Opinión

Vistas al 2021

Salud, economía y democracia serán de este modo parte sustancial de una agenda política que deberá acompañar las campañas electorales del año que ya llega.
lunes, 28 de diciembre de 2020 · 15:55

Twitter: @altanerias

Los grandes retos que se presentarán en la agenda pública durante el próximo año se encuentran delineados ya desde el final de este 2020, una época en que la incertidumbre, la confusión, lo desconocido y, en suma, el miedo y la duda, fueron protagonistas de un sentir colectivo que fue global merced la pandemia de COVID-19.

Para México, los saldos que dejan estos meses han sido terribles: la incapacidad absoluta del gobierno federal de implementar una estrategia de contención frente al coronavirus, así como una que paliara sus efectos entre la población, y que trajo consigo millones de contagios y cientos de miles de fallecidos: cada muerte, la certeza del fracaso, cada contagio, corresponsabilidad de los desatino de López Gatell y López Obrador.

Junto a ello, la caída económica que se agrava conforme el cierre de negocios atenta contra el empleo, resaltando de igual forma la nula acción de las autoridades federales en un tema que prácticamente todos los países han enfrentado con apoyos, planes y subsidios que permitan mantener a flote la actividad comercial.

Salud y economía han sido así los dos fracasos más infames, insensibles y dolorosos del gobierno mexicano, dos de los temas en los que la ciudadanía más depende de la acción subsidiaria y ordenada de la autoridad, dos de los temas en los que un gran margen de la población no puede valerse por sí misma, dos de los temas en los que el Estado ha fallado de manera estrepitosa y letal.

El año 2021 representará el enorme reto de administrar la vacuna contra el coronavirus, que ya desde ahora comienza a entreverse como un asunto enredado y tortuoso a causa de, otra vez, la desinformación disfrazada de rendición de cuentas que protagoniza López Obrador, ya sea desde sus mensajes cotidianos de las mañanas o sus redes sociales.

Representará también la oportunidad de equilibrar los contrapesos que se generaron tras el proceso electoral de 2018, cuando Morena obtuvo una mayoría que, de manera ilegal, fue sobrerrepresentada en el Congreso de la Unión gracias a partidos como el del Trabajo o el Verde Ecologista, quienes durante estos dos años han convalidado una serie de reformas legislativas que poco a poco socavan los cimientos de la democracia mexicana.

Salud, economía y calidad de la democracia serán de este modo parte sustancial de una agenda política que deberá acompañar las campañas electorales del año que ya llega, y que reunirá a una parte de los partidos opositores y de la sociedad civil en un bloque que debería asimismo ser la punta de lanza de la reconfiguración del propio sistema de partidos nacional.

Es en estos tres puntos que el 2021 y, sobre todo, la oferta electoral de la oposición, debe centrar sus esfuerzos, sus propuestas y sus mensajes: entender que la enorme desigualdad que se padece en México, manifiesta en los temas de economía y salud, debe ser el nuevo paradigma que permita dar un renovado vigor y una clara utilidad a esa democracia que por sí misma ya no alcanza para convencer a un sector de la ciudadanía que ha visto sucederse gobiernos de todos los signos sin una mejora clara de su calidad de vida.

Apostar por un acceso a la salud más justo, más equitativo y de calidad para todas y todos los mexicanos. Apostar por acciones que comiencen a reconstruir una agenda económica ha generado estragos en los últimos meses. Apostar por una auténtica agenda que devuelva a la democracia su capacidad de ser un sistema capaz de rendir frutos tangibles y claros.

Es en este último punto que la apertura de los partidos al involucramiento activo de la sociedad civil, la plena democratización de los propios partidos, la apuesta por el empoderamientos al interior de sus filas de sectores tradicionalmente relegados –mujeres, jóvenes–, así como su cercanía con las y los ciudadanos se convierte en un deber que, si bien alcanza poco para traducirse en votos masivos, implica la posibilidad de generar una serie de reformas que respondan a los retos de una retórica democrática que convence cada vez menos y se vacía cada vez más.

2021 deberá ser pues el año en que las certezas desplacen a la incertidumbre, en que la técnica tome el lugar de la improvisación gubernamental, en que el paradigma de la igualdad se instale como forma de revitalizar a la democracia.  

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