Opinión

Chalita, cuando correr ya no es divertido

Chalita empezó a correr para combatir el sobrepeso, y esos primeros kilómetros nunca le dijeron adónde lo iban a llevar.
domingo, 16 de mayo de 2021 · 18:39

Pisando Fuerte
El corredor recreativo y su mundo

Las piernas de Antonio tienen tantos kilómetros de entrenamiento que le han permitido correr cuando menos 45 ultramaratones y 27 maratones (11 de ellos en la CDMX). Estas cifras; sin mayor detalle, son mera estadística, pero puestas en los recuerdos de Chalita (como le llaman sus amigos) suman más anécdotas que las rutas recorridas por sus tenis.

Chalita empezó a correr para combatir el sobrepeso, y esos primeros kilómetros nunca le dijeron adónde lo iban a llevar, tampoco le dijeron los amaneceres que iba a disfrutar y mucho menos le susurraron siquiera alguno de los sonidos que se iba a encontrar en la montaña y serían las mejores piezas del soundtrack de vida; lo que sí le dijeron de inmediato fue que si podía dar una vuelta a los 770 metros de arcilla del Parque de Pilares en la Colonia del Valle de la Ciudad de México, era exitoso, y cada vuelta era sumar esa sensación de éxito a lo más profundo de su ser: correr es ser exitoso, se decía y todos sabemos que eso es aire puro para nuestro ego.

En 1999, Chalita hace su primer 10K, poco después el Medio Maratón del Día del Padre, y un año después esos kilómetros ya lo habían llevado a la montaña y corre 32 kilómetros en lo que se conoce como Las Llantas en la zona del Ajusco. Así que ya enamorado de una magia que nunca imaginó le daría la montaña, regresó una y otra vez a correr fuera del asfalto y descubrir que cada árbol y cada rama son únicas; y de esa manera dar sentido a las palabras de Jorge Luis Borges: “La luna ignora que es tranquila y clara... y ni siquiera sabe que es la luna; la arena, que es la arena. No habrá una cosa que sepa que su forma es rara”.

Para él, como para muchos corredores de montaña la primera carrera no podía ser otra que las del circuito Solo para Salvajes que tanto ha impulsado Pedro Fletes, “no recuerdo cuántas personas participábamos en esa carrera, pero lo que sí recuerdo es que no éramos más de 50”, nos dice Chalita y fue la carrera de Villa del Carbón su primera competencia en la montaña.

Seguramente si eso hubiera sucedido en este año, Chalita llevaría todo en un teléfono: GPS, música, distancia… etcétera; pero en ese año y siendo un corredor solitario “para irme a entrenar agarraba mi walkman y un reloj que lo único que marcaba era la hora”. Antes de subir a la montaña, como todos los corredores cayó en las redes de los maratones, “recuerdo perfectamente en una fila que hacía a una persona que llevaba una chamarra preciosa del maratón de Nueva York, me enamoré en ese momento y entrené para correrlo, pero ese año no pude hacerlo por el ataque a las Torres Gemelas, corrí Chicago y posteriormente Nueva York.

En el 2007 llegan a la vida de Chalita dos cosas, una de ellas fue conocer a Luis Guerrero, pionero en las carreras de montaña en México y para Chalita es pasar a otro nivel en el ultramaratón, “ya entrenaba yo a las 4 o 5 de la mañana en el Desierto de los Leones, y era entrar a la montaña para correr con frío de verdad, con calor de verdad y con la lluvia de verdad, el reto era subir de nivel y cada vez es más y más fija la idea de correr más kilómetros en menos tiempo”.

“El corredor de montaña es un laboratorio permanente, porque todo el tiempo estás utilizando cosas nuevas que no sabes si van a funcionar, esto es un básico para correr distancias largas fuera de la ciudad ya que no a todos les funciona lo mismo, debes ir eligiendo lo que funciona para ti y desechar lo que no te sirve y tal vez a otros sí, pero a ti no”.

En 2007 compite en los 80K en la Patagonia Argentina, considerada la carrera más relevante de las de montaña en América Latina; se reafirma ese sentimiento de éxito, de pasar a ser un niño bulleado a ser un corredor reconocido y admirado con justos merecimientos, era el resultado de horas y horas de sacrificios, de dietas y de corridas en solitario, literal escuchando a la montaña la que conforme pasan los minutos y la pisan cambia de humor.

Si Chalita no sabía adónde lo iban a llevar sus primeros kilómetros tampoco sabía adónde lo iban a llevar esos kilómetros acumulados por años; lo iba a descubrir de una manera nada tersa. La montaña se volvió una obsesión para él, la familia lo apoyaba, pero no lo entendía y llegaron conflictos en casa, sobre todo por que acaba de ser padre en el 2007.

Esa obsesión se traduce en “buscar lo más largo, lo más alto, lo más duro y lo más pesado”, nos confiesa que el reto era demostrarse que sí podía hacer cosas extraordinarias, que haber dejado el Heroico Colegio Militar no lo hacía un fracasado y que no abandonaba los retos a las primeras de cambio y para ello “debía de salir del común regular de la gente”, y eso hizo Chalita, porque fue un corredor fuera de lo común.

Ya como un ultramaratonista reconocido, buscado por los medios de comunicación para aparecer en la portada de revistas de corredores, lo hacen cruzar una meta que le da “una embarrada de ego” y que pronto le pasó factura.

Dejó de ser ese corredor solitario para ser el corredor aplaudido y que entonces empieza a correr más preocupado por el resultado y la foto que tomarían los medios, además de que se vuelve el corredor a vencer en las carreras, llega una baja en el rendimiento lo que lo lleva a una depresión, y se refleja, por ejemplo, en que de las seis veces que intenta correr el ultra de Andorra solo lo termina una vez; tirando, literal, dinero y tiempo.

Para 2013 y 2014 llegan los pódiums y sigue la preocupación más de los reflectores que de otras cosas, lo que le costó años de esfuerzo y sacrificios, en las que sumó a su familia, se cae en una bajada en la que ni las manos podemos meter y que a todos los corredores nos ha pasado: caer por cansancio. Pierde la esencia que tenía ese corredor de montaña, deja de disfrutar, “ya me cansaba en donde antes no me cansaba y empiezo a tener resultado negativos en carreras internacionales y fueron golpes mentales que mermaron mi gusto por la carrera”.

Finalmente, en 2016 al participar en el ultra de los 160 kilómetros de Rocky Racoon, Texas, Estados Unidos, se da cuenta que se acabó, ha perdido la gracia, ya no hay diversión ni gusto por correr; se deben dar cinco vueltas de 32 kilómetros cada una en este ultra y al concluir la primera vuelta Chalita abandona la carrera, entrega su chip de participante a los jueces… ha tomado la decisión: no más carreras y guarda los tenis… no los cuelga, solo los guarda.

Chalita no se queda quieto, al día siguiente compra unos guantes box y hasta el día de hoy se ha mantenido en otro de sus mundos favoritos: las artes marciales; es un devoto Jiu-jitsu, no descarta regresar a correr en la montaña y en el asfalto, sabe que es un impasse que debe cerrar con kilómetros, los tenis siguen guardados y la mejor prueba de que va a regresar es que en 2018 corrió los 87 kilómetros de Cerro Rojo en Tlatlauquitepec, Puebla; y ya tan solo fue por correr… nada más que por correr, lo que Chalita sabe hacer mejor.

Por lo pronto, está al frente de su emblemático taller mecánico en la Colonia Del Valle de la Ciudad de México, que se llama KM 333 en honor a la mayor distancia que corrió en un Ultra, los 333 de Marrakech, Marruecos, en octubre de 2012 sin parar; letrero que ve cada mañana y a todas horas; sí, creo que pareciera ser un antídoto contra el olvido.

A Antonio le gusta correr con

Tenis: Hoka

Playera: Reebok de algodón

Short y licras: 2 X Zu

Reloj: Ironman de Timex

Antonio nos recomienda

Para ver: The Loneliest Runner (El Corredor Solitario) de Michael Landon. Todos los caminos llevan a correr, en el caso de John Curtis, personaje de esta historia, es un problema de incontinencia al dormir, su madre solía colgar sus sábanas sucias en la ventana; John, para que sus compañeros de la escuela no las vieran y evitar las burlas y el escarnio, corría a todo lo que daba de regreso de la escuela, tenía que ganarle al autobús escolar para descolgar las sábanas… eso lo llevó a ser un gran corredor, no dejen de verla.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @gdlpedro

 

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