Opinión

Insana distancia

domingo, 17 de mayo de 2020 · 21:45

Twitter: @ana__islas

Tras semanas de vivir en nuestro día a día el distanciamiento social, la ilusoria certeza cada vez más lejana de salir pronto de esta realidad invita a hacer una evaluación personal sobre qué tipo de cimientos queremos construir para la desconocida pero anhelada “nueva normalidad”.

Desconectados del disfrute de la convivencia social y sumergidos en una dinámica antinatural de encontrar la manera de alejar lo más posible al otro ante el temor de que su existencia ponga en riesgo la nuestra, la llamada “sana distancia se ha convertido en una insana dinámica personal y social pero también en una oportunidad para ver el bosque y no solamente el árbol. 

La crisis sanitaria que ha traído consigo el brote y contagio descontrolado del Covid-19 ha dibujado con todos sus colores la insana distancia entre el político y el pueblo, entre el gobernante y el gobernado, entre el que le sobra y el que necesita. 

El miedo al otro porque se ha convertido y normalizado mundialmente en una amenaza a nuestra falsa seguridad y certeza de salud, me recuerda la retórica de Donald Trump de construir muros alrededor de la propia existencia. 

El egoísmo de quienes ignoran las necesidades ajenas y acaparan todo para su entorno, me recuerda a la postura del brasileño Jair Bolsonaro en quien priva la urgencia de volver al sistema que oprime al uno para que el otro siga en la opulencia y pesa más que las más que 15 mil muertes por coronavirus en su país. 

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La indiferencia de los que pasan al lado de una persona sin hogar o le avientan la moneda al suelo para no “contaminarse” me recuerda al chileno Sebastián Piñera que establece cuarentenas selectivas en comunas acomodadas pero deja desprotegidas a las populares donde vive la clase trabajadora porque sino ¿quién servirá las mesas y limpiará las casas de los ricos en Las Condes? 

Recriminar al otro por no usar un cubrebocas N95 en la calle sin saber si ese otro no tiene la misma posibilidad para adquirir uno o no quedarse en casa porque no tiene otra opción que vivir “al día”, me recuerda a la postura punitiva del salvadoreño Nayib Bukele que promueve el terror entre sus gobernados a través de imágenes deshumanizantes de lo que hace con la población carcelaria.   

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El dar la espalda y dejar de apoyar a los que dependen económicamente de uno, como las trabajadoras del hogar me recuerda al colombiano Iván Duque que hincha de dinero los bolsillos de los dueños de solo un par de hoteles donde los colombianos que llegan del exterior deben cumplir la estricta cuarentena de 14 días y sin opción de consumir alimentos de otro lugar.

¿En dónde estamos? El pánico hacia algo tan humano como el contacto físico: No te acerques, no respires cerca, no me abraces… inmunodeprimidos por no poder salir… individualistas, perdiendo los valores de comunidad, obligados a quedarnos en aquellos espacios que antes eran “solo para dormir” porque los horarios de un mundo que privilegia la sobreproducción, eso nos permitía.

En la perspectiva de una “nueva normalidad” tendremos que elegir entre profundizar la brecha de nuestras desigualdades o abrazar los anhelos que nos unen como humanidad.

 

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