Opinión

El arte como cura a la tristeza

jueves, 23 de julio de 2020 · 11:40

Twitter: @HadaCosquillas

Hoy quiero hablarles de Vincent Van Gogh, este ser especial que ha sido considerado como la encarnación del sufrimiento por haber llevado una vida sumamente tormentosa. Siendo él poseedor del nombre de su hermano mayor muerto, y un niño poco agraciado físicamente, creció en el ambiente de una familia que nunca lo comprendió y así fue viviendo como muchos de esos grandes incomprendidos.

Muy conocido por el hecho de haberse cortado su propia oreja, atormentado por la falta de amor o quizá por el gran amor que sentía hacia una mujer a quien le llevó su oreja de regalo. Sin embargo, algunos estudiosos de la mente dicen que este célebre (de manera póstuma) personaje padecía esquizofrenia y posiblemente, o quizá simplemente fue una mente tan brillante y avanzada que no cupo en un mundo de idiotas. Pero no intento hablar de si fue o no fue un esquizofrénico sino de lo que realmente veo en un hombre como fue Vincent Van Gogh.

Cierto es que su vida per se no fue la más feliz según lo que cuentan sus biógrafos y según lo que leí en el texto de las cartas a su hermano Teo, sin embargo, cuando veo su obra, yo solamente veo alegría, colores bien conjugados de tal modo que trasmiten paz. La obra de este gran hombre me resulta un homenaje a la belleza, un homenaje a la vida y en especial a la clase obrera. Muchos de sus cuadros los dedicó a esas almas que luchaban por sobrevivir trabajando en los campos, esos bellos y amarillos campos que pintó como nadie más lo ha hecho, cada pincelada de sus obras es un mensaje, una emoción. Basta ver la belleza de su cuadro de Los zapatos del labriego, ese cuadro impacta por lo mucho que dice, logró trasmitir el desgaste, el cansancio, y la vida dedicada de un labriego dentro de los campos de trigo. Un bello y magnánimo homenaje a la vida de esa clase obrera de su época ¿no es acaso un hecho sublime que alguien haya dedicado tal homenaje a otros seres humanos? Sin embargo, muchos conocen la noche estrellada, esa obra icónica que ahora vemos plasmada y reproducida en múltiples objetos, yo misma tengo objetos que llevan impresa esa sublime obra pero ¿qué nos trasmite? Aún recuerdo ese momento en el que estuve frente a sus obras en el museo que lleva su nombre cada pincelada podía resultar un golpe o una caricia del autor, cada color manifestaba una emoción, Van Gogh pudo haber tenido una vida difícil, de sufrimiento, tal vez hasta de tormento, pero me atrevo a decir que en su obra dejó un legado de todo lo contrario, como si hubiera querido dejarnos un mensaje plasmado de que, a pesar de todo, la vida es hermosa.

Captando los colores, las formas, las texturas, el artista nos habla, nos recita poesía, nos dice que la vida está ahí en espera de que la disfrutemos y que cada espacio o recoveco del mundo es digno de convertirse en arte. Pues es lo que yo veo en cada uno de sus cuadros, no hay alguno que yo vea con desdén pues cada obra lleva consigo el mensaje de un hombre que, a pesar de su sufrimiento, fue capaz de ofrecer amor, ternura, alegría, todo ese cúmulo de emociones que solamente aquellos que saben lo que conlleva la soledad, el desamor y la incomprensión del mundo podrán comprender en esa poesía plasmada en lienzos con autoría del hermoso y gran ser humano llamado Van Gogh.

Es así como vemos que el arte es realmente dadora de sentido, cura a la más tremebunda tristeza pues simplemente es la expresión más sublime del alma humana y por ello es urgente que no dejemos que el arte se desperdicie, desparezca o se convierta en mera técnica como decía Walter Benjamin. Sin el arte perdemos lo más puro y auténtico de nuestra especie y es claro que seres como Van Gogh andan por ahí deambulando entre nosotros en medio de una estela de incomprensión. Hoy más que nunca, necesitamos artistas, que demanden, que nos ayuden a ver la vida como ellos solamente saben verla, que nos trasmitan ese secreto en formas, colores texturas y sobre todo, que nos devuelvan a la vida.

 

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