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Querido amigo macho:
Me he topado con muchas de tus publicaciones en redes sociales sobre el movimiento feminista. He tratado de responderte, pero eres una especie que aparentemente se reproduce por esporas y yo tengo muy poco tiempo para andar de Sísifo, así que espero que algún día llegues a esta página para encontrar las respuestas a algunos de estos temas que te inquietan. Tendrá que ser un esfuerzo recurrente, pero en algún lado tenemos que empezar. Aquí vamos.
Dices:

Las víctimas nunca tienen la culpa de que alguien las agreda.
Una pensaría que esto no se tiene que explicar más allá, pero por si las dudas, te comento:
Es fácil, más para los hombres, pensar que si no quieres estar en una situación, basta decir “no quiero” para salir de ella. Primer error. Eso se llama privilegio. Las mujeres violentadas (no maltratadas) generalmente viven en entornos que dificultan 1. Darse cuenta de que esas conductas violentas no son normales, 2. Tomar decisiones como agentes independientes (por falta de recursos, o limitantes educativas, sociales o familiares), y 3. Superar el miedo no sólo a las amenazas y las acciones violentas, sino las reacciones violentas que podrían surgir si ella manifiesta rechazo o trata de abandonar al abusador.
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Señalas que has defendido a mujeres maltratadas (en plural). Eres un caso atípico, porque la mayoría de las personas que recurren a “esa experiencia” nunca son las que defienden a la víctima, sino gente que “conoce a alguien” que trató de defender a una víctima y se rehusó a aceptar ayuda. Es una especie de leyenda urbana. Asumiendo que efectivamente tú eres el “héroe cero”, me gustaría hacerte unas preguntas: ¿Tu galantería fue más allá de jalonearla u ofrecer “madrear” su agresor? (porque eres muy macho) ¿Le ofreciste detener al agresor para que ella tuviera tiempo de ir por sus cosas y huir de su casa para que no la volviera a encontrar y tuviera que enfrentar las consecuencias de tu “acto de valentía”? ¿Le ofreciste trabajo, techo o asesoría legal? ¿Puedes garantizar que podría quedarse fuera de su casa, en muchos casos con todo e hijas o hijos, para que su agresor no la encuentre y la someta a represalias por aceptar tu benevolente apoyo?
Seguramente tu respuesta instintiva será: “¿Y yo por qué tendría que hacer eso? Para eso están las autoridades”. Y ese es el problema. Las autoridades no están, aunque velar por nuestra seguridad es su responsabilidad. Por eso marchamos. Por eso paramos.
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¿Has pensado que quizás las mujeres regresan al maltratador porque es menos peligroso que esperar a que el maltratador regrese a ellas? En muchísimos de los casos de feminicidio en el país, las víctimas hicieron denuncias de amenazas o maltratos previos, y se toparon con autoridades indolentes que no sólo no les ofrecieron ningún tipo de protección, sino que refrendaron su idea de que no tienen forma de salir de esa situación de violencia. Algunas “tienen suerte” y su agresor no las mata al enterarse de la denuncia, pero seguro les quitan las ganas de repetir la osadía.
Rematas con un comentario que me parece dice más de ti, que de las mujeres “que conoces”. ¿Existen mujeres “manipuladoras, chantajistas y hasta violentas”? Sí. ¿Sólo las mujeres “manipuladoras, chantajistas y hasta violentas” son agredidas? No. ¿Esas conductas justifican la violencia? No. ¿Las conductas de esas mujeres deberían afectar nuestra empatía por todas las mujeres? No. ¿Viene al caso tu argumento? No.
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Tu comentario, querido amigo macho, es un excelente ejemplo de cómo el patriarcado está muy arraigado en nosotros, y cuesta trabajo siquiera darte cuenta de que tu primer instinto al “aportar” a la discusión, es culpar a las mujeres por el maltrato que sufren.