Opinión

Presidente de mentiras

AMLO ha demostrado que su mantra se transformó en publicidad engañosa a casi tres años de la jornada electoral que lo llevará a la Presidencia.
martes, 25 de mayo de 2021 · 16:41

Con el perdón de Sara Sefchovich.

Era la noche del 1º de julio y el mundo parecía haber dado una voltereta espectacular. Tras casi 20 años, el líder opositor Andrés Manuel López Obrador se presentaba ante una multitud apasionada y entusiasta concentrada en el Zócalo de la CDMX como el virtual presidente electo de México.

Entre muchas cosas que se dijeron esa noche, el futuro mandatario nacional estableció cuál sería el mantra ético para gobernar ese país el cual había recorrido en varias ocasiones durante sus campañas: “No mentir, no robar y no traicionar al pueblo".

A menos de dos meses de cumplirse los tres años de la jornada electoral que lo llevó a la presidencia, el presidente ha demostrado que su mantra se transformó en publicidad engañosa. Por hoy, centrémonos en el tema de las mentiras.

Como se ha demostrado en diversos espacios y organizaciones, la llamada mañanera se ha transfigurado de ser un “ejercicio de rendición de cuentas sin precedentes”, a un espacio de propaganda y denostación donde se profieren mentiras o frases incomprobables. De forma sólida se ha demostrado los miles de veces que el primer mandatario ha utilizado este recurso, ya sea por dolo, ignorancia o exageración. Sin embargo, las que más preocupan actualmente son las que ha proferido a últimas fechas con respecto al tema electoral y el respeto a la constitución.

La primera es el papel que le corresponde como jefe del ejecutivo federal y jefe de gobierno. Al protestar el cargo de Presidente Constitucional de Los Estados Unidos Mexicanos, Obrador se comprometió a respetar la Carta Magna y hacerla respetar.

Poco duró esta promesa, ya en 2019 le costó trabajo no involucrarse de forma directa en el juego electoral en el Estado de México, cuando la llamada aplanadora guinda demostró que aún no era un mecanismo bien aceitado.

Sin embargo, contra todo lo que marca la Constitución y la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, el presidente ha intervenido de forma pública en la elección como ninguno de sus antecesores. Vaya, ni Fox intervino de forma tan clara y cínica, a pesar de que no existía la prohibición a la intervención presidencial que tenemos ahora y que fue producto de las protestas de AMLO al perder la elección frente a Calderón.

Enmarcada en este incumplimiento general, se encuentran otras ilegalidades derivadas de su actitud arrogante y autoritaria. Estas son menos resonantes, pero igual de nocivas para la democracia, como la descalificación de todo aquél que actúe en el ámbito público de forma diferente a la que él señala como rumbo correcto.  

Con esto en mente ha atacado ya tanto al Consejo General del  INE en conjunto como a dos de sus miembros de forma específica (Murayama y Córdova). Ha amenazado o prometido que reformará el INE y que habrá una “verdadera democracia”, deslegitimando al mismo sistema y las instituciones que le concedieron el poder que ahora detenta con abuso y prepotencia.

Sin embargo, también ha metido mano en la instancia judicial electoral, el TEPJF. El caso más atribuible es el de su intervención para el cambio de presidencia (el cual se daba por hecho gracias a presiones desde la UIF) de la magistrada Otalorá, pero no para ahí como pudimos comprobar al momento de decirles corruptos y cuestionar sus sentencias en cuanto a materia de sobre representación como declarar -sin presentar pruebas, como siempre- que los miembros de la Sala Superior son corruptos por confirmar la fórmula de sobrerrepresentación, que pone en riesgo su control del legislativo, como la confirmación de la pérdida de candidaturas en Guerrero y Michoacán.

Incluso en un uno de sus arranques, el preciso declaró que esos mismos magistrados habían validado el fraude de 2006 en su contra...cuando ninguno de los actuales miembros de Sala Superior tenía dicho puesto. Y todo eso es solo lo que sabemos hasta ahora.

Si con todo esto les parece aún que el título de esta columna es excesivo, creo que es buen momento para recordarles la palabra “reelección”.

En julio de 2019 el presidente realizó un acto simbólico pero inútil, al firmar ante notario un compromiso de que no se reelegiría una vez que termine el cargo. El simbolismo funcionó para acallar a las voces críticas, pero su inutilidad era extraordinaria. Esto porque la ley, esa que prometió defender y hacer respetar, no deja ninguna duda al respecto: en ninguna circunstancia la persona que ejerza el cargo de presidente constitucional podrá repetir dicha encomienda.

Sin embargo, este tema que parecía zanjado desde entonces ha surgido una y otra vez en las mañaneras, 127 veces de acuerdo con la consultora Spin. Además el presidente, fiel a su costumbre de realizar declaraciones incomprobables y curiosamente adecuadas para sus propósitos, ha comentado que los obreros y el pueblo le piden que se reelija.

Si tomamos en cuenta que la consulta para la revocación de mandato se realizará el año que entra (si se consiguen llenar los requisitos que marca la ley, no sería raro que el ejecutivo la transformara en una especie de referéndum de reelección, en lugar de posible terminación temprana de su sexenio.

La tercera mentira, sin agotar el tema, se refiere al uso las tarjetas usadas por los candidatos de oposición, declarando que combate al fraude electoral. En primer lugar, como ya se ha visto en diversos medios, todos los partidos y coaliciones tiene candidatos que ofrecen ese tipo de incentivos, promesas de apoyos en caso de lograr ganar.

Sin embargo, y rompiendo de nuevo la ley y la constitución, el inquilino de palacio nacional olvida que no es su papel realizar la fiscalización, mucho menos el quebrantamiento del debido proceso de investigación en caso de que se resolviera en favor de su “denuncia” un recurso legal. Esto último es algo casi imposible ya que, en 2017, justo en la elección de Edomex que fue su primer fracaso electoral como presidente guinda, el TEPJF declaró legal su uso en campaña.

En otras palabras, también nos miente en cuanto a sus motivaciones y/o conocimientos de la norma electoral y de lo que nos espeta cada mañana.

Sin duda podríamos seguir pero quisiera hacer un alto para preguntarnos juntos si alguien así puede ser confiable cuando dice que respetará los resultados electorales, o en su caso, si se puede pensar que es un verdadero demócrata que reconocerá los triunfos y reveses.

Desde el primer día dijo a los mexicanos que no mentiría, los datos, esos que conforman la realidad y no los otros que nunca se muestran, dicen que lo ha hecho. Esto ha pasado la factura a una democracia que ya de por si era endeble e imperfecta cuando él arribó a la presidencia y que podría desparecer bajo miles de mentiras dichas y que continuarán profiriéndose. 

Eso es lo que está en juego, el 7 de junio, tras las elecciones.

#InterpretePolitico

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @HigueraB

 

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