Opinión
Ricardo, cuando correr es un homenaje a su padre
Ricardo contabiliza 14 maratones y las piernas han perdido la memoria de cuántas carreras de 5, 10 y 21.1K han aguantado.Pisando Fuerte
El corredor recreativo y su mundo
¿Tú porqué corres? Ricardo corre, como muchos de los que corremos, para cruzar una meta y sentir la satisfacción de concluir lo que han sido meses de arduo entrenamiento. Además, en el caso de él hay que añadir que casi siempre, al cruzar la meta dedica esos kilómetros a su padre, sabe que su padre no lo deja solo y lo está observando, como cuando a los 10 años lo llevaba a correr a Los Viveros o a la primera sección de Chapultepec para subir al Castillo, acá en la Ciudad de México.
Por ello, desde la infancia, Ricardo no deja de sumar kilómetros a la herencia que le dejó su padre, y que es correr, correr y correr; actividad que sigue haciendo ahora cuando los años y la vida nos hacen despedirnos de esos maestros insustituibles, como el que enseñó a correr a Ricardo.
Para Ricardo, una vida normal es correr al menos cinco veces a la semana, es como si llevara tatuado el recuerdo de su paso por la prepa, época en que por razones laborales la familia se trasladó a vivir a Monterrey; allá encontró mucho cabrito y pocos amigos, tal vez esa fue la razón por la que consolidó su amistad con los tenis, ya que todas las tardes iba a trotar al parque que estaba cerca de su casa para buscar en la soledad de los kilómetros algo de rumbo que no se tiene en esa edad.
Hasta hoy, el corazón de Ricardo contabiliza 14 maratones y las piernas han perdido la memoria de cuántas carreras de 5, 10 y 21.1K han aguantado, ni mencionar el kilometraje acumulado de los entrenamientos; ahora se prepara para cerrar su ciclo de corredor de maratones en 15, claro que dejar de correr no está en los planes de entrenamiento de Ricardo, lo que sí está anotado de manera clara es pasar a ser un corredor de medio fondo.
Eso está planeado, y tal vez sea mera coincidencia que a los 52 años toma la decisión de no correr más maratones luego de 12 años desde su primer maratón, el que corrió con respeto que previo a trotar por las calles de Nueva York pensó que ese respeto era temor de recorrer esa mítica distancia en la que la mitad de lo que se dice son patrañas y la otra mitad son mentiras y solo se sabe la verdad recorriendo los 42,200 metros en piernas propias; nunca en las ajenas.
Los entrenamientos para maratón de Ricardo son al menos de cinco meses, y los arranca en las mañanas mucho antes de que salga el Sol, le gusta hacerlos acompañado, pero ya la carrera la única compañía que quiere es la soledad como en el parque de Monterrey, salvo su padre, que falleció a los 52 años literalmente corriendo, esa es una compañía que nada le ha quitado a Ricardo.
“Nunca he sentido la pared, no digo que no exista, en mi caso nunca la he sentido, desde que llegué a escuchar de esa famosa pared que sucede en el kilómetro 30 para ese punto me empiezo a preparar desde el kilómetro 26, me voy terapeando y eso es lo me gusta de correr: hago comunión con mi cuerpo, habló con él y así he desarrollado la capacidad de no aburrirme, de estar en paz conmigo”, nos detalla Ricardo que la receta que le da la posibilidad de disfrutar el entorno, mirar los árboles y la gente con esos ojos que solo tienen los periodistas.
Ricardo confiesa que todos los maratones le han enseñado algo, y siempre conoce la lección una vez que concluye los 42.2 kilómetros, distancia que empezó a correr a los 40 años de edad. Ese primer maratón fue un entrenamiento pesado ya que trabajaba como editor en el periódico El Economista y los ritmos que imponen esas jornadas dan poco espacio para entrenar, pero “yo me iba a entrenar a la hora de la comida y regresaba a la junta editorial con un sándwich en la panza, y el entreno ya en las piernas”, no obstante ese esfuerzo, Ricardo recuerda esa etapa como una de las mejores en su vida de corredor.
Para correr, Ricardo recurre de manera permanente a una frase que en alguna ocasión le escuchó a Benjamín Paredes, y que palabras más palabras menos se la repite seguido, porque nos dice que “se empieza a correr con las piernas y llega un momento en que se van a cansar, después debes correr con el corazón y también le llega el cansancio, por eso se concluyen las carreras con el alma, así que nunca dejes de correr con piernas, alma y corazón”, nos recuerda Ricardo lo que dice Benjamín.
“La carrera siempre te regresa a ti mismo, a mí me ha enseñado a ser disciplinado para entrenar, a concentrarme porque me he preparado al cien para cada maratón y nunca he caminado en ninguno, me ha enseñado a observar mi cuerpo mientras corro y sobre todo a tener visión para competir, porque asumo un compromiso total conmigo mismo y a marcar metas cada día en todas las esferas de mi vida, como son la de padre, esposo, empleado, líder, amigo… y así es la vida día a día, debes ponerte metas”, esto es lo que nos dice Ricardo correr le ha enseñado; yo, con la licencia que da la amistad y la compañía de entrenar juntos miles y miles de kilómetros, me permito decir: Esto es lo que le enseñó su padre y cada día lo pone en práctica.
Ricardo corre con:
Playera: Corre con la que le guste sin importar la marca
Short: Nike con la licra añadida (el calzón, dice él)
Tenis: Asics y Asics nada más
Gadget: No usa
Reloj: Polar, al que es más fiel que a su dieta
Para ver: 'Carros de fuego'. Se trata de un clásico, de las primeras películas que reflejan los motivos que mueven a los corredores, cómo se entrena y qué se espera obtener de correr, cuya historia transcurre previo a los VIII Juegos Olímpicos (París 1924), y son dos los protagonistas con razones y motivos encontrados y lejos uno de otro, pero con algo en común: trascender en el atletismo. Además de que la historia es buenísima la música es una joya en la composición de Vangelis, que por cierto se ganó el Oscar a la mejor banda sonora en 1981.
Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @gdlpedro
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