Opinión

De urgencias y libertades

jueves, 6 de agosto de 2020 · 12:20

Twitter: @AlfiePingtajo

Siempre se ha dicho -o eso he oído o creído- que la Generación Y o también conocida como millennial somos una generación acostumbrada a la crisis económica (al menos en México), que no conocemos la bonanza económica.

No sé qué tan cierto sea tal afirmación, pero sí creo que somos una generación acostumbrada a distintas y diversas crisis: social, económica, existencial, ideológica y un largo e infinito etcétera.

Fuimos/somos una generación que todavía le tocó conocer los disco acetatos, los casettes, los teléfonos de disco, los teléfonos callejeros para llamar con monedas y posteriormente con tarjetas; que tuvimos walkman, discman, mp3 usb y ahora a reproducirlos en celular. Nuestras primera computadores fueron hechas por IBM y era conocidas como PS1.

Podíamos salir al parque a jugar hasta bien noche y caminar por calle a cualquier hora sin miedo a nada. El secuestro no era común o no existía, podríamos decir que compramos el lunch escolar con todo y dulces y refresco y papás por la cantidad de mil pesos (moneda de Sor Juana Inés de la Cruz). Luego vino la devaluación de la moneda y con ello un nuevo trazado económico y social.

A mi generación la ha tocado disfrutar y crecer con los avances tecnológicos que han servido para acortar fronteras y brechas informativas, pero al mismo tiempo -ya sea por la misma tecnología o por temas de seguridad- hemos perdido el contacto humano, la capacidad de relacionarnos con el otro y de disfrutar nuestro entorno.

Retratamos la naturaleza, pero no la cuidamos ni sabemos convivir con ella. Presumimos el libro de moda, pero la lectura no es parte de la mayoría de todos. Compartimos en las redes sociales la música que escuchamos por ciertas apps, pero hemos dejado de valorar la calidad musical que se tiene al reproducir un Cd o un disco de acetatos. Anunciamos que vamos al Teatro o al Cine, pero no estoy tan seguro que estemos disfrutando y dejándonos impactar por dicho fenómeno.

Vivimos de prisa

Nos urge llegar a un lugar que desconocemos y no aparece ni en la Guía Roji ni el Google maps.

Hoy, el COVID-19 nos ha obligado a encerrarnos en casa y a convivir con la familia, la pareja o uno mismo. Unos saldrán bien librados y fortalecidos, otros saldremos más madreados que un boxeador juvenil retando al mejor Julio César Chávez, pero me temo que ninguno saldremos con una gran reflexión de esto.

Somos una generación que le tocó disfrutar los frutos de las luchas de los jóvenes del 68 y sin embargo, no hemos tenido la capacidad de valorarlos y pelear por ellos. Nos hemos sentado a ver su casi desaparición.

Unos más han tenido la fuerza y entrega para salir a pelear por conservar lo ganado por generación que nos antecedió y por obtener otros nuevos derechos propios de nuestros tiempos. Y las redes sociales han sido una gran alianza, pues han servido para visibilizar las injusticias. Sin embargo, nos ha faltado más unidad, más empatía y más coraje para exigir que las autoridades nos les toca colgarse la medalla de las luchas si no atender las demandas y legislar todas las leyes y códigos posibles para que nunca más se vuelvan a repetir dichas injusticias o al menos exista el fundamento legal para castigar correctamente dichos crímenes.

Empero, hay algo que la sociedad solita y las redes sociales nos han ido arrebatando: la capacidad de pensar y opinar distinto, así como la valoración del debate.

Hoy en redes sociales si uno opina de cierta forma, te tachan de pertenecer a cierta corriente ideológica y te castigan y acosan por ello.

Nos estamos violentando como sociedad. Hoy el enemigo no sólo es el que nos asalta si no el que piensa distinto a uno y hacemos todo lo posible por impedir que tenga medios para volver a expresarse.

Algunos más dicen que esa expresión debe mesurarse y que permitir que ciertos pensamientos se realicen sería contribuir a su difusión y lo mejor sería extinguir todo pensamiento o ideología que creamos o sintamos está vulnerando o afectando al otro.

Me da la impresión de que hoy todos nos sentimos jueces de la Santa Inquisición.

Los grandes países y las grandes democracias son aquellas donde todas las libertades y derechos están garantizados por las leyes y donde el disenso se agradece y valora. Se construye en la coincidencia de visiones y en la diferencia de las mismas.

Urge defender la capacidad de pensar y opinar distinto. Urge valorar al enemigo y amar al amigo.

Urge aprender a trabajar en comunidad y en equipo.

Urge volver a creer en los sueños, los ideales y luchar por ellos.

Urge entender que un verdadero humano libre y de buenas costumbres nunca se arrodillará ante ningún otro ser humano y siempre luchará para que su prójimo goce de las mismas libertades y derechos en todas partes del mundo.

Urge vivir a plenitud y luchar por trascender de forma positiva.

Es necesario construir un mundo donde se viva en Amor, Libertad, Equidad, Fraternidad y Empatía.

Necesitamos entregarles a las nuevas generaciones un México, un mundo donde se goce de una auténtica libertad de pensamiento e ideología, de no hacerlo estamos condenados a ser una especie de humanos androides.

Las opiniones vertidas en la sección de Opinión son responsabilidad de quien las emite y no necesariamente reflejan el punto de vista de Gluc. 

 

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