Cuando estudiar se convierte en un lujo

Twitter: @YessUrbina
 

Este lunes volvieron a la escuela alrededor de 30 millones de estudiantes, luego de que se anunciara la nueva estrategia educativa a través de clases televisadas, transmitidas por radio y cuadernillos hace algunas semanas. Primero, es importante reconocer el esfuerzo de la Secretaría de Educación Pública por ofrecer un plan alterno, dado que la pandemia impide que existan las condiciones para continuar con el sistema escolarizado y, sobre todo, reconocer el gran esfuerzo de los profesores que se adaptan a una nueva era digital que no resulta sencilla y lo mismo sucede con los estudiantes y las personas que les acompañan en la continuidad de sus estudios. También hay que reconocer la calidad que hasta ahora muestra el contenido educativo siendo dinámico y planteado de la forma más integral posible.

Ahora bien, del otro lado de la moneda, cuando la realidad del país señala que hay 60 millones de pobres, que 16 millones de hogares no cuentan con conexión a Internet, que 14 millones de hogares rurales no tienen una televisión, que solo 3 de cada 10 niñes con discapacidad van a la escuela, la estrategia de las clases televisadas y la expectativa de acompañamiento de los padres y madres de familia o profesores a distancia deja de parecer una gran idea y comienzan a ser un lujo y no un derecho humano que debe ser garantizado como marca nuestra Constitución. La estrategia de educación pública planteada por el gobierno ante la Nueva Normalidad, no alcanza a garantizar un derecho que por mandato debe cumplir.

La Nueva Normalidad también ha venido a afectar a escuelas privadas que se han visto en la necesidad de cerrar por falta de matrícula, al no poder contar con un plan alterno que permita a las familias seguir costeando las colegiaturas y a las escuelas mantener los gastos y empleos de profesores, lo que ha provocado que más estudiantes se sumen al sistema de educación pública, que se encuentra saturado como es costumbre.

A eso sumemos las familias que tienen a varios niñes en diferentes grados y que necesitan más de un dispositivo para tomar clases, que los horarios de las clases no favorezcan sus necesidades, que quien los auxilie también puede tener otras ocupaciones y no puede permitirse estar al pendiente todo el tiempo, que se necesitan condiciones aptas que fomenten un buen espacio de aprendizaje y un acompañamiento emocional ante experiencias que nos obligan a adaptarnos, en el mejor de los casos que podamos acceder a estos mecanismos.

También están las otras historias, donde los estudiantes se ven forzados a abandonar su educación porque no pueden acceder a las herramientas necesarias, o porque tienen que trabajar con sus familias para poder sobrevivir o los niñes con discapacidad que una vez más son excluidos.Vivimos en un país profundamente desigual, donde ya nos precedía una crisis de acceso a la educación que se ve agudizada y no atendida de forma oportuna y eficaz por el gobierno. Ésta no debe ser un privilegio, es un derecho humano que el Estado debe garantizar.

El sistema de educación debe ser plural y con alternativas para la mayoría y las minorías del país, siendo consciente de la diversidad de contextos y herramientas con las que se cuentan. 

Que los profesores a través de su vocación, estén dando su mejor esfuerzo para dar sus clases lo mejor que pueden o la adaptación de los estudiantes que continúan en su mismo sistema, o que están transitando de una escuela privada a una pública o viceversa, que las madres y padres de familia estén lidiando en la capacitación y disponibilidad para auxiliar no es ni debe ser mérito del Estado, sin embargo, éste les está abandonando en el proceso de adaptación al ofrecer alternativas que no son viables para las familias o profesionistas que no cuentan con los medios y herramientas para poder acceder a una estrategia poco enfocada en la realidad del país.

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