Opinión

Formalidad para la competitividad

La reconfiguración económica global está ocurriendo en dimensiones que van más allá de la recuperación de la producción y el consumo a corto plazo.
martes, 16 de noviembre de 2021 · 16:58

Diversos medios de comunicación reportaron que durante el tercer trimestre de 2021, al menos 62 de las 88 empresas que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores sumaron 44 mil 857 nuevos empleos. La razón - dicen - fue la vigencia y luego el ultimátum gubernamental de verificar el cumplimiento de la reforma laboral que puso fin al outsourcing.

Para hacer un brevísimo recordatorio sobre el asunto, baste decir que antes de la reforma una empresa estaba en libertad de subcontratar cualquier trabajo o proceso que integrara su funcionamiento empresarial, incluyendo aquellas actividades que constituyeran el centro del negocio. En pocas palabras, una compañía de motores podía subcontratar desde los ingenieros que diseñaban los motores, hasta los empleados que los vendían, pasando por los empleados administrativos que llevaban la contabilidad, y los que daban mantenimiento a las máquinas y computadoras. La consecuencia de esto era una irresponsabilidad absoluta de la compañía para con sus trabajadores, porque resulta que jurídicamente no eran considerados tales. Actualmente, se permite la contratación de servicios especializados, pero debe reunir una serie de condiciones para que no se considere que se está haciendo fraude a la ley.

Además de su arista laboral, el tema pega fuerte al modelo de precariedad fiscal que ha vivido México desde siempre (y aquí si digo desde siempre, son famosos los contratos leoninos de compañías extranjeras durante el porfiriato, en perjuicio del Estado Mexicano, a cambio de inversión para la industrialización).

Es cierto que la reforma laboral contó también con la presión de Estados Unidos, como una de las exigencias de revisión al tratado comercial trilateral. Pero también que las prioridades se alinearon para que el gobierno federal trasladara una parte importante del impacto económico a las empresas más grandes que operan en el país (las que cotizan en la bolsa, por ejemplo), mismas que, con todo y la tensión posterior a la reforma y las defensas jurídicas, duplicaron su plantilla. Eso demuestra, entre otras cosas, que con todo y la regularización de la plantilla siguen teniendo utilidades y simplemente estaban abusando de las lagunas legales y fiscales. Lo hemos dicho en otros artículos: la inversión privada y la libre competencia se debe incentivar si se busca un desarrollo sostenible, pero la utilidad de las unidades económicas no puede basarse ni en la evasión fiscal ni en la construcción de paraísos fiscales, porque eso ya no es libre mercado, sino otra cosa. La formalización del trabajo en México no es simplemente convencer al vendedor ambulante de que se dé de alta en Hacienda, sino también convencer a las empresas millonarias de México de que paguen los impuestos que les tocan, y cumplan con las obligaciones laborales y de seguridad social que implica tener trabajadores. Es una pretensión modesta, que en los países desarrollados donde muchas de ellas tienen su matriz, es de sentido común.

Ahora bien, la reconfiguración económica global está ocurriendo en dimensiones que van más allá de la recuperación de la producción y el consumo a corto plazo. En ese sentido, Estados Unidos requiere socios comerciales regionales que le permitan compensar las pérdidas potenciales de su guerra comercial con China; una guerra que tiene ya aristas geopolíticas que trascienden lo comercial, aunque los economistas no lo vean. México y Brasil son los dos países que más fácilmente pueden convertirse en potencias regionales que formen parte de un engranaje económico y político regional. Conviene ser competitivos, también en nuestros mercados de trabajo.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @AnaCecilia_Rdz

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