Sobre la mesa

Twitter: @gerardohdz_p

En un mundo cada vez más digitalizado es imposible no concebir una economía digital. Con el avance tecnológico, incluso las empresas que no se transformen y no se monten a la ola de la Cuarta Revolución Industrial estarán condenadas a desaparecer. La economía digital ha permitido el desarrollo de nuevos servicios y la reinvención de algunos ya existentes. Hemos visto el nacimiento de nuevas compañías y nuevas modalidades de trabajo.

En un entorno digital, muchos quieren ser emprendedores, pero pocos quieren ser empleadores. La economía digital al mismo tiempo que está resolviendo nuevas necesidades del mercado, también está poniendo en riesgo los derechos laborales, en especial de las nuevas generaciones que se integrarán a un mercado laboral que, a este paso, será aún más precario.

La colaboración que proponen muchos de los emprendedores que desarrollan aplicaciones, propias de la economía digital, y también las nuevas modalidades de trabajo a las que están migrando las compañías consolidadas, están amenazando el trabajo digno de toda una fuerza laboral.

¿Dónde queda el derecho a vacaciones, al aguinaldo, a recibir las herramientas de trabajo como el equipo de cómputo, la responsabilidad de un patrón si te accidentas? Todos esos derechos laborales comienzan a ser sepultados por los nuevos negocios de la economía digital y las nuevas modalidades de trabajo.

El término “socio” que empieza a ser más usado, en especial en las plataformas digitales, se ha posicionado como una ruta de escape a las obligaciones patronales. No eres trabajador, eres socio y por lo tanto la empresa no está obligada a responder por ti si algo te sucede, a garantizarte un ingreso mínimo si te accidentas y no puedes trabajar, a reponerte la moto o el coche si lo pierdes, a otorgarte vacaciones o un aguinaldo a finales de año.

Sin embargo, como socio estás obligado a trabajar y cumplir con todas las disposiciones que marca la aplicación para prestar el servicio, a someterte a un proceso de reclutamiento. Por otra parte, eres penalizado si incumples con el servicio y hasta si te niegas a prestarlo, porque el algoritmo privilegia a quienes pasan más tiempo conectados y a quienes rechazan menos viajes o entregas.

Las plataformas se hacen ricas a costa del trabajo de otros, obtienen un beneficio monetario bastante alto de esas personas que se la pasan haciendo la talacha en la calle y que, con la palabra socio se desligan de su responsabilidad patronal con ellos, mientras que los repartidores y conductores tienen que pagar también IVA e ISR.

Pero la aparición de aplicaciones no es el único aspecto de la economía digital que pone en riesgo los derechos laborales. Las modalidades de trabajo como el home office también representan una amenaza al empleo digno si no se regula a tiempo.

La empresa obtiene grandes ahorros al tener a los trabajadores en casa, pero en muchas ocasiones los empleados trabajan con sus propios equipos de cómputo, gastando más luz en su domicilio, desdibujando sus horarios porque se encuentran disponibles 24/7 para trabajar, según los malos liderazgos.

Pero la culpa no es de la economía digital, la transformación no es una opción, hay que entrarle sí o sí. El problema es que la regulación no ha avanzado a la par de estos cambios. Las Leyes no han evolucionado de la misma forma y mientras tanto, el emprendimiento y las nuevas modalidades de trabajo sí han encontrado mecanismos más creativos para evadir las obligaciones patronales.

Sí, la economía digital es buena, pero tiene que garantizar los derechos laborales de todos. No podemos seguir transitando a un trabajo más digitalizado a costa de degradar el trabajo digno.

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