Qué hacer si el sexo duele

domingo, 6 de mayo de 2018 · 21:49

Un mito relativamente común sostiene que el pene puede ser demasiado grande. Como especialista, puedo garantizar que, por lo general, no lo es.

De vez en cuando, recibo consultas de alguna amiga que se pregunta si su pareja potencial puede ser demasiado grande. Uno de los beneficios de tener como amigos a ginecólogos y obstetras es que puedes preguntarles lo que sea y te darán respuestas bien informadas.

Yo les recuerdo que la vagina se ha adaptado con precisión durante cientos de miles de años de evolución para estirarse. Si estás interesada y el caballero es una elección segura —en el aspecto personal y médico— entonces saca el lubricante y pásala de maravilla. Si te lastima, detente y llámame, no de inmediato, pero quizá al día siguiente.

Tampoco es inusual que gente que apenas conozco me hable de los tamaños del pene. En una ocasión, salí a cenar con mi futuro exmarido y algunas personas que nunca había visto antes. Cuando se presentó la oportunidad, la mujer volteó hacia mí cuando yo estaba a punto de comer un bocado de pasta y dijo: “No podemos tener relaciones sexuales. Su pene es demasiado grande”.

Fue uno de esos momentos como en las películas en los que el disco de vinil deja de reproducir abruptamente y se congela la imagen, porque casi podía asegurar que este hombre no habría perdido su oportunidad de participar en la industria pornográfica. Si ambos querían creer que era enorme, genial. Pero lo cierto es que muy probablemente el tamaño no era el problema; lo más seguro era que padeciera de una enfermedad conocida como dispareunia.

“¿Sientes como si él estuviera golpeando una pared?”, pregunté.

Los dos me miraron como si fuese psíquica. No lo soy. Las mujeres que sienten dolor a causa de los tampones o el sexo, debido a que la vagina se siente demasiado angosta o pequeña, casi siempre padecen una enfermedad llamada vaginismo. Esto significa que los músculos del piso pélvico que rodean la vagina están inusualmente tensos. Por lo general, estos músculos se relajan con estimulación sexual y luego se contraen rítmicamente con el orgasmo. Cuando están tensos pueden ocasionar dolor durante las relaciones sexuales, un problema de ajuste o incluso dificultad para alcanzar el orgasmo o dolor al lograrlo. En ocasiones el dolor puede empeorar luego de la actividad sexual.

Esta mujer que conocí muy brevemente no es muy distinta de las pacientes que he atendido durante 25 años. Presenta dolor durante las relaciones sexuales y se lo ha informado a múltiples médicos pero nunca le han ofrecido un tratamiento, además tampoco le han dado un diagnóstico. La mejor medicina moderna la ha abandonado con su mitología de internet —y ni siquiera se trata de una mitología vaginal, ¡sino de una mitología del pene!—. Esto me enfurece.

El dolor durante el sexo es común; aproximadamente el 75 por ciento de las mujeres lo han experimentado. Para muchas, la molestia es intermitente y las causas de este dolor pasajero pueden ser una estimulación previa inadecuada, la lactancia (que reduce el nivel de estrógenos) e infecciones, entre otras.

El dolor que es más persistente afecta del 7 al 22 por ciento de las mujeres, y hasta el 45 por ciento de las mujeres menopáusicas y el 60 por ciento de las sobrevivientes de cáncer reportan dolor durante las relaciones sexuales. El dolor durante el sexo se encuentra en el mismo nivel de prevalencia que la migraña y el dolor en la espalda baja; sin embargo, es muy poco estudiado y casi no se habla al respecto. La cantidad de artículos publicados en PubMed, un motor de búsqueda de literatura científica, es de 3 mil 694 para la dispareunia, mientras que los artículos acerca de la disfunción eréctil, un tipo de problema sexual masculino, es de 19 mil 796.

El espasmo muscular (el diagnóstico que ofrecí durante la cena) es uno de los diagnósticos más comunes, pero otras de las causas son la neuralgia, problemas cutáneos, bajos niveles de estrógenos y endometriosis. Existen factores psicológicos, pero eso no significa que el dolor solo está en tu mente. Jamás.

Si hay dolor durante las relaciones sexuales, muchas mujeres comienzan a anticiparse al dolor, lo cual incrementa la respuesta a este y reduce la lubricación y la libido. Si cada vez que te ofrezco el mejor chocolate del mundo te golpeo con un martillo durante la primera mordida, pronto aprenderás a temerle al chocolate. También es probable que te retires de forma instintiva al percibir el olor a chocolate o cuando me veas entrar en la habitación, y que pierdas por completo el gusto por este. Para algunas mujeres, el trauma sexual también puede ser un factor y comenzar un ciclo de dolor.

Ya es suficientemente complicado anteponer los hechos a las falacias en la medicina, pero en el caso de las relaciones sexuales hay varias capas más. Mucha gente recibe una educación sexual deficiente y no aprende cómo hablar acerca del sexo. Cuando le pregunto a una mujer si ha conversado sobre su dolor o sus necesidades sexuales con su pareja, no es inusual que escuche: “No puedo”. El hecho de que incontables médicos no se sientan cómodos hablando de sexo solo agrava los problemas.

También hay otras soluciones:

Atiende el aspecto sexual, tratar el dolor durante el sexo requiere atender los aspectos físicos, asegurarse de que la técnica es apropiada, hablar de las consecuencias emocionales y, por supuesto, no descuidar la relación. Si eres sumamente infeliz, es posible que no recibas la estimulación sexual necesaria o no logres tener una respuesta sexual adecuada. Ninguna terapia médica puede compensar el hecho de que no te guste tu pareja.

El lubricante puede ayudar a las mujeres que padecen dolor durante las relaciones sexuales, y no, no significa que algo ande mal. El otro mito que suelo echar por tierra es la idea de que la mujer debe alcanzar cierto nivel fantasioso de lubricación. He escuchado a muchas mujeres decirme que el lubricante alivia el dolor, pero que a su compañero no le gusta o la juzga por utilizarlo. Eso, amigas mías, es un error. Nadie cree que eres peor por usar gafas. Algunas personas las han utilizado desde siempre y otras necesitamos gafas a medida que envejecemos. ¿A quién le importa, siempre y cuando puedas ver?

La estimulación previa es parte del ciclo de respuesta sexual, pero determinar lo que se necesita o desea depende de cada persona. En la mesa, durante la cena que relaté hace un rato, el caballero no tardó en hacer notar que había “suficiente” estimulación previa. Yo bajé la vista hacia mi platillo para mantener mi mirada profesional de reojo. Por eso siempre doy consulta primero a las mujeres sin sus parejas sexuales. Aunque la pura estimulación previa casi nunca cura el dolor durante las relaciones sexuales, la mayoría de las personas suelen desear más de lo que reciben, de modo que duplicar el tiempo destinado a la estimulación previa es recomendable para la salud sexual y, lo más importante, es muy divertida.

Encontrar un buen médico es fundamental. Muchas mujeres que encuentran al médico correcto reciben tratamiento para esta afección. Además de un médico y un terapeuta físico, un terapeuta sexual y un psicólogo pueden ser de gran ayuda. Para algunas mujeres el tratamiento puede ser todo un reto porque puede ocurrir que no encuentren a los especialistas correctos, y otras presentan síntomas que son difíciles de tratar. Algunas terapias son costosas y otras no son las correctas para la identidad del paciente. Algunas mujeres han experimentado traumas sexuales que nunca contaron o que simplemente son demasiado dolorosos de abordar, pero hacerlo puede representar un gran avance.

Tratar el dolor que a veces surge en las relaciones sexuales es increíblemente gratificante; es el único padecimiento médico que atiendo con el que mis pacientes se presentan risueñas a las consultas de seguimiento. “¡No tenía idea de que podía sentirse tan bien!”, es un comentario común.

Incluso aunque no aliviemos del todo el dolor, tener un diagnóstico puede hacer que las mujeres se sientan comprendidas; muchas me han dicho que el solo hecho de sentir que son tomadas en serio es de gran ayuda.

Una mujer que experimenta dolor durante el sexo no está enferma, solo tiene una condición médica y no es la única.