragmentación nos lleva a escenarios catastróficos. Nos encontramos situados en un punto de bifurcación en el destino de la humanidad. Este proceso implica que los líderes mundiales tengan altura de miras, como la tuvieron quienes hicieron frente a sucesos como la Segunda Guerra Mundial. El éxito dependerá también de la voluntad transformadora de cada uno de nosotros porque, como bien dijo Paul Valéry, “el futuro es construcción”.

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