Opinión

¿Por qué AMLO desprecia a las Fuerzas Armadas?

AMLO ha asignado más tareas a las Fuerzas Armadas que no les corresponden, erosiona su propósito constitucional, diluye sus identidades institucionales.
domingo, 25 de julio de 2021 · 18:11

Como es sabido, en la actual administración del Presidente Andrés Manuel López Obrador se le han asignado muchas tareas a las Fuerzas Armadas,[1] además de la de seguridad pública en la que ya participaban desde el año 2006. Entre estas “nuevas funciones” destacan la construcción de infraestructura o la distribución de combustibles. Todos estos encargos, tanto los nuevos como los anteriores, están muy alejados de las funciones constitucionales que les corresponden a los cuerpos militares.

La asignación de estas nuevas tareas ha venido acompañada de un incremento en los presupuestos para la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) y Secretaría de Marina-Armada de México (SEMAR), lo cual ha despertado las alarmas de sectores académicos y de activistas que ven peligros en este aumento de funciones y recursos para las Fuerzas Armadas, señalando que refuerzan un proceso de militarismo y militarización[2] que vive el país. A raíz de esto varias voces afirman que López Obrador “favorece” a los institutos militares y que estos han sido “muy beneficiados” durante su administración. Sin embargo, esta última interpretación no es acertada.

 López Obrador no ha “beneficiado” a las Fuerzas Armadas, al contrario, las ha perjudicado mucho. Al asignarles más tareas que no les corresponden, erosiona su propósito constitucional, diluye sus identidades institucionales y obliga a que se destine personal militar a cumplir esas nuevas tareas en detrimento del funcionamiento regular de ambas Secretarías.

En temas más apegados a las funciones de seguridad pública que se vienen desempeñando desde el 2006,[3] la política de “abrazos, no balazos” ha llevado a que soldados y marinos no puedan actuar contra la delincuencia organizada,[4] dejando en un estado de indefensión a una importante parte de la población civil que vive en zonas de conflicto, como Aguililla, en Michoacán. Esto ha generado un reclamo legítimo hacia los cuerpos militares por parte de esta población y también el envalentonamiento de los grupos criminales, situación que, en su combinación, da mala imagen de las Fuerzas Armadas.

Hay analistas que señalan que las Fuerzas Armadas “están contentas” por el incremento de presupuesto. Esto también es cuestionable. Una parte importante de esos recursos están destinados a los proyectos de infraestructura ordenados desde la Presidencia y no van en beneficio del grueso del personal militar. Baste recordar que hace poco se dio a conocer cómo los soldados del Ejército Mexicano tenían que teñir sus uniformes para mejorar su apariencia y alargar su tiempo de vida.[5] Esto, sin duda, no fue bien tomado por el personal militar y para nada habla de un “beneficio”.

Otra interpretación que existe respecto al incremento de presupuesto apunta a que López Obrador quiere “comprar” a las Fuerzas Armadas, o por lo menos a las altas jerarquías militares. Esto último me parece más probable pero, por fortuna, con poco futuro para los propósitos del presidente como se verá más adelante. Este intento de “comprarlas” es una evidencia más de su desprecio por las instituciones del Estado mexicano, siendo en este caso, hacia la institucionalidad militar.

Entonces ¿por qué las Fuerzas Armadas apoyan a López Obrador? Porque es el Comandante Supremo. Él fue electo democráticamente y por lo tanto el personal militar le debe la misma subordinación, obediencia y respeto que tuvieron los presidentes anteriores. Por esto mismo, el presidente sabe que contará con el apoyo militar mientras sea el Comandante Supremo, es decir, hasta la media noche del 30 de septiembre del año 2024. Después de ese periodo, la institucional lealtad militar se trasladará a quien ocupe la Presidencia por el periodo 2024-2030, como ha ocurrido desde hace décadas. Esto le molesta a AMLO.

Él quisiera que las Fuerzas Armadas Mexicanas fueran como las sudamericanas del siglo XX; propensas a golpes de estado, con débiles controles institucionales, fáciles de comprar y dispuestas a apoyar dictaduras antidemocráticas presididas por figuras caudillistas, como la que él aspira a ser. Los cuerpos militares en México, aún con sus criticables defectos, están muy alejadas de eso. La institucionalidad militar se ha construido por décadas alrededor de la lealtad al Comandante Supremo, es decir, a la Presidencia. No importa quién ocupe ese lugar o a qué partido político pertenezca –como se ha demostrado en las últimas tres elecciones– hay lealtad hacia esa persona, pero únicamente durante su periodo de gobierno. Esto no lo tolera AMLO porque él quisiera que las Fuerzas Armadas le fueran leales a él, no al cargo, y por eso trata de comprarlas.

Por fortuna para México, esto no tendrá éxito. Las inercias históricas en las Fuerzas Armadas son muy fuertes. La documentación militar todavía lleva la frase “Sufragio Efectivo. No reelección”, que hace referencia a la Revolución Mexicana que inició Francisco I. Madero en 1910, y de la cual surgió el Ejército Constitucionalista que se considera el origen de las modernas Fuerzas Armadas. Esta herencia histórica, junto a la dinámica institucional que lleva generaciones construyéndose a través de la educación militar, y el servicio cotidiano al interior de la SEMAR y la SEDENA, es muy difícil de romper, y menos en un sexenio. Por la suma de todo lo anterior AMLO desprecia a las Fuerzas Armadas.

#DiálogoCivilMilitar

Este escrito es exclusivamente mi punto de vista y no representa a ninguna institución.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @AleJuarezA

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[1] El conjunto de las Fuerzas Armadas comprende, por un lado, a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), conformada por el Ejército Mexicano y la Fuerza Aérea Mexicana; por el otro a la Secretaría de Marina-Armada de México (SEMAR). En México ha existido una confusión permanente entre Ejército (SEDENA) y Marina (SEMAR). Ambas son secretarías de Estado separadas e independientes entre si´, pero a su vez dependientes del Ejecutivo Federal. No obstante, durante mucho tiempo comúnmente se le había llamado “Ejército” a la totalidad de las Fuerzas Armadas, sin distinción entre instituciones. En los últimos años se ha conseguido una diferenciación entre ambas, sin embargo este error aún persiste en varios sectores, incluso el académico.

[2] Para diferenciar militarismo de militarización, véase: Daira Arana, Lani Anaya, “De la militarización al militarismo,” Nexos, noviembre 16, 2020, https://seguridad.nexos.com.mx/?p=2350.

[3] La seguridad pública les corresponde a las policías civiles de las tres escalas de gobierno y a la procuración de justicia estatal y federal. Estos dos aspectos fueron abandonados en su formación y profesionalización durante décadas. El descuido también provoco´ un importante desgaste en la imagen policial, frecuentemente vinculada a corrupción. Para más detalles véase: Raúl Benítez Manaut, “La crisis de seguridad en México,” Revista Nueva Sociedad No 220, marzo-abril de 2009, 175.

[4] Véase: “México: la orden sigue siendo no combatir al narco,” dw.com. Disponible en: https://www.dw.com/es/méxico-la-orden-sigue-siendo-no-combatir-al-narco/a-58038768.

[5] Patricia Dávila, “Por austeridad, la Sedena pide a soldados teñir sus uniformes desgastados.” Disponible en: https://www.proceso.com.mx/nacional/2021/5/20/por-austeridad-la-sedena-pide-soldados-tenir-sus-uniformes-desgastados-264302.html.

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