Opinión

El experimento que no funcionó

Las elecciones del próximo 6 de junio son la oportunidad de corregir por la vía institucional esa incapacidad del presidente y sus aliado.
domingo, 14 de febrero de 2021 · 08:43

La oportunidad de presidir el gobierno de un país implica la puesta en marcha de un proyecto político que representan candidatas y candidatos: una serie de propuestas que determinarán la forma en que se administrará el Estado, se conducirá la economía y se trabajará en beneficio de la población.

Durante casi tres décadas, el proyecto político que condujo al país permaneció, en lo general, alineado a una serie de objetivos que si bien cada partido –PAN y PRI–implementó y desarrolló de manera particular, se mantuvieron constantes y en la misma ruta: una política económica moderada y responsable que detuvo la recurrencia de las crisis económicas, una vida democrática sostenida sobre partidos que si bien aún adolecen en cuanto a la praxis de los valores de la propia democracia, cuenta con marcos normativos y solidez institucional.

La política social, por su parte, fue de igual modo siguiendo una línea similar: el reparto de ayudas en especie, créditos, apoyo a micro y pequeños empresarios, mejoramiento del entorno social, becas escolares, acceso a servicios de salud, entre otros, que iban acompañados de indicadores para medir tanto la efectividad del programa como el desarrollo personal y social de las personas.

Desarrollo de infraestructura como parte toral de la política pública, transiciones lentas pero ciertas en temas como el energético, la sostenibilidad y el medio ambiente o las brechas de género; una vida cultural vigorosa que logró una mancuerna efectiva  y exitosa entre artistas, intelectuales y Estado... Los últimos años del siglo XX y hasta 2018 fue una época en que las y los mexicanos dimos forma a un modelo de país que logró consolidarse por su continuidad.

Y fue ese modelo –delineado a grandes e incompletos rasgos en los párrafos precedentes– el que el triunfo de López Obrador y la mayoría construida desde el Congreso por su partido, Morena, llegaron a detener, a desmantelar y a rechazar en nombre de su propio proyecto político, uno que si bien aseguró sería una “nueva etapa” en la vida nacional, no ha representado un cambio que asegure pasos hacia un futuro mejor que aquel que se trazó a partir de la alternancia política, la apertura económica nacional y la transición democrática.  

Y las diferencias comenzaron a ser notorias desde el principio: la propuesta que se implementaba desde el gobierno, con el apoyo del Legislativo, revertía las reformas energética y educativa; se cambió la forma de combatir a la pobreza para hacer de la entrega de dinero en efectivo la principal política social; se dejó de generar empleo a partir del desarrollo de proyectos de infraestructura modernizadores y se entregaron los recursos a proyectos –el aeropuerto, la refinería, el tren– que desarrollan los militares.

En el ámbito de la democracia, la propuesta y las acciones emprendidas por el presidente y sus aliados apuntan al paulatino pero eficiente desmantelamiento de contrapesos, organismos independientes, equilibrios al poder, para apostar por un centralismo vetusto y muy lejano a una sociedad que poco a poco se transforma desde la pluralidad y la diversidad.

López Obrador encabeza una propuesta que es contraria a la que contribuyó a dar estabilidad a México. Una propuesta que es también una apuesta por la que una parte de la ciudadanía decidió y a la que favoreció con su voto. Una apuesta que, al final, ya puede medirse por sus resultados y que en unos meses podrá será puesta a prueba en las elecciones de este año.

Son esos resultados los que demuestran el fracaso del experimento lópezobradorista: el manejo absolutamente ineficaz e inhumano de la pandemia, tanto en lo que refiere a la salud como a la activación económica o a la estrategia de vacunación; la cada vez más notoria y cínica corrupción de su círculo cercano; el estancamiento económico y el bache que se generará durante los próximos meses, que mal manejado puede ser trágico en el corto plazo para las finanzas del país; la creciente inseguridad, la falta de desarrollo a nivel país y también en el nivel estatal y municipal, notoria ante todo en aquellas entidades y ciudades que gobierna Morena.   

Un experimento que, lo más grave, está costando vidas de mujeres y hombres, de niñas y niños que atravesaron por una situación inédita, compleja, trágica, ante la que el gobierno ha permanecido indiferente, concentrado en defender por qué el experimento sí funciona, ocupado en descalificar a quienes señalan los cada vez más frecuentes desaciertos y desatinos de su proyecto, inmerso en una realidad que de manera alevosa o accidental niega lo que ocurre afuera del Palacio y habita en un monólogo donde toda crítica no es sino una cámara de ecos donde resuena la sola voz del presidente.

Han pasado ya casi tres años. Hoy puede decirse con certeza que el experimento no funcionó. Que concentrarse en su sola idea y rechazar todo diálogo, propuesta o señalamiento que apunte a algo ya no opuesto, sino en todo caso complementario, le ha permitido hacer las cosas a su modo, y ese modo ha fracasado. Ahí están las cifras. Ahí está la desgracia que padecen de miles de familias. Ahí esta la realidad para demostrarlo.

Las elecciones del próximo 6 de junio son la oportunidad de corregir por la vía institucional esa incapacidad del presidente y sus aliados; la oportunidad también de equilibrar un proyecto garantizando que más voces y más ideas deban atenderse y ser consideradas como alternativas: la oportunidad que sólo la democracia como la conocemos otorga a ciudadanas y ciudadanos de corregir las acciones del gobierno.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @altanerias

 

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