Opinión

Hoy más que nunca, ¡que nadie se quede atrás!

martes, 2 de junio de 2020 · 12:20

Twitter: @LaniAnaya

Los tiempos que vivimos en todo el mudo, han marcado un parteaguas histórico. Podemos ver que la llegada de SARS-COV2 no es una crisis aislada, sino un parteaguas que pone evidencia las ya existentes brechas de desigualdad en el planeta. Los ejemplos más directos se han reportado con las limitaciones de acceso a servicios de salud y protección dignos; sin embargo, existen múltiples situaciones de alerta.

Distintos análisis han demostrado que, en el contexto de la pandemia, el número global de personas en pobreza aumentará en 500 millones. En estos meses, se estima que las personas que padecen hambruna -y hasta llegan a morir de inanición- será de 265 millones. En términos de acceso a la educación,nos hemos podido dar cuenta que, a pesar de las existentes plataformas de educación a distancia, cerca de 50% de la población mundial no cuenta con los dispositivos o redes, por lo que terminan excluidos de las oportunidades de aprendizaje.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre abril y junio de este año, se perderán 195 millones de empleos de tiempo completo; sin contar a los afectados quienes trabajan de manera informal. En términos de conflictos armados, la pandemia ha transformado los campos de refugiados y de desplazados internos de lugares de acogida a puntos de riesgo latente debido a las bajas condiciones sanitarias y el hacinamiento. Desde un nivel micro, se calcula que el confinamiento sumará 15 millones de casos de violencia doméstica a los ya existentes.

En contraste, la deuda que la humanidad le ha tenido al Planeta-su hogar- ha tenido un primer pago justo. Las bajas emisiones de CO2 y otros gases contaminantes han dado un “respiro” a la Tierra que no podía vislumbrarse efectivo aún con las numerosas negociaciones. Aún así, existe un riesgo latente de que el cambio climático sea invisibilizado -a corto y largo plazo- tanto por la crisis de salud como el regreso a las actividades productivas. Los voceros del cambio climático encuentran, más que prescindible, abogar por acciones concretas y prontas que mitiguen el daño al medio ambiente.

Cada uno de estos datos nos hace ver que estamos en un punto de no retorno; y que la responsabilidad de transformar las desigualdades en oportunidades para todos es compartida. Las problemáticas anteriormente resaltadas han sido señaladas por los Objetivos del Milenio (2000-2015) y la actual Agenda 2030.

Los objetivos de desarrollo sostenible son esa hoja de ruta que urge cumplirse mediante acciones concretas que traspasen el discurso y las buenas intenciones.

Si el objetivo es que nadie se rezague, los esfuerzos deben ser hechos de manera conjunta entre actores, disciplinas, sectores. Las acciones tienen que ser llevadas a cabo en una doble vía que otorgue igual importancia a lo global y a lo local. La Agenda 2030, que desde el inicio ha sido producto de la transversalidad, la cooperación, y la diversidad -tanto de actores como procesos- necesita la participación de cada uno de nosotros.

La crisis que vivimos -producto de las desigualdades- nos demuestra que no estamos -ni debemos trabajar-aisladamente. Los retos de la humanidad están conectados, por lo que se necesitan perspectivas integrales, en lugar de aisladas, a fin de reducir las brechas que han permeado las estructuras sociales, económicas, y ambientales. Además se deberá garantizar dignidad a las personas vulnerables y al medio ambiente.

Es claro que no podemos volver a la “normalidad” que teníamos. El contexto actual, producto de llamados anteriores desesperados y no atendidos correctamente, pide a gritos que el desarrollo sostenible sea una realidad, y que esta hoja para la humanidad sea accionada a fin de QUE NADIE SE QUEDE ATRÁS.

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