Opinión

Si no tienes nada bueno que decir, mejor no lo digas

martes, 4 de agosto de 2020 · 14:50

Twitter: @marisahurtadom

Ningún gobernante, ni su administración, son ideales o perfectos. No obstante, al ejercer nuestro derecho al voto, en cualquier tipo de elección, queremos que aquel representante que elegimos, sea el más apto, que acate sus promesas y cumpla con nuestras expectativas. También esperamos que sea capaz de aceptar la crítica, pues es algo básico dentro de un sistema democrático. Desafortunadamente, hoy en día, las personas en el poder tienden cada vez más a preocuparse por callar las detracciones, defender su forma de actuar y sus decisiones, que hacer su trabajo y ejecutar acciones reales y tangibles.

Claros ejemplos de esto lo advertimos en casos como el de México y Estados Unidos. Por un lado, podemos observar diariamente a nuestro querido presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que ha hecho célebre la expresión de “yo tengo otra cifra/información” cada vez que un comentario o número no favorece a su gobierno. Por otra parte, que podemos decir del líder de nuestro vecino del norte, Donald Trump, con su dichoso término de “Fake News”, el cual utiliza para amedrentar a los medios, siempre que publican algo que no le parezca.

Ambos mandatarios, a pesar de demostrar evidentes diferencias, son como dos gotas de agua, ya que tienen importantes semejanzas: intolerancia a la crítica, menosprecio hacia la prensa libre, megalomanía, tendencia a mentir o disfrazar la verdad y polarizar como estrategia de comunicación, entre otras. Asimismo, ambos tienen memoria selectiva, ya que buscan que sus ciudadanos sólo recuerden los avances que han realizado en sus respectivos países, sin contar todas las decepciones perpetradas. Y lo peor de todo, es que hacen evidente su exasperación de que no les cuelguen sus medallitas, mientras que analistas alrededor del mundo advierten un sombrío futuro para ambas naciones.

Tristemente para AMLO y Trump, y gracias a la forma en la que se han desenvuelto durante sus mandatos, los mexicanos y los estadounidenses ahora tenemos una “memoria activa”, que ya no es permanentemente impulsada por la clase política y todos los aparatos institucionales, a través de continuas cortinas de humo y falsedades. No. Ya no celebraremos la incapacidad del sistema político de cumplir con las demandas sociales. Ahora más que nunca punteamos sus fracasos en políticas públicas, su ineptitud de aceptar sus errores y su inhabilidad para combatir la desigualdad, la corrupción y la violencia.

Las opiniones vertidas en la sección de Opinión son responsabilidad de quien las emite y no necesariamente reflejan el punto de vista de Gluc. 

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