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En México muchas cosas están mal o requieren protocolizarse. El actuar de los medios de comunicación nacionales para cubrir crímenes de género urge.

Lo que sucedió con la narración del cruel feminicidio de la pequeña Fátima, cuya vida fue arrebatada a sus escasos siete años, es inaceptable para quienes ejercen el periodismo en México.

Azucena Uresti, titular de algunos de los espacios radiofónicos y televisivos de noticias con más alta audiencia en el país, dedicó buena parte de ellos a entrevistar a Irma “N”, la tía del feminicida de Fátima y quien entregó a la pareja de delincuentes a las autoridades.

Además de revelar su identidad, que debería estar protegida ante las posibles represalias que pudiera tener el haber entregado a dos de los prófugos más buscados del país en los últimos días, la periodista se empeñó en que se revelaran los más mórbidos detalles de la muerte de una niña. No se tendrían por qué haber sabido, no forman parte de lo noticioso del caso.

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Con la falta de sensibilidad al interior de las redacciones, cuyo objetivo principal es el de ser lo primeros en ‘llevar la nota’ y ganarse esos jugosos clicks, fueron decenas los medios de comunicación que repitieron las declaraciones de la señora Irma.

Se nutrió el morbo nacional y se dejó de lado el respeto a la víctima, una menor que no merecía morir en las circunstancias en las que fue asesinada.

Diversas teorías de análisis del periodismo indican que este oficio y el ciclo informativo tienen como objetivo el ser el ‘perro guardián’ del Estado; aquella entidad ‘omnipresente’ que balancea y cuestiona al poder cuando es necesario. ‘El paladín de la esfera pública’, aseguran algunos.

Sn embargo, el periodismo en México lleva años en decadencia. Salarios precarios, fuertes presiones del área comercial y los golpes gubernamentales han llevado a que las líneas editoriales pierdan cualquier línea de respeto y se avoquen a contar los detalles más crueles de una historia, esos que no contribuyen a la formación del ejercicio público

El periodismo debe de dejar el formato ‘tabloide’ y reformularse su objetivo. La labor no es alimentar la curiosidad malsana de la sociedad a cambio de ventas y clics sino el de informar con objetividad, precisión y perspectiva.

Qué falta hace en las redacciones la figura de Editora de Género. Eso sería estar un paso adelante.