Opinión

Fondo Monetario Internacional, el gran prestamista al que se rehusan a pedir los países

El mundo entero está rechazando la ayuda del Fondo Monetario Internacional, como si le hubieran perdido la confianza por completo.
martes, 2 de marzo de 2021 · 15:12

En un artículo de opinión claro y lúcido, el economista de la London School of Economics, Jacques Mandeng, muestra la relativa irrelevancia que ha tenido el Fondo Monetario Internacional durante la crisis económica global detonada por la pandemia.

El gobierno federal mexicano, sobre todo al inicio del confinamiento, fue criticado por no acceder a la línea de crédito que tenía abierta con el FMI, y que asciende alrededor de los 60 mil millones de dólares. De las bondades de no haber pedido ese dinero hemos hablado en otras ocasiones, pero baste recordar los problemas de quiebra técnica e inminente moratoria en los que se encuentran Brasil y Argentina, que sí dieron rienda suelta a sus instrumentos crediticios.

Hoy lo que me interesa recalcar es que, de acuerdo con las observaciones de Mandeng, es que el mundo entero está rehusando la ayuda del FMI, como si le hubieran perdido la confianza por completo. Resulta que, desde la declaración de emergencia de por el COVID-19, y aunque supuestamente se han transferido muchos recursos a muchos países, el monto total de los préstamos colocados es menos del 10% del total que el Fondo tiene disponibles a este efecto (calculado en un trillón de dólares, más o menos). Para darnos una idea, es mucho menos de lo que prestó durante la Gran Recesión inmobiliaria de 2008, pese a que el PIB global se contrajo, durante 2020, más del doble que en esa ocasión. Así, el recelo de los empréstitos internacionales no es exclusivo de México, todos los países en desarrollo, y con mayor razón los pobres, enfrentan una situación crítica e imprevisible, por lo que la justificación de grandes préstamos serían fácilmente justificables en la esfera política doméstica de cualquiera. ¿Porqué entonces tantos países han rehusado a recurrir a este instrumento?

Quizás porque hay una enrome consciencia de que las condiciones bajo las cuales prestan los organismos internacionales, y especialmente el FMI, son muy restrictivas y siempre operan en contra del gasto social y el Estado de Bienestar. Las recetas que imponen, además de inhumanas, suelen ser ineficaces, y hay ejemplos de sobra en todas las latitudes. Durante la crisis de deuda de América Latina en la década de los 80s, los países que siguieron sus recomendaciones al pie de la letra no salieron más rápido de sus crisis, aumentaron su deuda pública de forma exponencial, y además dejaron a sus gobiernos impotentes para realizar cualquier cambio real en su política económica, pese a los malos resultados. Lo mismo ocurrió en la crisis asiática de los años 90s, con los países que acudieron al Fondo (destaca el caso de Tailandia, por trágico); y más recientemente, en Chile y Ecuador había estallidos sociales antes de la pandemia debido, ni más ni menos, a las políticas de austeridad y castigo impuestas a cambio de acceder a líneas crediticias. Pero los grandes prestamistas parecen ser inmunes a las experiencias históricas reales; pocos expertos más dogmáticos y hostiles al empirismo. Además, la deuda pública de los países aumentó considerablemente por las fluctuaciones cambiarias. La deuda externa global (la de todos los países sumados) creció 4.9 trillones de dólares. Finalmente, son reflejos del mismo fenómeno; tenemos instituciones e indicadores financieros creados para un mundo que dejó de existir hace varias décadas, y necesitamos otros, que reflejen menos dogmas y más realidades.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @AnaCecilia_Rdz

 

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