Opinión

El Mezcal y Elías

El buen mezcal se vende bien y se dio cuenta, era sencillo para él ser el intermediario entre un productor y un usuario sediento.
sábado, 4 de diciembre de 2021 · 07:33

Mezcaleando

Fue como recibir un balde de agua fría sobre la cabeza. Al abrir sus medios sociales, se dio cuenta que lo habían cancelado.

Elías da clases en la Universidad. Es casado y tiene dos hijos. Vive en un modesto departamento en una colonia de clase media en el norte de la Ciudad de México.

Desde hace una década, durante su tiempo libre se dedica ayudar a una organización sin fines de lucro, a promover el buen uso y consumo del maguey y el mezcal.

Elías es un gran orador y un dedicado estudiante. Su gusto por los destilados de maguey lo motivaron a invertir muchas horas de estudio y trabajo que lo han llevado a ser un especialista en métodos de producción, geografía e historia del maguey y sus usos.

Durante esas horas de voluntariado tiene la oportunidad de conocer muchos productores de Mezcal, Tequila, Raicilla y Bacanora, algunos de ellos icónicos. Con sus dotes de orador y su conocimiento respecto a las problemáticas, logra impresionar y ganarse la confianza de muchos de ellos.

Elías ha subido a muchos foros, se ha codeado con legisladores de todos los partidos, con artistas y cuanto interesado existe en el mundo de los destilados de agave.

El buen mezcal se vende bien y se dio cuenta, era sencillo para él ser el intermediario entre un productor y un usuario sediento. Al principio fue desinteresadamente, luego comenzó a ganar unos pesos y comenzó a revender en mayores cantidades los destilados que adquiría a crédito.

Las cosas se torcieron cuando se le hizo fácil, debido a la ingenuidad de los productores, a no pagar a tiempo lo que le vendían a crédito. A los maestros mezcaleros les daba pena cobrar, no sabían hacerlo, eran impresionados por la personalidad de quien hablaba tan fuerte y bonito y les defendía en tantísimos foros.

Con los años, las deudas se fueron acumulando, Elías se gastaba lo que ganaba con facilidad. De cierta manera, se creía reembolsado por el esfuerzo “gratuito” que hacía defendiendo los intereses ajenos, gritando a quien deseara oírlo, cómo los reguladores, los que vendían, los que exportaban, eran los malos de la película.

Durante años, Elías sirvió en su casa los mejores mezcales de México. En su anforita siempre portaba una joya diferente mientras sus deudas se iban acumulando. Debía más de lo que pagaba, bebía y regalaba más destilados de lo que podía permitirse con su modesto salario de profesor universitario.

Un día el hilo se rompió. De alguna manera, varios de sus acreedores coincidieron en algún lugar, la plática se orientó hacía él y se dieron cuenta del abuso. Usaba el mismo “modus operandi”.  En cada caso ofrecía ayuda para promover el mezcal, se llevaba un litro o dos, después pedía cien, los cuales le eran enviados -con cargo al remitente-. Luego, para pagar daba largas, a veces saldaba un poco, pero rara vez el total y, si los ofendidos pasaban por la ciudad, entonces su teléfono dejaba de funcionar, argumentando que o lo habían internado en algún hospital o que andaba de viaje o cualquier otra mentirilla.

La acusación en los medios sociales fue un golpe duro. La organización que voluntariamente lo emplea lo ha citado y los mensajes de reproche en los medios sociales se han multiplicado. Elías se dispone a escribir un texto aclaratorio. En el fondo, está convencido que no es una mala persona, y que los verdaderos ladrones son otros: los dueños de marcas, los grandes productores y los reguladores. Al fin y al cabo -piensa- es a campesinos y son solo unos cuantos cientos de miles de pesos los que debo…

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @ElixirGospeller

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