Así puedes silenciar tu mente y olvidarte del insomnio

domingo, 6 de mayo de 2018 · 22:04

Suele pasar con cierta asiduidad que uno, tumbado en la cama, se vea interrumpido en el sueño por la ráfaga de pensamientos que le asaltan. En un abrir y cerrar de ojos pasan dos o tres horas: y sin importar cuántas vueltas se le den a la cama, las veces que se abren y cierran redes sociales o el agobio de estar cansados al día siguiente, la mente sencillamente decide no guardar silencio. Incluso puede llegar a suceder que mientras se está realizando una actividad que requiere toda la atención sensorial o cognitiva, las ráfagas de pensamiento interrumpan la concentración y terminen provocando algún error o incomodidad en general, escribe Pijama Surf.

Como una manera de enfrentar este tipo de situaciones, la filosofía oriental iniciada por Osho –un orador, místico, filósofo espiritual y gurú hindú, también conocido como Bhagwan Shree Rajneesh– recomienda aprender el arte de la aceptación y la liberación. Es decir, por un lado, aceptar que el pensamiento no puede ser detenido ya que eso producirá “una quietud forzada” y resultará en una mente reprimida. En palabras del gurú, “el verdadero esfuerzo para parar [a la mente] producirá más ansiedad, creará conflicto, te romperá en dos. Estarás en una constante confusión. Esto no ayudará realmente.” No hay manera de callar a la mente y eso forma parte del aprendizaje a aceptar la realidad tal y como es.

Por otro lado, aprender a liberar requiere poner en práctica la observación: “Observar. No intentes detenerlo. No es necesario hacer ninguna acción en contra de la mente.” En consecuencia, este tipo de meditación que busca enfatizar la consciencia, el amor, la celebración, la valentía, la creatividad y el sentido del humor, invita a tomar consciencia de quién es el que hace las acciones en la mente:

En primer lugar, ¿quién hará una acción en contra de la mente? Será la mente peleándose con ella misma. Dividirás la mente en dos; una parte que está intentando dominar –un perro por encima del otro– y matar a la otra parte, lo cual es absurdo. Es un juego tonto. Puede llevarte a la muerte. No intentes detener a la mente o al pensamiento –sólo obsérvalo, déjalo que suceda. Permitirlo que suceda es la libertad total. Deja que vaya lo rápido que quiera. No intentes controlarlo. Sólo se testigo. ¡Es hermoso!

[…] Mientras más profundo se vuelve tu capacidad de observación, más profunda se vuelve la toma de consciencia y los huecos comienzan a elevarse, intervalos. Un pensamiento se va y otro no aparece, ahí está el hueco. Una nube pasó, otra está llegando y ahí está un hueco. En esos huecos, por la primera vez tendrás destellos del estado no-mente, empezarás a probar el estado no-mente. Llámese el sabor de Zen o Tao o Yoga. En esos pequeños intervalos, de pronto el cielo se vuelve impío y el sol deslumbrante. De pronto el mundo está lleno de misterio porque las barreras se han caído. La pantalla en nuestros ojos no está de pronto ahí.

[…] Volverse testigo sin apegos es una manera de detener [las barreras en la mente] sin realizar algún esfuerzo. Y cuando comienzas a disfrutar de esos momentos maravillosos, tu capacidad de retenerlos por periodos largos incrementa. Finalmente, prontamente, un día, dominarás la práctica. Entonces cuando quieras pensar, pensarás; si el pensamiento es necesario, lo usarás; si el pensamiento no es necesario, permitirás a tu mente descansar. No es que la mente simplemente desaparezca: la mente está ahí, pero puedes usarla o no. Es tu decisión. Como las piernas: si quieres correr, las usas; si no quieres correr, las pones en descanso –y las piernas siguen ahí.

La técnica recomendadas es identificar aquellos pensamientos que están abrumando y corriendo por doquier en cada rincón de la mente; se trata tan sólo de observarlos sin juzgarlos ni calificarlos. Basta con saber que están ahí y observar cuándo, cómo y por qué aparecen. Por ello la meditación es el camino correcto para lograrlo, para estar en dominio de la mente durante una conexión mente-cuerpo en el aquí y en el ahora. De hecho, la meditación,

[n]o es ningún esfuerzo contra la mente, no pelea en ningún momento. Es una manera muy amorosa de atestiguar a la mente, la cual lleva consigo toda la experiencia de la humanidad –y no sólo de la humanidad: de los animales, de los pájaros, de las plantas, de las rocas. Has pasado por todas esas experiencias. Todo eso ha pasado hasta llegar a ti. En pocas palabras, cargas toda la experiencia de la existencia. Eso es la mente. De hecho, decir que es tuya no es verdad: es del colectivo; nos pertenece a todos.”