Opinión

Nomadismo laboral

Con la pandemia, más que nomadismo digital, hubo ostracismo presencial masivo.
martes, 27 de abril de 2021 · 17:11

Con la economía global reabriendo poco a poco, se empiezan a desempolvar los temas que quedaron en el tintero desde la declaración oficial de la pandemia. Uno de ellos, que además estamos obligados a repensar a partir del experimento social forzoso que han implicado los confinamientos y la distancia social, es el nomadismo digital.

El término es cada vez más de uso común, pero baste decir, para quien no está familiarizado, que el nómada digital es el profesionista cuyo desempeño no está determinado por barreras geográficas o espaciales, al menos en su mayor parte. Para decirlo sencillo, esta persona no suele estar sujeta a una oficina ni a un horario fijo, porque sus responsabilidades pueden desahogarse vía remota, a través de herramientas digitales; de ahí la expresión.

Por obvias razones, muchos de nosotros tuvimos que adoptar ese estilo de vida a fin de cumplir con las disposiciones de salubridad general; con un pequeño cambio: los ńomadas pre - pandemia trabajaban desde lugares distintos y públicos: bibliotecas o cafés. Además, muchos de ellos, sobre todo los originarios de países ricos, suelen cambiar de residencia frecuentemente, buscando aumentar su calidad de vida o disminuir el costo de la misma. Con la pandemia, más que nomadismo digital, hubo ostracismo presencial masivo.

Este fenómeno, sobre todo en sus manifestaciones tempranas, estuvo romantizado por los profesionistas jóvenes, que vieron en esta flexibilidad un escape a la rutina que - creían - había empujado a las generaciones anteriores a la miseria espiritual y la carrera de las ratas. El problema es que esa circunstancia de libertad, sin previsión social, puede ser un dardo envenenado. La razón es la precariedad que en términos de seguridad y ahorro para el retiro tenían (o aún tienen) la mayoría de profesionales que entraron al mercado de trabajo la última década. No es que muchos de ellos sean trabajadores con enormes libertades, sino contratistas independientes sin ninguna prestación laboral ni creación de antigüedad en el empleo. Si bien no es alarmante para muchos de ellos en esta etapa de sus vidas, lo será cuando se acerque la edad que, en teoría, es la de su jubilación.

El confinamiento ayudó a desmitificar el trabajo en casa y, en general, el trabajo a distancia. Si bien las empresas se dieron cuenta que podían cumplir con sus objetivos sin tener a los empleados todo el día encadenados a sus cubículos, y que les representa un ahorro, por el lado de los trabajadores conocieron una nueva forma de explotación, donde no existen límites entre el espacio privado y profesional, ni entre horas hábiles e inhábiles.

Es demasiado pronto para hacer un pronóstico sobre la redefinición de las condiciones físicas del trabajo en el mundo. Me inclino a pensar que los alcances radicales y demoledores que le atribuyeron los libertarios cuando estalló la crisis sanitaria (de que todo cambiaría, para siempre) son desproporcionados. Pero existen incentivos de ambas partes para reducir costos, aumentar la productividad y revertir el desequilibrio vital de los trabajadores. Lo que es imperativo es que el arreglo al que sea que se llegue, no sea en favor de una sola de las partes: cambiar el nomadismo por la humanización de los empleos; reducir la explotación sin dejar a las personas en la orfandad institucional. Por ahí debemos transitar.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @AnaCecilia_Rdz
 

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