Opinión

La popularidad militar

domingo, 26 de julio de 2020 · 18:56

Twitter: @AleJuarezA

El presidente López Obrador, contrario a lo que muchos esperaban -me excluyo de eso-, ha utilizado como nunca a nuestras Fuerzas Armadas para diversas tareas. Al igual que sus antecesores, ha abusado de su calidad de Comandante Supremo, para asignarles funciones que no les corresponden.

Tampoco comparto que nuestras instituciones castrenses participen en actividades fuera de sus ámbitos constitucionales, pero mientras que muchos sólo se indignan por esta decisión del Ejecutivo Federal y se concentran en azuzar prejuicios contra militares, pierden de vista las causas históricas que favorecen este tipo de acciones. Aunque a muchos les incomoda -y hasta enfurezca- las Fuerzas Armadas de México cuentan con un gran respaldo entre la población civil. Esto no es casualidad.

Al final de la Revolución no había unas Fuerzas Armadas como las conocemos ahora. Eran más bien ejércitos personales al servicio de caudillos que buscaban sentarse en la silla presidencial. Esto era un problema para la estabilidad del país. Gracias a la destreza de personajes como Plutarco Elías Calles, Joaquín Amaro, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho -ojo, todos militares- se logró que las Fuerzas Armadas se institucionalizaran y se subordinaran a la Presidencia, con las ventajas y desventajas que esto implicaba.

Con la transición de presidentes militares a civiles, la subordinación continuó. Las Fuerzas Armadas se volvieron una pieza fundamental en la estabilidad del país. Al mismo tiempo, el sistema político les encargó la represión de diversos movimientos sociales, como el del 68 y los de la Guerra Sucia, entre otros. A pesar de lo anterior, las Fuerzas Armadas ganaban prestigio. ¿Por qué? Influyeron varios factores; mencionaré algunos.

Mientras que en Sudamérica hubo golpes de estado y dictaduras militares, en México los militares se alineaban a la política civil, alejándose así de la pesadilla latinoamericana. En la década de los cincuentas iniciaron los positivos planes de apoyo a la población civil en casos de desastre. Otro contexto fue que la Guerra Fría -que tuvo diversas expresiones en Latinoamérica- encontró una dimensión propia en nuestro país que, así como dialogaba con Estados Unidos, lo hacía con países como Cuba.

Otra influencia fue que los presidentes, empezando por Echeverría, comenzaron a asociarlos con los conceptos paz, orden interno, paz social, y otros similares. Esta tradición política que reforzaron con vigor López Portillo, De la Madrid y Salinas se resumió en la frase “Ejército de paz” que aunque se escucha bien, es debatible.

En otros países, las fuerzas armadas son herramientas de relaciones exteriores y están hechas para conservar la paz entre naciones de forma disuasiva, sin perder de vista que la guerra es su propósito esencial. Como México no tuvo amenazas de guerra con otras naciones, a nuestras Fuerzas Armadas se les empezó a utilizar de forma interna, a la vez que se descalificaba a las policías civiles, incluso desde la presidencia.

La suma interrumpida de estos hechos, más otros externos, como que en Estados Unidos se intensificó la política antidrogas en los ochentas, favoreció que a las Fuerzas Armadas mexicanas se les empezara a emplear para labores de seguridad pública, siendo esto un error que explicaré en la segunda parte de este texto. Esto es muy importante para entender mejor a nuestras Fuerzas Armadas. Es uno de los caminos no explorados hacia la paz que necesitamos.

*Este escrito es la opinión del autor y no representa a ninguna institución.

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