Opinión

Los de cochinita

La mezcla del partido, con el sabor de la cochinita, necesariamente me saca una sonrisa presente.
viernes, 23 de julio de 2021 · 14:33

Amante del Buen Comer®

Teorías del pensamiento cognitivo refieren que muchas de las memorias que tenemos están más asociadas a sentimientos que al suceso mismo, lo que hace que la percepción del evento per se pueda ser diferente. Estoy convencida de ello. Los sentidos hacen que cada momento sea único y muchas veces un olor, un sabor, una imagen o una sensación, son capaces de llevarnos a lugares, regresarnos a momentos o recordarnos a personas. Así son para mí los tacos de cochinita del estadio de beisbol. La mezcla del partido, con el sabor de la cochinita, necesariamente me saca una sonrisa presente (por lo que estoy viviendo en ese momento) y de agradecimiento (por lo que viví también ahí años atrás).

Los fanáticos chilangos de este deporte saben de qué estoy hablando. Para los que no, en la Ciudad de México existe un equipo en las ligas mayores que se llaman Los Diablos Rojos del México. Este equipo ha tenido como sede el extinto Parque del Seguro Social (donde hoy es la plaza comercial Parque Delta), después el Foro Sol (que tuvo que claudicar su diamante a lado de otro de mis deportes favoritos, la Fórmula 1), pasando por el pequeñito Estadio Fray Nano (que originalmente era de prácticas pero, a la salida del Foro y ante la demora en la construcción del nuevo, esta fue la casa de los Diablos un tiempo) y terminando con el increíble Estadio Harp Helú (que para los que conocen estadios en EEUU, es como esos, pero en chiquito). Todos estos estadios han tenido en común una cosa, además de ser “El infierno” de los Diablos: ofrecer a sus espectadores taquitos de cochinita pibil.

Desconozco quién tuvo la espectacular idea de poner esta delicia yucateca en un estadio del centro del país, pero quien haya sido, muchos le estamos agradecidos. En el Parque del Seguro Social, la oferta gastronómica era mínima y estos taquitos eran los reyes del lugar, con filas enormes para adquirirlos que hacían perderse una que otra entrada… sin embargo, valía toda la pena. Sin embargo, esto cambió cuando se habilitó a que los vendedores pudieran subir a las tribunas y ahora podemos disfrutarlos con solo levantar la mano para que lleguen a nuestro asiento.

Orden de 4 delicias, calientitos, pequeñitos pero llenadores, acompañados de cebollita morada y de la deliciosa salsa verde, los taquitos de cochinita del Estadio son un souvenir gastronómico que siempre que se va a apoyar al equipo, hay que degustar.

Pero plato tan singular, también tiene una singular historia en mi vida que quiero compartirles pues, convencida estoy de que, la comida de la mano de experiencias y recuerdos, es de las combinaciones más exitosas en una vida plena. La familia de mi papá es pelotera desde siempre. Incluso, Don Cabrera, jugó al béisbol en su juventud y ganó uno de sus apodos por este deporte. Fanáticos de la bola caliente, desde jóvenes asistían al estado a apoyar a los Diablos (mi papá) o a los Tigres (mi querido tío McCoy, QEPD).

Pasaron los años y la familia creció. Mi papá inculcó a sus hijas el gusto por el equipo de Diablos y mi tío a mis primos el de Tigres. Esta “rivalidad” se convirtió en motivo de convivio familiar, particularmente en el primer partido de la temporada con la famosa “guerra civil”, justamente el partido entre Diablos y Tigres. Siendo el béisbol un deporte que en el último batazo puede cambiar el resultado del partido, y considerando que un partido de beisbol en promedio dura 3 horas, el hambre canija haría acto de presencia y fue cuando se instauró la tradición familiar: En la cuarta entrada, los aficionados del equipo que fuera perdiendo, deberían dejar su asiento para bajar a comprar tacos de cochinita para todos (no importando el resultado final del partido), así, quienes tenían que pagar su apuesta podían perderse algunos bateos o entradas para hacer honor a su deuda. Esta tradición empezó hace más de 40 años y hoy sigue vigente.

Los que éramos niños hemos crecido y con ello las responsabilidades, de ahí que la posibilidad de ir al estadio y coincidir se complica un poco más. Sin embargo, esto no quita que, cada que voy al Estadio, pido mis taquitos de cochinita y en cada mordida recuerdo el entusiasmo de mi tío McCoy y la cara de mi abuela (con gorra incluida), ambos disfrutando hoy el partido desde el cielo. Pero también sigo gozando y disfrutando la emoción de mi papá, las coreografías con mis hermanas cuando ponen las “canciones del beis” que nos gustan y todo lo bonito que el beis a traído para mí.

¿Cuántas anécdotas deportivas y gastronómicas tienen en su historia? Seguramente alguna debe haber por ahí. Deseo que estas líneas los alienten a disfrutar más espacios con su familia y que, si también sirvieran para que, cuando las condiciones de la pandemia lo permitan, puedan visitar el estado Harp Helú y disfrutar estas pequeñas delicias de la vida.

¡Buen Provecho!

Amante del Buen Comer®

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @adelbuencomer
 

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