Opinión

Presiones inflacionarias

Que la inflación suba no es una buena noticia, obviamente, pero tampoco se puede interpretar de forma tan catastrófica.
lunes, 26 de julio de 2021 · 17:45

La inflación en México ha aumentado los últimos meses, a un ritmo que supera las expectativas proyectadas del Banco de México. En concreto, el índice inflacionario subió en junio 5.9%, y el acumulado desde enero para nuestro país asciende ya a 3.4%. A pesar de que la responsabilidad última de mantener el poder adquisitivo de la moneda nacional recae en nuestro banco central, el  gobierno federal ya ha anunciado su intención de explorar alternativas para coadyuvar a mantener bajo control las presiones al alza de precios, incluyendo cuotas compensatorias a productos importados.

Visto de forma aislada, que la inflación suba no es una buena noticia, obviamente, pero tampoco se puede interpretar de forma tan catastrófica como nuestra generación y la de nuestros padres (Gen-X y Boomers) estamos acostumbrados, al haber vivido en el México de los 80s y 90s. Para darnos una idea, hoy Banxico, reiteramos, está preocupado por una inflación mensual de 5%, pero en esas décadas hubo meses en los que la inflación superaba el 50, 60 o hasta el 100%. Los ahorros de las familias se esfumaban mediante decreto, las empresas quebraban con el anuncio de cotización del dólar de ese día, y las deudas de personas físicas y morales se volvían, de una día a otro, impagables. Los productos en las tiendas, como hoy, tenían dos etiquetas de precio, una si se compraba al contado y otra a crédito, pero los precios señalados no tenían nada que ver el uno con el otro, yéndose a más del doble si se optaba por la compra a plazo. Dicho lo anterior, sí hay que mantener la inflación en niveles bajos, sobre todo cuando hay tantas personas desempleadas o en estado de subocupación, porque significa cuidar el poder adquisitivo del dinero, y quien menos tiene, es el más golpeado.

Lo que está sucediendo en este momento tiene que ver con una consecuencia del confinamiento del año pasado, especialmente con los meses más severos del cierre económico global, doméstico y de fronteras. A diferencia de lo que causó las grandes crisis económicas previas de la historia moderna, como la de 1929, la asiática de 1996 y la inmobiliaria de 2008, esta fue una depresión por diseño; esto es, fueron decisiones políticas deliberadas, de todo el mundo, las que suprimieron una buena parte de la oferta y demanda de bienes y servicios, así como las actividades asociadas a ellas. Naturalmente, el PIB se desplomó. Se consideró que ese era un efecto colateral inevitable de las decisiones sanitarias que buscaron preservar la vida de la mayor cantidad de personas (no estamos cuestionando eso), pero es un efecto que es necesario revertir. Por eso, una vez que se reabren las economías, lo primero que se trata de fomentar de nuevo es el consumo, pues si hay quien esté dispuesto a comprar algo, habrá quien lo produzca y lo venda. Desde este punto de vista, apoyando a los consumidores, se apoya en última instancia también a los empresarios. Pero sin importar las políticas específicas de reactivación, con el impulso al consumo lo que hay es un aumento de demanda agregada, y eso genera un aumento en los precios. Por eso la inflación es inevitable en este momento, pero por eso también hay que monitorearla con lupa y evitar que se salga de control. No es sencillo, pero es apremiante.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @AnaCecilia_Rdz
 

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