Opinión

Carmen Moreno Toscano

viernes, 18 de septiembre de 2020 · 09:27

Twitter: @AGuerreroMonroy

Conocí a Carmen cuando tenía cuatro o cinco años, aunque muy probablemente fue antes y no lo recuerdo. Tengo entendido que mi papá la conoció cuando Carmen dirigía los asuntos internacionales en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y mi papá conducía los rumbos del recién nacido Fonacot. El secretario era Porfirio Muñoz Ledo y el subsecretario del ramo Agustín Alanís Fuentes.

Tuve la fortuna de convivir mucho con Carmen y con Jaime, su esposo, porque con frecuencia compartimos veladas y hasta navidades en el departamento de San Diego. Fue en esas reuniones que tuve la oportunidad de escuchar a muy temprana edad interesantes conversaciones de personajes como Rosario Green, Emilio O. Rabasa, Fernando Solana, Enrique Florescano y Alberto Alegre con sus esposas así como otras parejas que no rememoro. Mis papás me llevaban y era el único niño. En silencio era testigo de las discusiones sobre el contexto internacional y el papel de México en el mundo. Para mi eran temas novedosos que no escuchaba con asiduidad. Me llamaba especialmente la atención el conocimiento y la extraordinaria inteligencia de Carmen, quién generosamente me regalaba chocolates o me llevaba algún juego para entretenerme en la alfombra de la sala. Son muchas las anécdotas y aprendizajes de esas conversaciones que derivaron en mi temprano interés por la diplomacia y los temas internacionales.

Atesoro un grato y aprendizaje cuando doña Carmen Toscano -mamá de Carmen, Alejandra, Octavio y Héctor-, me preguntó “que quería ser de grande”. De manera inocente le respondí que primero quería ser artista y luego Presidente. Me dijo: “Muy bien, muy inteligente, porque para ser Presidente de la República se requiere ser un gran artista. La actuación es inherente a la política”. Y fue así que todos rieron con tan sabia respuesta. El legendario político don Manuel Moreno Sánchez -su esposo y padre de Carmen-, soltó una sonora carcajada y asintió mientras yo los veía desde la perspectiva de mi baja estatura por la niñez.

En ocasiones Carmen pasaba por mi departamento (misma esquina del edificio, algunos pisos más abajo) y les decía a mis papás: ¿Podría llevármelo a Sea World? Para mi significaba la mayor alegría irme con ella a ver las ballenas y los delfines.

Con el paso de los años me decidí estudiar Relaciones Internacionales como fruto de mi admiración por Carmen, de ver su pasión por su trabajo en la Cancillería y de su compromiso con el servicio exterior mexicano. Es por ello que alegra mucho su merecido nombramiento como Embajadora Emérita en días pasados.

Más que hablar de su trayectoria diplomática -admirable y extensa- y de su compromiso y defensa de los derechos humanos y de las mujeres; de su paso como Subsecretaria para Naciones Unidas, África y Medio Oriente; embajadora de México en Costa Rica, Guatemala y Nicaragua (actualmente en el cargo); representante permanente de México ante la OEA así como ser la única latinoamericana en el grupo de asesores del Secretario General Kofi Annan para la reforma de la ONU y de ser la primera mujer designada Embajadora Eminente de México en 1994 así como el haber recibido la Legión de Honor de Francia otorgada por el Presidente Hollande en 2013 y la presea Elvia carrillo Puerto 2015 del Senado de la República entre otros muchos cargos y reconocimientos, me permití compartir algunos de mis recuerdos y enseñanzas de esta gran diplomática mexicana.

Felicidades de corazón muy querida Carmen.

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