La pobreza ha sido y es el negocio de los políticos latinoamericanos

miércoles, 24 de julio de 2019 · 08:10
Twitter: @juanenadira Cada día estoy más y más convencido que el problema de nuestro continente, entre ellos, la falta de desarrollo de nuestras naciones se debe al negocio que ha sido la pobreza para los políticos y algunos empresarios que viven y han vivido de las cuotas de poder obtenidas a lo largo y ancho de la región. En cada país del continente que he podido visitar, por trabajo en su mayoría, me tomo el tiempo de conversar con la gente de a pie, con el que hace largas filas para tomar el bus y se despierta bien temprano por las mañanas para comenzar una jornada que en muchas ocasiones acaba muy tarde y recibe poco por ello. Mis conversaciones han sido de lo más variopintas, cada una es una historia diferente. En su mayoría predomina la risa y el buen sentir, pero en todas se repiten algunos elementos. “Este país es único, aquí nada cambiará, la gente solo vota por el que más le regala”, “Una bolsa de comida XXX USD y ese le regala su voto a cualquiera”, “Este gobierno no sale ahora ya verás cuando regalen dinero como todos vuelven a votar por ellos” y como estos un sinfín de comentarios similares, con palabras diferentes en países distintos. [caption id="attachment_63008" align="aligncenter" width="596"] Fuente: infobae.com[/caption] Primero que nada, lo que más me ha sorprendido es como cada persona, en cada país que escucho esto, asume como cierto que solo pasa en su país. Todos están convencidos que en el resto de la región este comportamiento no se da y solo en sus metros cuadrados de realidad es que se perfecciona. Sin embargo, tras largas horas de vuelo, profundos momentos de reflexión e incluso el trabajo con varios de quienes han sido promotores de la conducta.
Mi conclusión es simple, la pobreza es el negocio de los políticos.
Si nos detenemos a pensar, el político necesita de una sociedad pobre y con carencias para poder sacar rédito a todo lo que regalan. El político necesita de la miseria de la sociedad para tener garantizado un capital humano que le permita tener la certeza de conquistar la siguiente contienda electoral. Muchos han sido los que se han preguntado: ¿y por qué este país no puede dejar la pobreza atrás? La respuesta es más simple aún, el político necesita al pobre y así tiene que mantener para lograr obtener su objetivo. Lo más irónico de todo esto, es que aquel que día a día se hunde más en la miseria y la pobreza, es el que con más fuerza cree que su única salvación está en la fe ciega en aquel que lo esta llevando a esa situación y que a su vez no le conviene ni le interesa sacarlos de ahí. Es triste ver como las izquierdas latinoamericanas que en su mayoría tenían como convicción de acabar con la división de clases y luchar por el que menos oportunidades tenía y en ellos descubrieron el mejor negocio del populismo. Sin embargo, en su gran mayoría lograron su objetivo principal, reducir la división de clases anexando más personas a la pobreza y así aumentando sus clientes a quienes convencerían de dar su voto a cambio de “una bolsa de comida”. Así lo dirían muchos ciudadanos en la región. En mi perspectiva, el voto se los está dando a esta clase no a cambio de una bolsa de comida o un monto en dinero, se lo están dando a cambio de seguir viviendo en la pobreza y condenando a sus hijos a nacer crecer y morir pobres.
Ese es el negocio del político, hacer y mantener a la mayor cantidad de ciudadanos posible pobres.
Cada día me convenzo más que la única forma de acabar con estas prácticas inhumanas que han invadido a las derechas e izquierdas de la región es quitar el incentivo de permitir que aquellos que son capaces de ser influenciados por estos regalos, puedan tomar decisiones en cuanto a quien deberá dirigir el país. Solo en ese momento, para el político la pobreza dejará de ser negocio y el servidor público deberá luchar para que cada vez menos ciudadanos reciban incentivos, por ende estén en condiciones de vida mejores y por ello el capital político de ellos aumente no desde la generación de pobres sino desde la generación de desarrollo y calidad de vida, es decir, el famoso bien común.

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