Opinión

El realismo mágico de la 4T

domingo, 20 de septiembre de 2020 · 23:24

Twitter: @UZETASUM

Hablemos del realismo mágico del gobierno que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador. Ubiquemos primero al realismo mágico como una característica propia de la literatura latinoamericana que floreció con esplendor en los años sesenta y setenta, a raíz de las discrepancias surgidas entre la tecnología y la superstición, y en un momento en que el auge de las dictaduras políticas convirtió la palabra en una herramienta preciada y manipulable.

Su máximo exponente fue Gabriel García Márquez con “Cien años de soledad” (1967), “El otoño del patriarca” (1975) y “Crónica de una muerte anunciada” (1981), que son ya un referente de este género.

El realismo mágico no es una expresión literaria mágica, ya que su finalidad no es la suscitar emociones sino más bien expresarlas, y es por sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad.

La estrategia del escritor pasa por sugerir un clima sobrenatural sin apartarse de la naturaleza, deformando para ello la percepción de las cosas, los personajes y los acontecimientos reconocibles de la trama de su trabajo.

Ese mundo que solo vive en la mente del escritor se extrapola ahora hacia la mente del presidente López Obrador, quien se ha convertido en un gran exponente del realismo mágico de la política mexicana, donde todo es posible.

El problema es cuando ese mundo de magia y fantasía, donde no hay límites ni reglas, se topa con la terca realidad. En ese sentido, el realismo mágico de la 4T vive ya entre nosotros.

Este universo construido a partir de la propaganda machacona y cotidiana de las mañaneras de AMLO va cobrando forma en la mente de sus fieles y furibundos seguidores. Para ellos, no hay otra realidad más que aquella que su líder construye cada mañana.

Ese realismo mágico ha permitido la existencia de consultas a mano alzada que no tienen sustento legal alguno, pero que se convierten en realidad a partir de acomodar las cosas y torcer la legalidad al capricho del soberano.

Esa realidad ficticia que solo es posible en la mente de López Obrador ha marcado su estilo de gobierno y es, en los hechos, lo que le permite darse margen de maniobra para manipular a su antojo cualquier situación.

Ahí está la rifa del avión presidencial, que no fue rifa, ni venta, sino un sorteo a modo para poder darle un sustento mínimo a un capricho de campaña del presidente en turno.

López Obrador maneja los símbolos y, a partir de ellos, logra crear una realidad paralela que le de sustento a su acción política. Ese mundo ha ido ganando terreno en la política nacional y comienza a convertirse en una seria amenaza para la institucionalidad establecida y en un riesgo para todo aquel que contradiga la palabra presidencial.

Esa característica lo pinta de cuerpo entero y lo muestra tal cual es: un animal político que utilizará todos los recursos a su alcance para darle vida a ese país de fantasía de la llamada Cuarta Transformación.

En ese sentido, si alguien se interpone en su camino hacia ese mundo mágico y maravilloso, pagará las consecuencias. El evangelio según San Andrés no puede ser cuestionado por nadie, bajo la simple lógica de “quien no está conmigo, está contra mí”.

El duelo es entonces ideológico-político. Por eso la virulencia hacia todo aquel medio, periodista o adversario que ose cuestionar la voz del mandatario predicador.

Lo bueno es que ese realismo mágico no acaba de cuajar y se sigue topando día con día con la terca realidad.

Las opiniones vertidas en la sección de Opinión son responsabilidad de quien las emite y no necesariamente reflejan el punto de vista de Gluc. 

Otras Noticias