Opinión

Un restaurante de paredes de paja, y ostiones de Hemingway

viernes, 17 de julio de 2020 · 12:46

Twitter: @sylvanalm

Entre vinos, ensaladas César, conchas, restaurantes con paredes de paja, y covers de Pink Floyd al estilo norteño, se recorren kilómetros de buena mesa y paisajes espléndidos en Baja California.

Los estados fronterizos suelen gozar de una riqueza particular, y La Baja no es la excepción. La cultura en todas sus formas es exuberante y diversa en este rincón de México.

Además de tratarse de una ciudad fronteriza, ésta se encuentra en una fracción peninsular del país, lo que creo le otorga un saborcito especial que empieza con el acento de los locales, y que a mí, me resulta encantador.

Entre mayo y octubre es cuando hay más ofertas de todo tipo (ferias gastronómicas, conciertos, exposiciones y eventos), pero creo que octubre es mi mes preferido porque el clima es menos caluroso, y la cantidad de turistas inundando los lugares es menor.

Los paisajes son muchos, puedes disfrutar de las imponentes vistas del Pacífico con su azul profundo al tomar la carretera Transpeninsular, o las deslumbrantes zonas rocosas semidesérticas si eliges el camino hacia Tecate, para después bajar al Valle (ambas opciones magníficas si las recorres al atardecer para disfrutar aún más de su belleza).

Por opciones gastronómicas no paras, podría escribir un libro tratando de reseñar cuando menos mis lugares favoritos, así que esta vez elegí sólo uno.

Deckman´s es un lugar que me atrapó desde que llegué, tiene ese “no sé qué, que qué sé yo”. Unos cien metros de terracería disfrutando de las vides creciendo te llevan a un estacionamiento un poco polvoroso dentro del Rancho El Mogor. De ahí hay que caminar un par de minutos.

Foto: Sylvana L. Meaney
Foto: Sylvana L. Meaney

De pronto una construcción parcialmente abierta hecha con pacas de paja, y una pequeña ventana adornada por botellas que cuelgan con girasoles te anuncian la experiencia que estás por disfrutar.

Algunas mesas al aire libre con vista a los viñedos te antojan a sentarte a tomar una copa de vino, y sólo disfrutar del atardecer, para después entrar al restaurante, donde paredes de paja, mesas de madera montadas con una decoración exquisitamente rústica, y una parrilla, te esperan.

Foto: Sylvana L. Meaney
Foto: Sylvana L. Meaney

El staff es fantástico, son impecables en todo sentido (incluido un enorme y guapísimo perro blanco que rondará tu mesa y te hará querer acariciarlo inevitablemente).

El menú diario es básicamente inspirado en lo que la tierra, el mar y el cielo, ofrecen de manera natural a las manos de quienes diseñan los platos que llegarán a tu mesa. Todo lo que ahí se cocina se hace con el fuego de la leña, y productos de la región, pues son fieles representantes en México de la corriente gastronómica que enarbola Slow Food.

Foto: Sylvana L. Meaney
Foto: Sylvana L. Meaney

Mis favoritos del lugar, son sin duda la codorniz, y los ostiones. La primera opción es servida en su punto, mientras el mesero amablemente señala “el chef sugiere que se coma con las manos” ¡y vaya que tiene razón el chef!, la codorniz y los vegetales están de rechupete.

Foto: Sylvana L. Meaney
Foto: Sylvana L. Meaney

Los ostiones, quizá los que más he disfrutado en mi vida, y que por primera vez lograron recrear en mi boca y espíritu plenamente aquello que Hemingway describe en París era una fiesta:

“Mientras comía los ostiones con su profundo sabor a mar y un ligero toque metálico, que el vino blanco fresco desvanecía, dejando solamente el sabor a mar y su suculenta textura, y bebiendo el frío líquido de cada concha y perdiéndolo en el sabor del vino, dejé atrás la sensación de vacío y empecé a ser feliz y a hacer planes…”

Sí, al probar la primera concha, sentí como si en mi paladar se hubiera revolcado una ola, para después dejar paso a la frescura y sutileza de la espuma de mar. Olvidé lo poco o mucho que me afligía en ese momento, y verdaderamente fui feliz en ese instante.

Aquella noche terminó con algunos mezcales, gente querida, un postre de locura, y el olor de la lavanda acompañando nuestro camino de vuelta al auto, esperando desde entonces el momento de volver.

Deckmans´en el Mogor

Carretera Ensenada-Tecate Km. 85.5 San Antonio de Las Minas, 22766 Valle de Guadalupe, B.C.

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