Opinión

No solo es COVID-19

martes, 19 de mayo de 2020 · 21:02

Twitter: @YessUrbina

La pandemia del COVID-19 ha dejado al descubierto diversidad de crisis hasta en el sector que menos imaginábamos, pero especialmente en el de salud. Ya sabíamos que había desabasto de medicamentos, fuera por los intermediarios para obtenerlos o por cualquier otro motivo, pero no estaban llegando a quiénes más los necesitaban y se perdieron vidas en medio de esta lucha que hasta ahora no está muy clara.

Con la reconversión de hospitales que atienden solo COVID-19, la saturación en el sector salud se hizo aún más evidente y ha sido denunciada por diversos grupos que arriesgan su vida todos los días para contener una crisis que parece rebasarnos y para la que, al parecer, tampoco contamos con los insumos materiales suficientes para hacerle frente. Pero, ¿qué pasa con las demás enfermedades?

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Si bien, se logró un convenio con hospitales privados para fortalecer la capacidad de atención e instituciones médicas para la ciudadanía mediante una canalización organizada que buscara no interrumpir la atención y garantizar la mayor seguridad posible a los pacientes, esto sigue dejando cabos sueltos que enfrentan a miles de pacientes enfermos crónicos desprotegidos.

Me tocó vivirlo en carne propia con mi padre. Señor de avanzada edad, con tratamiento por diabetes desde hace más de 15 años, derechohabiente del ISSSTE. Desde que la contingencia comenzó, dejó de recibir la totalidad de sus medicamentos debido al desabasto, le recomendaron que lo comprara por fuera. ¿Y se preguntaron si el paciente estaba en condiciones económicas de absorber un gasto fuerte de un medicamente en medio de una pandemia que ha traído consigo una terrible crisis económica? ¿Qué pasa con los medicamentos y tratamientos que realmente son de vital importancia? ¿Simplemente no hay y que se vayan a su suerte? ¿Y las consultas médicas que se están cancelando o posponiendo? ¿Qué pasa con el seguimiento de pacientes con enfermedades crónicas?

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Prosigo, claro que no todo es malo. La salud de mi padre empeoró y llamé al 911 donde me ayudaron a canalizar mi solicitud de atención al municipio donde residimos para enviar una unidad que pudiera valorarlo. No tardaron más de cinco minutos en llamarme de la Unidad de Emergencias y en realizar un diagnóstico telefónico realizado por un médico, advirtiendo que si venía una ambulancia e identificaban síntomas de COVID-19 pudiendo no ser el padecimiento, poco se podría hacer y el remedio sería peor al exponerlo a un lugar donde sí hay gente infectada. En ambas instancias nos recomendaron asistir a un médico particular para evitar riesgos, y, claro, es la recomendación más lógica ante el panorama que enfrentamos. Pero una vez más cuestiono, ¿qué pasa con la gente que no tiene los recursos para asistir a un médico particular? ¿Qué no hay más opciones para brindar atención ante situaciones delicadas de salud? ¿No hay un mecanismo efectivo del hospital que pueda orientarte o canalizarte a una clínica donde puedan atenderte sin que corras riesgo de contagio? 

Porque obviamente la primera llamada que hice fue a la instancia de donde somos derechohabientes, donde la canalización fue pésima, nadie te atiende a menos que seas paciente con síntomas de COVID-19 o estés a punto del infarto, en la clínica correspondiente tampoco nadie contestó y la opción que quedaba era directamente asistir al hospital donde nos han atendido en urgencias en diversas ocasiones, con la situación de que se reporta sin disponibilidad al solo atender COVID-19. En conclusión: era asistir a un médico particular o exponernos a que viniera la ambulancia y no supiéramos qué iba a pasar aún sin tener síntomas de contagio.

Ahora más que nunca, somos menos los que disponemos de capacidad para asistir a un médico particular y comprar medicamentos para atender una situación extraordinaria de salud que no involucre una infección por el virus al que tanto tememos y tantas vidas ha arrebatado. Parece que el sector salud sigue sin dimensionar el tamaño del problema que enfrenta, peor aun cuando se trata de pacientes que ya formaban parte de grupos vulnerables y que ahora no obtienen sus tratamientos completos y sus condiciones no les permiten acceder a ellos de otras formas.

Afortunadamente lo de mi padre pudo contenerse y el seguimiento del 911 y las autoridades municipales fue muy bueno, pero pienso en las diversas quejas por padecimiento crónicos que necesitan diálisis, transfusiones de sangre, quimioterapias, insulina y un sinfín de recursos para poder sobrevivir en medio de una pandemia y que no están siendo solventados ni se les ofrece otra opción. Esta pandemia sigue desenmascarando las consecuencias de un sistema fallido y desigual que cobra vidas todos los días. ¿Hasta cuándo va a resolverse, cuántas vidas más tienen que perderse? Que no se nos olvide que las personas más afectadas son aquellas a las que el gobierno dice tener como prioridad.

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