Opinión

México: entre el surrealismo y el realismo mágico

jueves, 24 de septiembre de 2020 · 15:47

Twitter: @AlfiePingtajo

Me cuesta trabajo creer en un ser divino que creó el mundo; me gusta más la definición que ofrece Jaime Sabines en su poema “Me encanta Dios”: A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho -frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes!

Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.

Si no, de otra forma no podría explicarme tanta cosa extraña y catastrófica que nos pasa.

Empero, no se espante querido lector, el país no está para estos temas; quien esto escribe se define asimismo como un come curas. Soy un defensor a ultranza del Estado Laico y pienso que la religión debe practicarse en casa, en los templos y “probablemente” servir de guía para las acciones que uno da. Y por supuesto, la religión y las creencias no deberán ponerse en práctica a la hora de legislar o trazar políticas públicas. Las leyes, los reglamentos, las normas y los códigos deben proteger, beneficiar y regir a todos los ciudadanos sin distingo de creencias, ideologías, partidocracias, sexo y/o color.

Sin embargo, vivimos tiempos extraños y no alcanzan las palabras para definirlos, pues cada día uno se encuentra nuevas sorpresas.

André Bretón visitó México en 1938 y así definió su experiencia:

“No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo, México es el país más surrealista del mundo”.

Salvador Dalí, describiría se expresó así sobre su experiencia mexicana:

"De ninguna manera volveré a México; no soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas".

Tales voces no podrían estar tan equivocadas. La única forma de explicar todo lo que pasa en la actualidad mexicana es asumiendo que somos más surrealistas que la misma corriente artística. Y si combinamos la definición poética de Sabines sobre

Dios, podríamos decir que México es el resultado artístico de alguna idea o imagen que algún artista surrealista tenía en su cabeza y plasmo en un libro o una pintura.

O simplemente, todos deseamos tener nuestros quince minutos de fama y deseamos aparecer en la nueva antología de viñetas del México Bizarro que antologan con gran precisión Alejandro Rosas y Julio Patán.

O bien, todos somos actores de una puesta en escena cuya estética está construida alrededor del teatro del absurdo.

Y la verdad es que se me acaban las palabras para hablar del absurdo en el que vivimos y comienzo a creer que eso sólo es posible en México. Carlos Monsiváis sería quien tendrían las palabras precisas para describir a este México, aunque también confío en las virtudes de Juan Villoro. Empero, a veces, pienso que todos somos protagonistas de una novela escrita por Ignacio Padilla.

Mientras escribo e intento darle sentido a esto, pienso cómo explicaría Monsiváis que: un supuesto promotor del legado de Benito Juárez, refiera ante la ONU, que era tan importante que Benito Mussolini se llama así en honor de dicho liberal mexicano o que desde la tribuna nacional se ponga a dar lecciones basadas en la religión. Entre otras tantas joyas:

  • Rifar un avión que no se rifó y tampoco se vendió, pero tampoco se usa.
  • Asegurar que las feministas que quemaron una pintura (no histórica, pues es reciente y sigue vivo el artista) de Francisco I. Madero son neoporfiristas.
  • Afirmar que se apoya a la Cultura, pues se dan becas a los estudiantes; a pesar de que ha eliminado fideicomisos culturales, disminuido presupuestos a INBA e INAH y otras linduras.
  • Decir que su gobierno no persigue ni señala a nadie, pero tiene una guerra casada con Reforma, Nexos y Letras Libres.
  • Crear un Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, pero sus funcionarios han robado -y al parecer- desviado recursos.
  • Promover en su discurso que su Gobierno quiere unir al pueblo mexicano, empero cada que puede señalar de conservadores, neoporfiristas y enemigos de la nación a quienes no estén de acuerdo con sus procederes. Y eso lo haya llevado a pronunciar: “se está con la 4T o contra la 4T” y que no hay lugar para puntos medios.

Y la lista podría seguir.

Y también, del otro lado, es justo señalar que sólo en México existe una oposición que no parece oposición y se bautizan con nombres como: Frente Nacional Anti AMLO (FRENAA) o Todos Unidos Contra Morena (TUMOR).

Lejos de ser oposición, parecen chiste mal contado.

Pero también dan la sensación de ser el cáncer de México, pues también son movimiento que promueven el odio, la intolerancia y la nula discusión democrática, libre y plural.

Y es que nadie que conozca la Historia de México podría estar a favor de un movimiento que recurre a las creencias para cimentar su protesta.

Murieron muchos mexicanos en la Guerra de Reforma y posteriormente en la Guerra Cristera, lo que menos necesitamos es revivir esos episodios.

México necesita un líder que concilie y dejé de dividir desde la tribuna nacional. En otras palabras, a AMLO le urge entender y comprender que ya no está en campaña, y comenzar a ser un estadista. Si no cambia, mucho me temo que este sexenio será su debut y despedida; claro si no recurre a las viejas mañas del más viejo PRI (que él parecer enarbolar).

AMLO necesita rodearse de políticas de la talla de Porfirio Muñoz Ledo y alejarse de todos esos aplaudidores que no le cuestionan nada y no le hacen ver las diversas opciones y perspectivas que un buen gobernante debe conocer para tener las herramientas necesarias y así lograr conducir adecuadamente el presente y futuro de un país como México.

Empero, hay otras voces mexicanas que asegura que no vivimos en país surrealista sino en un descrito e imaginado por Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez.

Las opiniones vertidas en la sección de Opinión son responsabilidad de quien las emite y no necesariamente reflejan el punto de vista de Gluc. 

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