COVID-19 ¿Cómo vamos?

jueves, 30 de abril de 2020 · 02:10
Twitter: @abi_mt

Esta semana tuve la oportunidad de platicar con Sebastián Garrido, especialista en análisis de datos, quien ha estado utilizando la información oficial de las autoridades para graficar y dar luz a algunas de las implicaciones que han tenido los contagios en nuestro país hasta el momento.

Por supuesto, todo análisis, y más viniendo de un experto, es valioso, sin embargo, aún después de platicar con él, me queda un sabor amargo en la boca: la sensación de que aún con la revisión de los datos oficiales, la realidad es que no sabemos con certeza “cómo vamos”.

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Es cierto que todos los días hemos tenido una entrega puntual de datos por parte de las autoridades a las 7pm, en donde nos comparten cifras de casos confirmados, casos sospechosos y defunciones confirmadas. Sin embargo, me quedan dudas de la confiabilidad de esos datos, por varias razones:

  1. Todos los datos están supeditados al número de pruebas realizadas, que hoy sabemos representan una mínima fracción del promedio de pruebas realizadas en otros países de la OCDE. Este factor afecta tanto la cifra de números confirmados (si hay pocas pruebas, habrá pocas confirmaciones), y a la cifra de muertes por COVID (si no hay suficientes pruebas para gente con vida, me parece factible que, si muchas personas están muriendo sin tener en vida una prueba, difícilmente se les realizará una después de morir). Pero más grave aún es que la principal causa de esto es que no hay pruebas, así que aún si el gobierno quisiera realizar mediciones más precisas, no hay pruebas disponibles para hacerlo. Este me parece el principal problema y, aunque no veo interés por resolverlo, aún teniéndolo, sería difícil hacerlo, porque México llegó tarde al tema en todos los sentidos.
  2. Las pocas pruebas disponibles no están repartidas a nivel nacional para que sean una muestra representativa del país, es decir, su análisis no permite hacer generalizaciones poblacionales que nos indiquen la magnitud real ni estadística del problema. No obstante, la comunicación que hacen día a día generan la falsa idea de que lo son.
  3. Por la magnitud y premura del problema, se depende totalmente de los datos ofrecidos por el gobierno. No se cuentan con instituciones nacionales o internacionales que estén realizando un monitoreo en México para corroborar las cifras ofrecidas por las autoridades. Aún si existiera alguna, sería difícil movilizar a su equipo a los centros hospitalarios sin que corrieran un alto riesgo de contagio.
  4. Todos los gobiernos, no sólo el de México, tienen incentivos (y buenos pretextos) para minimizar las cifras de contagio y defunciones. Ambos pueden ser considerados indicadores para la evaluación de su desempeño con gran impacto en la ciudadanía. Es posible pensar que, sin contrapesos, datos verificables, y un sistema de salud con graves rezagos, prevalezca la tentación de minimizar estos indicadores.
  5. Aún si tuvieran una gran vocación de transparencia, las condiciones del sistema de salud hacen muy difícil contar con información fidedigna. Desde las limitaciones presupuestales para adquirir pruebas, hasta los sistemas de control de información de los hospitales, que cuentan con diferentes e importantes niveles de rezago, muchos factores impiden un flujo de información continuo y confiable.
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Las propias declaraciones del Subsecretario López Gatell, quien en una entrevista señaló que las cifras de contagio podrían ser de hasta 8 veces las publicadas (cuando hablan de 10,000, podría tratarse de 80,000), dejan claro que las cifras que presentan día con día no reflejan la realidad que vive nuestro país y que están apostando por un modelo de comunicación, y quizás de atención, equivocado. Esto, más allá de las consideraciones éticas que presenta para el gobierno, pone en riesgo la vida de las personas, quienes pueden tener una falsa percepción de que el problema no es grave, incitando al incumplimiento de las medidas de prevención, y como consecuencia, poniendo en jaque a las instituciones de salud, y a la economía al borde de un precipicio.

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