Opinión

El amor y el Covid

viernes, 26 de junio de 2020 · 13:30

Twitter: @adelbuencomer

Uno de mis autores favoritos de la literatura latinoamericana es el colombiano Gabriel García Márquez, y una de sus obras que más disfruté al leerla, fue precisamente, El Amor en Tiempos del Cólera. Mi formación de abogada me impidió dejar el título igual al del Premio Nobel cambiando una palabra (ya saben, por eso de la propiedad intelectual) pero la intención de hablar de este hermoso sentimiento en momentos de pandemia, fluye latente.

Y quiero hablar del amor porque me declaro defensora del mismo en todas sus expresiones. Me sé un ser amado y que ama con fuerza. Pocas son las especies animales que tienen la posibilidad de manifestar el amor como los humanos lo hacemos y eso nos vuelve únicos e inigualables. El amor llena de gozo la vida, agranda el corazón y lleva a la plenitud. Amar es, sin duda alguna, uno de los mejores verbos a conjugar en todas las etapas de la vida y, la pandemia, no es la excepción.

Sé que el momento es difícil y justamente es aquí donde la fuerza del amor es capaz de dar calma, paz, fe y esperanza para seguir, avanzar y crecer. De ahí mi convicción de que su ejercicio es fundamental para salir avante como humanidad.

Aunado a ello, el amor es inagotable y multiplicador. Las formas en las que se expresa este sentimiento y los sujetos que pueden recibirlos son bastos, por lo que se vuelve una fuente constante de alegría y tranquilidad.

En tiempos de Covid, además del trabajo médico, los cuidados que nos requieren tomar y los avances científicos, el amor se vuelve un gran proveedor de salud mental y un generador de calma, por lo que su ejercicio es ampliamente recomendable. Aquí algunos espacios donde se puede disfrutar:

El amor propio

Vivimos en una cultura tan colectiva que muchas veces olvidamos que la primera fuente de todo somos nosotros mismos. Y cuando hablo de amor propio no hablo de ego, sino de la auténtica conciencia de los vicios y virtudes de cada uno y que, a pesar de ellos, somos lo que somos y lo disfrutamos. El amor propio no es lo que tenemos, ni lo que hacemos, no son nuestros logros, tampoco lo que nos rodea, ni quién nos acompaña o lo que hemos acumulado. El amor propio es nuestra esencia, nuestra integridad, nuestros valores y nuestros miedos, es nuestro todo a pesar de lo qué hay al rededor. Meditación, oración, ejercicio, hobbies, cuidado del cuerpo, buena alimentación, reflexión, aceptación y entendimiento, son algunas de las cosas que podemos hacer para que nuestro amor propio florezca.

El amor en familia

Al círculo primero, a quienes nos han formado y nos acompañan en este andar. Aquellos por quienes somos capaces de dar la vida y quienes son capaces de darle luz a nuestra obscuridad. Aprovechemos si los tenemos a lado, platiquemos, riamos, compartamos. Para quienes hoy no tenemos esa dicha, aprovechemos la tecnología para de verdad conectar con una llamada, un mensaje, una carta y hasta un meme.

El amor a los amigos 

No hay nada más libre en este mundo que el amor por un amigo. Nadie lo impone, nadie lo obliga, está en las buenas y en las malas y simplemente es. No es celoso, no es forzado, simplemente es. Usemos este momento de separación para unir más a la distancia igualmente con la tecnología o con un detalle vía comercio electrónico, una fiesta virtual, un cafecito en distintas mesas.

El amor en pareja 

Una gran dicha es tener un compañero de camino que nos acepte tal como somos, que disfruté nuestros gozos, que acompañe nuestras derrotas, que reconforte el corazón y que lo agrande, que viva la pasión con nosotros y que nos haga mejor persona. A quienes lo tienen a su lado, aprovechen estos momentos para crecer juntos, proyectarse, amarse, compaginarse, tocarse y entregarse. A quienes no tienen esa fortuna, que los medios digitales sean sus aliados para innovar, disfrutar, compartir y acompañar.

El amor a Dios (o algo más grande que nosotros mismos)

Para quienes profesamos alguna religión, este amor es pilar fundamental para nuestro bienestar total. El alma, tan importante como el cuerpo y la mente, se regocija en la paz de saberse protegida, amada y cuidada por ese ser supremo. La oración al cielo es un cántico armonioso de calma que reconforta.

El amor al prójimo 

Sí bien varios de los arriba descritos son amor al prójimo, aquí pongo énfasis en aquellos menos favorecidos. Tener la capacidad de ayudar a pesar de la propia circunstancia, es sin duda un gran reto, pero también una gran fuente de satisfacción. Sí está en nuestro alcance, ayudemos a quien lo necesita, compremos con el tendero local, apoyemos campañas con causa, impulsemos el trabajo de quien hoy sus ingresos están afectados, seamos solidarios.

El amor a nuestra comunidad

Si queremos salir adelante de esto pronto, es indispensable ejercer la empatía y la compasión. Todos vivimos la misma tormenta, pero no todos vamos en el mismo barco. Eso hace que las posturas puedan ser diferentes entre los miembros de la misma comunidad, pero eso no impida generar acuerdos para avanzar juntos. Ayudemos a algún vecino de edad avanzada comprando su súper, regalemos cubrebocas a quien no puede comprarlo, enseñemos a los niños a cuidarse, sigamos las recomendaciones.

El amor a la vida 

Nosotros no seríamos lo que somos sin aquel entorno que se ha generado a nuestro alrededor. Es por ello que agradecer por lo que nos rodea se vuelve un gesto de humildad capaz de hacernos más grandes. El aire, el sol, las plantas, nuestros animales, nuestra salud, nuestro trabajo, todos nuestros seres queridos, nuestras vivencias, nuestros recuerdos, las lecciones de vida y hasta nuestros fracasos, todo ello tomarlo, abrazarlo y guardarlo o soltarlo según corresponda.
 

Veo que me he explayado en esta reseña y eso me hace confirmar la importancia del amor en mi vida. Los invito a no claudicar y a que, cuando la tristeza, la melancolía, el miedo, el ansía o la desesperación nos ataquen, busquemos el refugio en cualquiera de los amores que tengamos y encontremos esa paz necesaria para seguir.

El covid, cuál tormenta, pasará, y como dicen por ahí, cuando menos pensemos, saldrá el sol.

 

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