Opinión

Nada termina hasta que termina

Cada médico vacunado y en activo nos pone a todos un paso más cerca de la salida final a esta crisis.
martes, 19 de enero de 2021 · 16:48

Twitter: @AnaCecilia_Rdz

Ha sido una mes difícil para los tomadores de decisiones colectivas en materia de salubridad, como atestiguan los titubeos, las renuncias y algunas denuncias. Habíamos advertido que, particularmente en esta transición a 2021, la continuidad de procesos y desafíos no dio tregua. Los números en materia de economía, salud pública y coyunturas varias, así lo confirman. Eso no quiere decir que haya que preocuparse, sino que es menester ocuparse, cada quien desde su trinchera; el primer frente sigue siendo el de los profesionales de la medicina (médicos, pero también ese gremio heroico que es la enfermería y los paramédicos, entre otros), a quienes urge inmunizar lo más pronto posible.

Cada médico vacunado y en activo nos pone a todos un paso más cerca de la salida final a esta crisis.

Sin embargo, es también esencial la articulación de estrategias de los tomadores de decisiones colectivas (públicos, pero también privados, como dueños de empresas) para plantear caminos realistas y sostenibles que permitan a la sociedad y a las personas (es decir, las estructuras y los individuos) cumplir con las normas de orden público sin que eso implique un suicidio, literal o simbólico. La supervivencia de las familias tiene muchas aristas, incluyendo la alimentaria y la de la procuración de un techo y vestido. Esas cosas no son frivolidades, sino parte esencial de la dignidad personal, y a consolidar ese concepto de subsistencia se ha dirigido una parte importante del avance legislativo y convencional de los derechos humanos; así, para que una persona siga viviendo no basta con no enfermarse. Hay un aspecto positivo y apremiante, que vemos cada vez más como una realidad violenta e indiscutible, en la búsqueda de los seres humanos de hacer lo necesario para no morir, tampoco de hambre ni de desesperación. Es, además, una realidad que nos ha plantado cara, indiferente a nuestros prejuicios y agendas, simplemente es.

Debemos dejar de ver las preocupaciones de las distintas personas como obstáculos a que prevalezcan nuestras prioridades (de ideología, de gremio, de nación) y más como una parte de esta crisis que no se puede invisibilizar. Lo que puede ser una medida viable por 90 días, no lo es por 1 año, o por 3. Mientras más sabe el mundo acerca de la enfermedad y su tratamiento, mientras más se realizan las acciones de producción y logística para vacunar a la humanidad, también aprendemos acerca de lo que es posible en materia de política pública, responsabilidad personal (o irresponsabilidad personal), equilibrios de valores y rasgos culturales. Y nada de eso se suprime por decreto. Pedir represión y castigo para quienes viven al día, no una solución; es la causa de otros problemas. Debemos hacernos cargo de la realidad, una que nadie esperaba, pero es la que nos tocó vivir.

Eso explica, en buena parte, los nuevos planes de reapertura con mitigación de riesgo que en algunas ciudades ya entraron en vigor. Porque una política que no es realista, no es política; en todo caso es filosofía, aunque sea muy noble. Saldremos adelante, ojalá siendo más empáticos.

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