No odio menstruar, sino que odio el mundo en el que vivimos. Odio que exista un problema mundial de ausentismo escolar debido a una condición biológica como lo es menstruar. Odio que la compra de los productos de higiene femenina sea tan cara y discriminatoria que muchas mujeres y personas menstruantes deban faltar a la escuela por no poder comprar dichos productos o porque en sus escuelas no hay infraestructura como un baño cerrado y con agua donde tener una adecuada higiene menstrual.

Odio que en algunas comunidades rurales los baños se encuentren fuera de la casa y las jóvenes sean víctimas de abuso sexual. O que en Nepal exista el chaupadi que es una practica hindú que obliga a mujeres y niñas a ser expulsadas de sus casas cada mes, porque si no se alejan se cree que el pueblo y la comunidad sufrirá una desgracia.

Odio que sea algo que debe ser escondido, secreto. Odio que la información sea tan poca que existan hombres que crean que menstruar es una decisión como ir al baño y que por eso no merecen ser gratuitas. O que existan jóvenes que cuando menstrúan piensan que se están muriendo porque no saben qué esta sucediendo en su cuerpo ni el por qué.

Odio que las cárceles no estén pensadas para las mujeres, el sistema penitenciario debería de cubrir estas necesidades básicas, pero no lo hace, así que tienen que recurrir a utilizar un pantiprotector como tampón, papel de baño o un trapo esperando que absorba bien y que no contraigan ninguna infección.

En septiembre del año pasado en México, el colectivo #MenstruaciónDignaMéxico impulsó una iniciativa de ley ante la Cámara de Diputados, la cual buscaba eliminar los impuestos a las toallas desechables o de tela, copas menstruales y tampones. Odio que sin importar los datos contundentes que presentaba la iniciativa, sin pensar en las más de 63 millones de mujeres, niñas, adolescentes y personas que menstrúan y sin tomar en cuenta que solo cuatro de cada diez tienen acceso a estos productos, en octubre los legisladores desestimaran la iniciativa que buscaba eliminar el IVA en productos básicos. No se debería de pagar un impuesto por menstruar, es absurdo, es un impuesto sexista que solo incrementa la desigualdad en la población.

Pero pensándolo bien no todo es odio pues también amo la complicidad que existe, es como un pacto, sin importar quién la pide quien tiene una toalla o tampón la da sin esperar nada a cambio o sin buscar que en algún momento se la paguen. Amo que cada vez existen más redes de apoyo y colectivas que buscan informar y concientizar sobre el tema. Amo que poco a poco deja de ser un secreto y las nuevas generaciones ya no temen hablar del tema ni buscan esconder algo tan natural como lo es menstruar. Y amaré cuando realmente deje de ser un lujo contar con productos de higiene de esta índole y se convierta en un derecho.

Puedes conocer más del autor en su cuenta de Twitter: @Beelindacn

 

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