Opinión
¿Ganamos?
El 7 de junio amanecimos más divididos que nunca, con una confrontación clasista que se mantenía bajo la superficie, pero que ahora se hace evidente.Apenas cerraban las casillas electorales el pasado 6 de junio, cuando rápidamente, con gran irresponsabilidad, los candidatos de todos los partidos se dijeron ganadores.
Nadie aceptaba su derrota, aún cuando las cifras favorecieran a sus adversarios. Así la costumbre muy mexicana de gritar ¡ganamos!, aunque los candidatos hayan perdido en forma contundente.
Y esto nos lleva a preguntarnos: ¿de verdad ganamos?
Tras una elección tan compleja, como la del domingo 6 de junio, siempre hay ganadores y perdedores. Conforme avanzan los días, la conformación de un nuevo mapa político va dejando a su paso la verdadera radiografía de lo ocurrido.
Creo que es evidente que tanto el Instituto Nacional Electoral (INE), y los ciudadanos que acudimos a votar, somos los principales ganadores. Pero una vez dicho esto, yo me pregunto si de verdad ganó México. Y lo digo por las siguientes razones.
El 7 de junio amanecimos más divididos que nunca, con una confrontación clasista que se mantenía bajo la superficie, pero que ahora se hace evidente. La Ciudad de México es la clara prueba de ello. Los memes y las caricaturas que hacen alusión a la división entre la zona poniente y oriente de la capital, reflejan la disputa entre dos visiones de país.
A ello ha contribuido, sin duda, el discurso rijoso y pendenciero del presidente Andrés Manuel López Obrador. Por ello, no debemos sorprendernos de esta realidad que dibuja a un país confrontado y dividido. Pero en ese mismo cálculo, el presidente debe reconocer que perdió a buena parte de las clases medias que, en el 2018, le dieron su voto y su confianza.
El México desigual también afloro en estas elecciones. La compra de votos en las zonas de mayor pobreza sigue siendo una norma que no distingue colores partidistas. La pobreza y el clientelismo electoral son un binomio que nos habla de lo mucho que se debe trabajar para superar este fenómeno.
Se reforzaron también los regionalismos y el rechazo a las decisiones del centro. Esto podría dar pie a un debilitamiento mayor de nuestro federalismo y a la falta de cooperación entre estados y regiones. No así, en la zona noroeste, donde Morena arrasó con el apoyo de aliados peligrosos.
Y esto me lleva a mencionar la violencia y el peso de la delincuencia organizada y el narcotráfico en estas elecciones. Es evidente que los delincuentes han ganado control territorial y ahora son capaces de hacer sentir su peso en los procesos electorales.
¿Cómo lo hacen? Imponiendo y quitando a hombres y mujeres que buscan un puesto de elección popular. El creciente número de políticos y candidatos asesinados en este proceso electoral lo hacen el más violento de la historia reciente.
El nuevo mapa político del país se corresponde con el mapa de los territorios dominados por el narco. Un tema que nos debe preocupar y en el que todos salimos perdiendo.
Y qué decir de la falta de nuevos cuadros políticos. En estas elecciones vimos que quienes competían son los mismos de siempre. Aquellos que, por décadas, han dominado la escena política nacional cambiando de partido, mirando solo sus intereses particulares. Urge, en ese sentido, una renovación de la clase política.
Para no cerrar con mal sabor de boca, destaco que, pese a todo, la vía democrática, la de las urnas está más fuerte que nunca gracias a nosotros los ciudadanos que acudimos a votar.
Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @UZETASUM
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