Opinión

Nada nuevo bajo el populista Sol

lunes, 9 de noviembre de 2020 · 16:33

Twitter: @IsraelGnDelgado

Existe un clima político polarizado, y eso por obvio se calla, pero no debería. No es un tema estadounidense, ni mexicano, sino global. El crecimiento sostenido de los partidos de extrema derecha los últimos años en Europa continental (como en Hungría, pero también en Austria y Francia), y las revueltas revanchistas contra la izquierda en países como Brasil y Ecuador, así lo revelan. Esto es importante por varias razones, pero esta semana conviene tener en cuenta tres de ellas. La primera, que cualquier proceso electoral, tanto en su forma, resultados y resolución, será una convulsa réplica, magnificada, de la polarización existente. Lo sorprendente sería que en una comunidad política donde “el otro” es un enemigo moral, el perdedor aceptara los resultados sin mayor ruido y se fuera a su casa. Es más improbable aún cuando el resultado es cerrado, pero no es indispensable, puesto que la parte de la población que respaldó al partido o movimiento vencedor, siente que con el triunfo del adversario ve amenazada su propia existencia, así que no está dispuesta a someterse a las reglas del juego democrático. Todos los candidatos, partidos e ideologías que pierdan, se irán llevándose con ellos a todos los que puedan, y causando todo el daño que puedan.

La euforia del anti trumpismo debe dar paso, tarde o temprano, a la reflexión acerca de que haya obtenido más de 70 millones de votos luego de 4 años de un gobierno como ese.

La segunda razón por la que es importante tener presente la omnipresencia de una sociedad polarizada, es la resiliencia que tendrá, previsiblemente, el clima de posverdad y demagogia en el futuro cercano. Mientras más dividida está una nación (uso el término con sus implicaciones emocionales), más difícil es aceptar los logros de un gobierno antagónico a las propias creencia, más fácil magnificar los del gobernante afín. La respuesta natural de cualquier aparato estatal (que no la más ética) es echar más leña a la propaganda y menos a las políticas públicas, tan aburridas y modestas en sus resultados, tan lentas para generar afectos. Así que estamos lejos del fin de la grandilocuencia y cacería de brujas como estrategia de comunicación política dominante.

Por último, pero no menos provocador, es la nota de que “los mercados” amanecieron con buen talante luego de conocerse el resultado preliminar de la elección presidencial de Estados Unidos (es preliminar, de acuerdo con la propia constitución de EU, no le estoy quitando méritos a nadie ni es mi intención subirme a ese tren). Pero los inversionistas no están serenos tanto por haber sacado a Trump de la Casa Blanca, según sus propias declaraciones, sino por el hecho de que, aunque triunfó Biden, el senado sigue siendo republicano, así que es poco probable que este nuevo gobierno demócrata haga mayores cambios económicos y fiscales. La gente olvida que antes de la pandemia, y durante varios años, las economías que gozaban de mayor confianza global según el barómetro de Edelman, eran Rusia e Indonesia. El dinero no se anima porque la democracia gane o pierda en ningún lado, sino por tener un horizonte de certidumbre, a costa de lo que sea. Por eso me cuesta trabajo sumarme a la canonización de los intereses privados. Pero vámonos, que se nos acaban las letras.

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