Opinión

El arte como solución y esperanza para la humanidad

jueves, 24 de septiembre de 2020 · 11:05

Twitter: @HadaCosquillas

“El lenguaje en imágenes no ha madurado todavía a plenitud porque nuestros ojos no se encuentran todavía a su nivel”, decía Walter Benjamín y tal parece que aún ninguno de nuestros sentidos ha madurado realmente para comprender exactamente el sentido del arte en la historia de la humanidad. Tan solo unos cuantos han sido capaces de despertar la conciencia para comprender los mensajes que devienen de las formas, los colores, los sonidos, las sensaciones que conforman una obra de arte auténtica.

Hoy día el arte se manifiesta tal y como la humanidad se encuentra, sin rumbo, sin orden; una mera repetición o deconstrucción de lo que los grandes artistas del pasado han hecho e instaurado, incluso, fundado como un mundo nuevo. El arte se ha perdido entre las voces, las luces, los ruidos de las pantallas, de lo digital de hecho, se ha fundido con lo tecnológico de tal modo que se ha desvanecido entre las calles perdidas de la conciencia. Ha sucumbido a las delicias de la satisfacción inmediata, a la inflación de egos hambrientos de estarse reiterando el valor de su propia existencia.

El artista de estas épocas al igual que los intelectuales se han fundido junto con la ignorancia que conlleva el creer que se sabe de todo y se puede decir algo acerca de todo. Esas voces, palabras y manifestaciones de todo tipo que simplemente expresan el vacío, quizá sea tiempo de guardar silencio, de acallar las almas inciertas o quizá podamos hacer el último intento de hacer un pronunciamiento cuaternario como el que describe Heidegger, esa unión entre cielo, tierra, dioses y mortales. ¿Pues de dónde más podría surgir el arte sino de esos caminos misteriosos de la vida?

Más allá de técnicas, corrientes y gustos estéticos, el arte expresa lo más puro y auténtico del ser. Emociones de óleos, bronces, sonidos, imágenes; emanan de lo más oculto del ser humano para sí mismo de ahí que Benjamín nos habla del aura de la obra de arte, ese entretejido especial entre espacio y tiempo, aparecimiento único de la lejanía por más cercana que se pueda estar. Son dos conexiones interconectadas que nos deleitan de lo más conocido, así como del misterio de modo simultáneo. De ahí la imposibilidad de hablar tan fácilmente de la existencia de una obra de arte en estos funestos tiempos, la humanidad está distraída ante la hecatombe del sentido primigenio del ser humano el cual es como diría el gran Píndaro “ser lo que debe uno ser”.

Al dejar que el arte se funda entre las simulaciones, hemos también permitido nuestra propia perdición entre los recovecos de la existencia. Hoy más que nunca necesitamos hacer arte, recuperar la esencia de la humanidad y volver a otorgarle un sentido al Ser, sí, con mayúscula, pues hemos estado cediendo nuestra propia voluntad de ahí que no haya necesidad de pronunciamientos, pues nuestra expresión se ha reducido a la mera doxa de la repetición, somos esclavos de la posverdad y ciegos ante nosotros mismos y como decía Saramago: “¿Si acabamos todos ciegos, para qué queremos la estética?”

Pero tengo la esperanza de que esta ceguera sea pasajera pues sé que no todos los humanos están ciegos y de ahí es que nace la certeza de que la humanidad puede aún evolucionar, parafraseando a Saramago; si no somos capaces de vivir como personas, hagamos lo posible para no vivir enteramente como animales.

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