La fiesta de cumpleaños a la que no fue Fátima. Asesinada a sus 7 años

miércoles, 19 de febrero de 2020 · 02:00
Twitter: @JesusFraRom El pasado sábado estaba en una fiesta infantil. Mi celular vibró. Era una amiga, quien me pedía retuitear una Alerta Ámber. Era de una niña de 7 años. En la foto aparecía sonriendo. Se ve que empezaba a mudar su dentadura de leche. Lo noté por la leve sonrisa que se dibujaba en su rostro. Mientras desbloqueaba el teléfono para cumplir la petición, miré a mi alrededor. Estaba en una fiesta infantil. Mi hijo de casi dos años había sido requerido para asistir al cumpleaños de una compañera de maternal. Una sensación se impregnó en ese sol de febrero. Ese sol que quema, pero no calienta. De pronto, en los niños que jugaban en una alberca de pelotas se dibujó la sonrisa perdida de Fátima. En los padres presentes, vi el rostro de los suyos transformado en dolor. Luego de la fiesta, y para culminar el sábado, un paseo por Coyoacán. Un churro, un café y un globo para mi hijo. Sin embargo, no dejaba de imaginar el café que los padres tomaban en algún ministerio público y los tragos de saliva, bien amargos, que pasaban a cada minuto en el que crecía la incertidumbre y se agotaban las esperanzas de encontrar a la menor con vida y desactivar la Alerta. Ya por la noche, en la sobremesa de la cena, era momento de jugar un rato antes de intentar dormir a un niño de un año 10 meses con mucha energía por delante. Mientras jugábamos, era muy posible que a Fátima la estuvieran metiendo en una bolsa. No, no se trataba de un juego. La niña ya no respiraba. La niña había sido torturada y atrozmente asesinada. Uno de sus tíos, incluso dijo, que la encontraron sin órganos. ¿No debería Fátima hoy estar jugando, yendo a fiestas de cumpleaños y divirtiéndose con sus amigos? Ella, hoy, no debería ser una cifra más.
Fátima no fue asesinada por el neoliberalismo. Sí por la descomposición social.
Tampoco porque su padre sufra demencia senil o su madre tenga algún trastorno mental. A Fátima, como a miles de mujeres, la mató una sociedad que todos los días muestra un grado más de descomposición.