Opinión

Caminar

lunes, 7 de diciembre de 2020 · 14:28

Twitter: @mariagyp

Caminar es sanar, es limpiar, es habitar tus pasos, es reconocer al otro, lo otro y sobre todo al que anda. Mi relación con caminar tiene varias dimensiones, historias ordinarias hasta las más inusuales pero todas historias de amor.

Cuando me enteré que existía la ruta jacobea, estaba becada en Santiago de Compostela, en Galicia, España. Matrimonios entusiastas me presentaron el Camino de Santiago a días de terminar mis estudios, quería probar la experiencia, pero los promotores que rozaban en ese entonces los 60 años no me dejaron ir sola. Paris, un señor muy generoso, fue mi guía, tenía suficiente experiencia, 14 caminos a cuesta, así que parecía fácil. El día uno pintó perfecto, él iba en son de retiro, pero había dos pequeños inconvenientes: fumaba puro en cada oportunidad y padecía asma, así que al segundo día el viaje se acabó. Su esposa Cristina fue por nosotros. Volví triste y enfadada, y regresé a Mexico con ese pendiente, pues sólo había hecho 30 km. Al poco tiempo Paris hizo el camino a mi nombre y me mandó mi primera Compostela, certificación que otorga el gobierno y Catedral de Santiago al demostrar que has cumplido al menos 100 km andando o pedaleado 200 km. 

Luego de siete años, en 2010 volví, hice sola una ruta de 10 días (240 km) y me enamoré del camino, aprendí lo que era caminar conmigo misma, meditar en mis pasos, en el silencio en medios de paisajes maravillosos a lo que era imposible no sorprenderse, llevaba un pie lastimado, pero siempre hay alguien que te ayuda en esos momentos, alguien a quien ayudas sin saber y no necesariamente con la mochila o acompañándolo al doctor, tan solo con escuchar o incluso compartiendo el silencio; los días pasaron muy rápido y me prometí volver y hacer una ruta completa.

En 2017 por fin, recorrí de nuevo sola porque así lo elegí en mi caso, pero al final de cada ruta llegaba acompañada de gente maravillosa, y no solo una ruta completa sino tres seguidas: San Jean Pied de Port- Santiago; Muxia-Santiago y Oporto-Santiago 1,250 km aproximadamente). Uno de esos caminos lo hice a nombre de Paris, a quien pude entregársela personalmente en una de mis pausas, pude agradecerle el amor por el camino, donde me conocí a mi misma, supe de lo que era capaz, presencié los paisajes y los cielos más hermosos que haya visto en mi vida. Conocí a gente maravillosa de todo el mundo, teníamos tanto en común: buscábamos respuestas. Caminé por mes y medio y realmente fue de los momentos conscientes y más felices de mi vida. Me sentía realmente en mis zapatos, habitando mis pasos: libre, sin nada que me perteneciera, solo el camino. Dándome cuenta cada día que necesitaba muy poco para vivir, mi mochila en estricto sentido, que empezó muy grande, terminó muy ligera. 

Cuando me preguntan cuántos días se requieren para hacer el Camino, la verdad no hay número de días, lo puedes hacer tan largo o tan corto como quieras, puedas y el tiempo te lo permita. Existe infinidad de rutas y opciones; así que no hay pretexto, yo sigo deseando hacer otra ruta en cuanto sea posible. 

Entre los beneficios de caminar están: pulmones más grandes, pues al entrenarlos tenemos más oxígeno; ayuda a controlar el peso,  a la digestión, equilibra el intestino, genera una mente equilibrada, mejor estado de ánimo, reduce la depresión y estrés; además de mejorar la circulación sanguínea, prevenir todas las enfermedades cardiovasculares, ayuda a eliminar toxinas, fortalecer los huesos y lo mejor en esta época de pandemia, previene desórdenes respiratorios. 

Y  bueno, ya en lo aparentemente ordinario, mi mayor placer al día es caminar con don Valente, el perro que me acompaña desde hace 11 años, llegó a mi vida cuando tenía solo 15 días de nacido y desde entonces, salvo esos viajes que les he contado o algunas otras excepciones, cada día salimos juntos a caminar. Él me ha salvado en la eterna cuarentena, porque confieso que la que necesita más ese paseo soy yo, y no lo cambio por nada en mi rutina. Me ha presentado a personas muy especiales y momentos en calma y en prisa,  y cada día descubro cosas nuevas aunque pase cien veces por el mismo lugar, verlas con una mirada diferente, sorprenderme como si fuera la primera vez.

Por la mañana es el mejor momento porque incrementa las endorfinas, las hormonas de la felicidad, no hace falta tomarse un café para que nos de un subidón, pero bueno, en mi caso la combinación de café y caminata, me hace ser más creativa, mejora mi ánimo. Es además, un gran abono para nuestro jardín de neuronas. 

No se requiere de nada extraordinario, de hecho es gratis, es querer hacer algo ordinario con plena consciencia y disfrute, bastan 30 minutos a paso ligero,  todos los días de preferencia y te aseguro que tu forma de mirar y tu forma de andar cambiarán. No cuesta nada y te da tanto. No solo es un regalo al corazón también lo es para el cerebro y ampliar tu perspectiva.

Erling Kagge, escritor y editor noruego, el primero en completar los tres polos: Norte, sur y la cima del Everest, cuenta que la caminata le llevó a descubrir la sensación de quietud. Caminar es una experiencia personal, dejamos vagar los pensamientos y la imaginación sintiéndonos así más libres.

Y es que al caminar con o sin rumbo, nuestro cuerpo viaja a la velocidad de nuestra mente; solo cuando damos un paso tras otro podemos descubrir la tierra que pisamos, y a nosotros mismos. En el camino nuestros pasos se cruzan. Al caminar te cruzas con gente de diferentes lugares y que están pasando por diferentes momentos y estados, pero no solo de ánimo, estados del ser. Yo he hecho grandes amigos, gente entrañable caminando, hoy a la distancia seguimos juntos. El último grupo de amigos que hice en el camino de Santiago, están: Mikel (vasco); Paulo y Manuel (portugueses); Martina e Irene (italianas) y yo mexicana, tenemos un chat en común, cada quien en su país y en su idioma nos entendemos y hablamos de lo que enfrentamos durante la pandemia. Si algún día nos volveremos a cruzar, no tengo certeza, pero los corazones y nuestros pasos ya están ligados. Así que a moverse.

 

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