Opinión

El de atrás paga

Por estas razones se aprecia que el gobierno actual, haya hecho un esfuerzo por mantener bajo control el endeudamiento.
lunes, 13 de septiembre de 2021 · 18:10

En estos tiempos, es verdaderamente atípico encontrarse con gobiernos que apuesten por la responsabilidad fiscal y la reducción de deuda a largo plazo. En términos llanos, es raro que los gobiernos en las democracias presidenciales modernas hagan un esfuerzo por no gastar más de lo que tienen, y relacionado con esto, por no recurrir al endeudamiento para salir del paso, dejando que administraciones futuras lidien con el compromiso adquirido. Esto se debe principalmente a que casi todos los presidentes tienen períodos relativamente cortos de responsabilidad (4 años, 6 años, 8 donde hay reelección), y una vez que salen, su horizonte de vida política suele terminar de inmediato. Las consecuencias de esto las hemos vivido en México durante varias décadas. El país sigue dedicando una buena parte de su presupuesto anual en pagar intereses de deuda que adquirieron, en su momento, los presidentes José López Portillo (1976-82) y Ernesto Zedillo (1994-2000); y es que en su momento ellos tenían que salir del paso, por coyunturas que hoy pocas personas vivas entienden o recuerdan.

Por eso se aprecia que el gobierno actual (sin meternos en preferencias políticas, que no aplican en este tema), haya hecho un esfuerzo por mantener bajo control el endeudamiento, sobre todo el externo, pese a que la reacción natural de la mayoría de los gobiernos fue utilizar completamente sus líneas de crédito o adquirir nuevas, para supuestamente paliar los efectos económicos de la pandemia y subsidiar temporalmente los gastos de sus ciudadanos durante los confinamientos. No criticamos la intención, sin duda loable, de mitigar los estragos económicos en la población; el problema es que no funcionó. De un escenario donde se pensó que en 3 meses el problema iba a diluirse, se pasó a 6 meses, y luego a 2 años. En muchos casos, el dinero recibido a crédito se utilizó para subsidiar la energía eléctrica de todo un país o a “inyectar” dinero a “los mercados” para que los inversionistas no se pusieran nerviosos. El tema, reitero, es que luego de esos 3 meses, billones de dólares se esfumaron y la crisis persistía, con un elemento adicional: ahora esos países tenían menos margen de maniobra fiscal y más, mucha más deuda, que trascenderá a quienes la gastaron, a veces por varias generaciones.

El FMI publicó hace poco un documento de trabajo sobre las cuentas corrientes globales. Para quien sea útil esta definición básica, la cuenta corriente contabiliza los intercambios de bienes y servicios de un país con otros. Es un indicador de cómo interactúa su economía con el resto del mundo, e incluye la balanza comercial. Salvo situaciones muy peculiares, como la de Estados Unidos, se considera que es mejor tener superávit que déficit en este indicador, naturalmente.

Luego de la situación grave e imprevisible del año pasado, los saldos de cuenta corriente mundiales (la suma de déficits y superávits absolutos de todos los países), se ampliaron del 2.8% del PIB mundial en 2019 al 3.2% en 2020, y seguirán incrementándose en tanto los estragos de la crisis continúen. El propio organismo señala que el endeudamiento público masivo, derivado de la necesidad de financiar servicios de salud y de brindar apoyos económicos a hogares y empresas, también repercutió fuertemente en las balanzas comerciales. Sin embargo, la cuenta corriente de México registró durante el primer trimestre de 2021 un déficit equivalente al 1.7% del Producto Interno Bruto (PIB), menor al de 2.5% visto en el mismo periodo de 2020. (Según datos de BANXICO), y un superávit en el segundo trimestre. Aunado a esto se utilizarán los DEG del FMI para seguir reduciendo la deuda. Estas acciones les beneficiarán a otros gobiernos, en el futuro, y a todos los mexicanos y mexicanas, algunos que ni siquiera han nacido. Y se agradece.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @AnaCecilia_Rdz

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