Opinión

Cooperación para la complejidad

De las tres economías latinoamericanas que cubren los medios financieros internacionales, la única que apareció bajo una luz positiva fue México.
martes, 23 de noviembre de 2021 · 16:10

Mientras en Argentina luchan por conseguir un consenso presidencial e intra parlamentario sobre los términos de un nuevo acuerdo con el FMI, la inflación en Brasil se ha disparado hasta los dos dígitos. El país de la plata tiene una situación que nos recuerda la crisis de la deuda regional de los años ochenta,  y (con buenas o malas razones) sus gobiernos han considerado el endeudamiento indiscriminado para hacer frente a las coyunturas económicas, políticas y sanitarias. El problema es que ya no tienen recursos suficientes ni siquiera para mantener operativas las áreas esenciales del gobierno y pagar su servicio de deuda externa. Por eso el único tema relevante hoy es la renegociación de sus obligaciones. Los brasileños, por otra parte, han sufrido una depreciación de su moneda (el real) frente al dólar de más de 25% desde 2020. Esto comenzó cuando el país carioca destinó más del 10% de su PIB en programas de subsidios y transferencias económicas para tratar de mitigar la crisis. La devaluación, en abstracto, puede aumentar la competitividad de las exportaciones y traer algún otro beneficio marginal, pero no en una situación como la presente, de recuperación contracíclica basada en el consumo mediante estímulos gubernamentales. En estas condiciones, mayor inflación y pánico estatal pueden llevar a una espiral difícil de revertir.

Destaco estos casos porque, en primer lugar, los escenarios regionales son siempre lecciones profilácticas, y en segundo lugar, porque de las 3 económicas latinoamericanas que cubren los medios financieros internacionales, la única que apareció bajo una luz positiva fue México. A raíz de la cumbre norteamericana tripartita, se habla sin ironía de un bloque geopolítico conformado por Canadá, Estados Unidos y nosotros, y de acuerdos relevantes alcanzados en materia de cadenas de suministro y flujos migratorios. Quiero ser muy clara: hablo de geopolítica porque la óptica de estos consensos trasciende la lógica comercial, aunque la incluye. Las disrupción de las cadenas de suministro el año pasado demostraron la fragilidad y el riesgo de la dependencia americana y europea hacia los países asiáticos, donde a los pocos días de las fronteras cerradas hubo ausencia de medicamentos genéricos en todo el mundo, y fueron también dos países más allá del Báltico los que generaron dos colapsos energéticos, pues el mundo ha oscilado entre la sobre oferta y la escasez. No estoy implicando que en estas situaciones hubiese un intento deliberado de desestabilización, simplemente señalo el hecho de que Europa y América constataron la vulnerabilidad que su seguridad nacional (porque de eso se trata cuando no hay medicinas o gas) en el arreglo económico presente, y es comprensible que quieran darle una sacudida. La construcción de un flujo seguro y preferencial de bienes esenciales a través de América del Norte es una idea prometedora.

Y para los socios del T-Mec también el fenómeno migratorio es complejo, pues no es un conflicto aduanero sino humanitario, que además es inevitable. En ese sentido, la inversión a gran escala en los países de origen sería más eficaz para los países receptores que el endurecimiento de cualquier policía fronteriza o las deportaciones masivas. Así las cosas, el resurgimiento de los discursos nacionalistas no cambia un ápice el hecho de que los problemas más complicados deban abordarse y resolverse mediante la cooperación estratégica internacional.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @AnaCecilia_Rdz

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