Opinión

En las elecciones 2021 los candidatos son deportistas, artistas, youtubers y tuiteros

Los candidatos en estas elecciones son deportistas, artistas, youtubers y tuiteros con nula preparación, experiencia política y vocación de servicio.
domingo, 7 de febrero de 2021 · 08:35

Votar y ser votado, es una de las máximas de cualquier democracia moderna que garantiza el derecho a la participación ciudadana en la dirección de los asuntos públicos de manera directa, o bien por medio de representantes libremente elegidos. Sin duda, este es uno de los principios que más deben de protegerse cuando hablamos de democracia, pero ¿qué pasa cuando este valor democrático es usado y corrompido desde la misma estructura de poder? El resultado no puede ser otro: la degeneración del modelo. Lamentablemente, este es el estado actual de la democracia mexicana de cara a las elecciones intermedias a realizarse en este año.

Con los comicios en puerta, los partidos políticos han empezado su proceso interno de selección para elegir los candidaturas con los que esperan hacerse del voto popular. Sin embargo, llama la atención que entre estas se perfilen deportistas, artistas, youtubers y tuiteros con nula preparación, experiencia política y vocación de servicio para el cargo que desean ocupar. Aunque éste es apenas un proceso de selección, a nadie causará sorpresa que, en efecto, estas celebridades sean las abanderadas de los partidos políticos para la contienda electoral. Ya en pasadas elecciones los partidos han recurrido a la popularidad de futbolistas, cantantes, actores o cualquier otro personaje de la farándula, para conseguir gobernaturas, diputaciones y alcaldías. Aunque sus candidaturas no contravienen la legalidad electoral, ya que todos tenemos derecho a ser electos, nuestra experiencia política indica que esta práctica es más una perversión que una virtud de nuestra democracia.

La teoría política nos dice que la democracia representativa surge de la convicción de que los representantes elegidos por la ciudadanía son capaces de identificar de mejor manera cuáles son los intereses generales, pues su electorado mantiene el sesgo del interés individual (Bobbio, 1989). Sin embargo, para el caso mexicano no es que esperemos que la cantante Paquita la del Barrio sepa desempeñar la función legislativa local a la que es precandidata y más cuando recientemente declaró: “yo no sé a que vengo aquí, yo sólo sé que hay personas atrás de mi que son los que me van a enseñar a cómo manejar este asunto”, sino que su postulación obedece a la desesperación de los partidos políticos por acaparar la atención y el voto de las multitudes ante la falta de mejores propuestas. En ese sentido, este aspecto de la degeneración de la democracia es única responsabilidad de los partidos políticos y no de los electores por votar a los candidatos que se les ofertan.

El registro de celebridades para ocupar candidaturas en cualquier proceso electoral nos dice mucho de los partidos que los postulan y la manera en que estos ven la democracia. Les utilizan como una fachada para ganar elecciones, pero al momento de tomar decisiones es la clase política tradicional la que está detrás de estos personajes. Estamos, pues, ante la degeneración de la política convertida en espectáculo, originada por una crisis de representatividad motivada por el descrédito hacia los políticos convencionales. Es el triunfo rampante del populismo.

Desde la antigüedad, filósofos y pensadores ilustres han advertido sobre las degeneraciones de la democracia. Para Platón, ésta llegaba con el exceso desmedido de libertad que lleva al hombre democrático a creer que todo le está permitido. Para Aristóteles, la perversión de la democracia radicaba en la pobreza de la mayoría en cuyas manos cae el poder. En ambos, la democracia corresponde a una forma negativa de gobierno, un modelo corrupto en sí mismo, resultado de la perversión de la Politeia. Finalmente, para el historiador Polibio, la democracia termina cuando la masa o chusma se adueña del quehacer público y decreta lo que le venga en gana (Bobbio, 2001). Todos ellos comparten un mismo principio: la degeneración de la democracia sucede por otorgar al pueblo el poder en la toma de decisiones. En otras palabras, suponían que el modelo sólo podía corromperse en una única dirección: desde abajo hacia arriba, es decir, desde los gobernados que libremente eligen mal a sus gobernantes.

Sin embargo, en la complejidad de nuestros sistemas políticos modernos, la degeneración de la democracia viene desde la misma clase política y su sistema de partidos, es decir, de arriba hacia abajo. Tenemos, entonces, una democracia que nos obliga a votar entre la tradicional clase política y por candidatos que no muestran competencias para el cargo, sin acceso a una mayor y mejor oferta. La causa de todo esto no la tienen los oportunistas del espectáculo, ni el electorado por votar lo que hay, sino nuestro agotado sistema de partidos que carece de efectiva representación. El abstencionismo y el voto nulo son apenas un indicador que dista mucho de ser un castigo en nuestro sistema electoral. Con todo, la pregunta es, ¿hasta cuándo vamos a permitir esta democracia de pasarela?

Bibliografía

Bobbio, Norberto. Liberalismo y democracia. México, Fondo de Cultura Económica, 1989, 115pp.

La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político. México, Fondo de Cultura Económica, 2001, 193pp.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @Yancarlo_UNAM

 

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