Esta boda fue falsa, pero la fiesta fue real
Buenos Aires— Durante la noche de un sábado en Buenos Aires, cientos de invitados se presentaron a lo que pudo haber sido la boda de la temporada. La novia y el novio estaban muy bien ataviados, al igual que los testigos, la familia y los amigos.
Sin embargo, el altar era un escenario. Las preguntas del sacerdote a la pareja no fueron exactamente lo que uno escucharía en una iglesia. Los anillos de boda eran inflables, el pastel era de plástico y la Biblia tenía un tamaño enorme. Todo tenía un aire de burla.
No se trataba de una boda común y corriente. De hecho, era una boda falsa y una muy buena excusa para celebrar una fiesta.
En caso de que quedaran dudas cuando la pareja (representada por actores contratados) dejó el escenario, brillaron luces de colores, el DJ inició la música a todo volumen y se anunció a los invitados que pagaron: “La boda es falsa, pero la fiesta es real”.
“El propósito de la boda falsa es transmitir alegría y diversión, además de vivir los momentos felices relacionados con el amor sin tener que caer en el ritual tradicional de lo que es un matrimonio”, explicó Nacho Bottinelli, de 30 años, uno de los organizadores.
Bottinelli dijo que a él y otros amigos se les ocurrió la idea hace cuatro años, mientras vivían en La Plata, una ciudad al sur de la capital.
Las bodas verdaderas han estado en declive en Buenos Aires —ahora se realizan menos de la mitad de las que se celebraban hace unos veinte años—, pues las parejas simplemente se van a vivir juntas o esperan más tiempo para casarse.
Cuando lo hacen, no necesariamente quieren una ceremonia tradicional en la iglesia. En 2014, una encuesta de Pew Research encontró que solo el 20 por ciento de los argentinos asisten a la iglesia con frecuencia, una de las cifras más bajas de la región.
No obstante, a los argentinos les siguen encantando las bodas.
Bottinelli y sus amigos se cansaron de esperar a que alguien de su círculo de amigos se casara para poder celebrar. “¿Qué tal si hacemos una boda falsa?”, recuerda que se preguntaron.
Un grupo de amigos se detuvo en una cabina para tomarse una foto de recuerdo. Credit Mauricio Lima para The New York Times
La boda falsa habla de la paradoja social de un país que sigue siendo tradicional y abrumadoramente católico en cuanto a su cultura, aunque la tasa de divorcios ronda el 50 por ciento y las uniones civiles ya se aceptan.
La parodia es tanto un guiño a la tradición como una forma de subversión. También se ha convertido en un negocio próspero. Los eventos tienen tanto éxito que Bottinelli y sus amigos ahora los escenifican en Buenos Aires alrededor de una vez al mes, y a veces más.
Hace poco los llevaron de gira a otras ciudades argentinas importantes, así como a Uruguay, y tienen planes de expandirse pronto a Chile, México y Estados Unidos.
En los eventos, explicó Bottinelli, pueden conservar o desechar lo que quieran de una boda típica. No es de sorprender que mantengan las partes divertidas.
Durante el curso de la noche, que se extiende hasta las seis de la mañana, hubo dos ensayos de boda y dos ceremonias de boda, cada una con divertidos intercambios de votos falsos. Los actores que eran la novia y el novio en la primera boda se convirtieron en los testigos de la segunda y viceversa.
Tras bambalinas, los actores cambiaron de papel y se les maquilló y peinó; pusieron atención especial en Verónica Pacenza, de 26 años, quien actuó como la abuela del novio.
Horas antes de la ceremonia, los actores ensayaron en el escenario. Credit Mauricio Lima para The New York Times
Pronto los invitados —cada uno pagó cerca de 35 dólares para asistir— comenzaron a llegar. Algunos se tomaron fotos de recuerdo en una cabina inflable cerca de la entrada. Luego se dirigieron a la barra abierta.
La ceremonia en sí es corta y coqueta, para que los invitados se pongan a tono con la fiesta. El espectáculo incluye a dos bandas y un DJ.
Stegmayer y Montini llegando a la ceremonia de su boda falsa. El intercambio de votos no fue exactamente lo que uno escucharía en la iglesia. Credit Mauricio Lima para The New York Times
El ritual de ponerle un liguero a la novia también adquiere un giro especial, con diez mujeres solteras y diez hombres solteros de entre los asistentes a quienes se invita a intentarlo también.
¿Y qué fiesta de boda estaría completa sin que la novia (en este caso, la actriz Laura Montini, de 35 años) lance el ramo?
Una pequeña multitud se acercó. Una mujer eufórica lo atrapó, lo que significa que podría ser la siguiente en casarse.