Opinión

Viejas batallas, nuevas representaciones

Falta seguir afinando la normativa nacional e internacional para evitar los abusos, y no en regresar al modelo de economías cerradas.
martes, 19 de octubre de 2021 · 17:17

Uno de los temas recurrentes a partir del Gran Confinamiento del año pasado, es la disrupción de cadenas de suministro globales. El núcleo de la idea es sencillo: desde hace algunas décadas, los avances en materia tecnológica y la apertura comercial, generaron la posibilidad para las grandes empresas, de colocar todo o parte de su infraestructura productiva fuera de su país de origen. Es decir, aunque la unidad económica de la que hablemos sea una farmacéutica alemana o una casa de diseño de ropa italiana, los bienes que llegan al consumidor con el sello de esas marcas, pueden haberse materializado y distribuido sin pasar por su país de origen. Esa práctica, denominada “off shore”, tuvo algunos aspectos positivos, como la inversión masiva de grandes capitales en países emergentes, y la transferencia de tecnología que, necesariamente, ocurre cuando la reubicación sucede (aunque no en el grado que se quisiera). Pero en otros casos, la motivación es innoble y los resultados también. Son los mecanismos descritos los que pusieron la imprenta multinacional en el trabajo infantil y el empleo inhumano en general, sobre todo en ciertos países de Asia y África. También son parte de la razón del movimiento indiscriminado de capitales, la creación de empresas fachada y la evasión fiscal a gran escala. Pasar de la regulación estricta a la desregulación indiscriminada generó lagunas que siguen aprovechándose en aras de las prácticas fraudulentas en lugar del fomento al desarrollo.

Ahora bien, pocos disentirán de la opinión de que la solución estriba en seguir afinando la normativa (nacional e internacional) para evitar los abusos, y no en regresar al modelo de economías cerradas, que es hoy insostenible. Pero el 2020 fue un catalizador agresivo para la economía global, porque nos mostró la fragilidad con la que una decisión política nacional (la decisión de un cierre de fronteras en la India por motivos sanitarios, por ejemplo) puede dejar en el desamparo al resto de los países del mundo en el suministro de medicamentos genéricos de todo tipo (para continuar con el mismo ejemplo). Es decir, mientras las multinacionales estaban en su juego de contención para perpetuar la escasez e ineficacia de leyes que impedían sus prácticas abusivas, llegó un acontecimiento trascendente que les recordó, muy a su pesar, que el modelo actual es también frágil y susceptible de ser colapsado de un día para otro y sin que importe la cantidad de dinero que tengan para cabildeos o sobornos. Sería irracional que la comunidad económica internacional volviera a sus ideas pre pandémicas sin aprender nada, pero no sería la primera vez que muestren esa resiliencia tóxica.

Sobre esta preocupación, la analista Mamta Badkar ha expuesto hace poco una paradoja; específicamente, en Estados Unidos, frente al estímulo masivo a la reactivación económica y la veloz cobertura de vacunación, amén de la escasez de mano de obra, una gran cantidad de bienes y servicios están por debajo de la línea de demanda efectiva. Resulta que aunque tengas el dinero para comprar algo, no hay ahorita de eso, para acabar pronto. Pero las ganancias corporativas se han mantenido estables, e incluso a la alza en algunas industrias. Como siempre, el que paga indirectamente los problemas de suministro de insumos, está siendo el consumidor final. Frente a esta situación, no podemos creer que el mercado, por sí solo y sin supervisión alguna, puede ser medianamente confiable. La interdependencia absoluta y la ausencia de Estado ya no debería ser la aspiración global.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @AnaCecilia_Rdz

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