Opinión

Lozoyazo

domingo, 23 de agosto de 2020 · 19:30

Twitter: @UZETASUM

¡Lozoyazo dado ni Dios lo quita! Esta es la frase que pudiera describir lo que está ocurriendo con el embarradero de gente y de prestigios que ha dejado a su paso la denuncia hecha por Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, ante la Fiscalía General de la República.

Más allá de si la misma es verdadera o llena de mentiras, el hecho es que el golpe está dado y los prestigios de los ahí mencionados quedaron abollados. Es vergonzoso que en México la justicia se litigue en los medios de comunicación antes que en los tribunales.

A nadie extraña la terrible corrupción de nuestros políticos, desde aquel famoso caso del “señor de las ligas”, René Bejarano, quien fue grabado por el empresario Carlos Ahumada, metiéndose fajos de billetes en la bolsa de su saco, hasta la entrega de dinero que llega bien acomodadito en bolsas de plástico transportadas en grandes maletas.

Lo triste es comprobar que, desde entonces hasta los sobornos de hoy día, nada ha cambiado. La corrupción es divisa de uso cotidiano en México y, sin importar color partidista, origen o residencia, los sobornos tienen permiso.

Pero el Lozoyazo tiene varias vertientes que no debemos perder de vista. Es claro que el acusado y criminal confeso, Emilio Lozoya Austin, es capaz de vender a quien sea con tal de librarse de la cárcel. Está más que probada su participación en múltiples sobornos que recibió de algunas empresas como Odebrecht.

Lozoya pasa de acusado a acusador y su dicho ha servido para darle gasolina al presidente Andrés Manuel López Obrador, para tratar de demostrar que su gobierno sí va en serio contra la corrupción. Y esta inyección de energía será aprovechada por AMLO para llevar agua a su molino político en las elecciones del 2021.

La pregunta es si el Lozoyazo será suficiente para ocultar el gran fracaso del gobierno de la 4T y su responsabilidad en el altísimo número de muertes y contagios por la pandemia de Covid-19.

O acaso servirá para ocultar la profunda crisis económica que se nos viene encima, y las consecuencias de esta situación que conllevará mayor inseguridad y descomposición social.

Otra vertiente es la que tiene que ver con la justicia. En el caso Lozoya el primer difunto es el debido proceso. La forma como el presidente ha publicitado los videos y la denuncia de Emilio Lozoya, usado el tiempo de su conferencia mañanera, no tiene precedente y esto resulta más que preocupante, ya que el primero obligado en cumplir la ley debe ser, precisamente el jefe del Ejecutivo.

Impávido, el Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero, ha visto como el caso Lozoya está comprometiendo la autonomía y la independencia en la toma de decisiones de esa instancia judicial.

Las filtraciones de videos, de la denuncia de Lozoya y la máxima publicidad que le está dando cada mañana el presidente López Obrador al caso, obligan a una acción inmediata de la FGR para cerrarlo y abrir, de inmediato, otro expediente para enderezar este árbol torcido desde antes de nacer.

Y es tal la emoción y el gozo del presidente, ante “las revelaciones” de Lozoya, que no dejará pasar la oportunidad para ajustar cuentas con todos aquellos enemigos políticos que, desde su punto de vista, lo han agraviado.

El Lozoyazo goza, sin duda, de gran atractivo mediático y ha servido para distraer al respetable de nuestras múltiples tragedias. Pero lo más deleznable de todo, es que los años pasan y la política mexicana sigue siendo un lodazal.


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