Opinión

Juego peligroso

La libertad de expresión es un tema central en la democracia.
domingo, 8 de noviembre de 2020 · 19:30

Twitter: @HigueraB

Sin libertad de expresión no puede existir el debate y la polémica necesaria para construir un sistema electoral competitivo. Sin ella, los ciudadanos quedan incapacitados para expresar sus dudas, demandas y preferencias ante el aparato de gobierno. Con su ausencia, los gobiernos y sus funcionarios se encuentran sin posibilidad de comunicar los logros, retos, riesgos y programas a la ciudadanía a la que deben servir. Sin libertad de expresión es imposible pensar en una Sociedad Civil organizada, que pueda exigir transparencia, en Partidos Políticos funcionales.

Estas son algunas de las razones por las cuales toda forma de censura debe ser revisada, cuestionada y removida de ameritarlo.

Sin embargo, algo que a veces pasamos por alto (como tantas cosas que no nos gustan) es que la libertad de expresión es un derecho que tiene límites y éstos también son indispensables en la construcción de una sociedad democrática.

La Constitución de nuestro país los marca, el poder Judicial Federal tiene diversas sentencias y jurisprudencias que marcan una clara intolerancia a los discursos de odio y discriminatorios, incluso entre pares como cuando colegas periodistas que se insultan.

Decir lo que queramos en el momento que queramos a través de medio que sea, sin ningún límite o respeto ante la dignidad del otro ni importarnos las consecuencias sociales, institucionales, reputacionales y credibilidad que puedan acarrear también puede ser una forma de acción antidemocrática.

En especial si te encuentras en la posición de poder mas grande de tu país, como ocurre con el presidente.

Todo esto viene a cuento por la decisión de tres de las cadenas de noticias más grandes de Estados Unidos, así como de la cadena de habla hispana Univisión, las cuales decidieron interrumpir el discurso que Donald Trump realizaba sobre las votaciones del pasado martes y en el que afirmaba la existencia de votos “legales e ilegales” y daba a conocer su posición frente a lo que llamó un intento de despojarlo de su triunfo en las urnas.

Como ha sucedido de forma constante durante los últimos tiempos, los posicionamientos irreflexivos han sido la norma. Por un lado, muchos han hablado de la valentía de los medios al cerrar el paso a las mentiras presidenciales y olvidan que el periodismo debe presentar los hechos y después analizar y editorializar sin censurar. Por el otro los zelotes del bando contrario acusan de censura descarada, sin tomar en cuenta el daño que las declaraciones de Trump hacen a la democracia de Estados Unidos y el conflicto sin precedentes al que convoca.

No hay posición fácil en este caso. Sin embargo, no podemos rehuir una discusión tan importante y que traerá consecuencias para el futuro de la mayor potencia y, nos guste o no, para México.

El conflicto permanente entre el presidente elegido democráticamente y los medios/analistas/líderes de opinión en México no ha escalado como ocurre actualmente allende el río Bravo pero las reacciones que ha suscitado entre los mexicanos constituyen un buen parámetro para pensar posible futuros si no reducimopos esta tensión.

Es cierto que, a diferencia de Estados Unidos, en México los dueños de los medios no son dueños en realidad, son concesionarios o permisionarios. Sin embargo, tenemos en común entre ambos países la presencia de presidentes populares, carismáticos, populistas, atrabiliarios y disruptivos.

Si bien es cierto que tradicionalmente definimos la censura como un acto de una autoridad política, gubernamental, de un personaje interesado (por ej, un multimillonario/empresa que demanda a un medio) o de una instancia religiosa, resulta ingenuo pensar que los medios de comunicación y aquellos que los dirigen/poseen no tienen el poder de ejercer censura.

“Si no te veo, no existes” es una máxima que resumen bastante bien este poder. Por tanto es necesario preguntarnos ¿en el nombre de la decisión y libertad editorial es correcto negarle a la audiencia la posibilidad de escuchar un mensaje de la máxima autoridad política de su país? ¿No debería respetarse la necesidad informativa que tienen los ciudadanos en momentos de crisis y hacer el análisis a posteriori?

Para poder denunciar la mentira, la opacidad, la corrupción y las malas acciones de los políticos o de cualquier otro tipo de líder se deben establecer con claridad protocolos de transmisión, de ética periodística y editorial, pero nunca he escuchado hablar de un protocolo de no información.

Sin duda no es comparable una ley emitida por un gobierno para limitar el acceso a la información de sus ciudadanos que decidir cortar una transmisión que contiene violencia expresa, discursos de odio o contenido que llama a la discriminación y la violencia.

En esta ocasión se trataba de uno de los dos contendientes a la presidencia del país más poderoso del planeta durante una crisis post electoral realizando un posicionamiento, a lo que se suma que además es el presidente en funciones.

También es cierto que NO todas las cadenas decidieron detener la transmisión del discurso y que, quizá, con la interrupción se logró una mayor difusión y visibilización del mensaje, razón por la cuál no es posible decir que se ejerció censura como la que se podría establecer si una autoridad cierra un medio o se le castiga al punto de no poder realizar más su actividad informativa.

Aun así, llevar a este punto la prerrogativa editorial es un juego peligroso.

Da pie a que los partidarios de Trump vean “pruebas” del complot de los fakemedia en su contra, abren la posibilidad de darle más relevancia al mensaje falaz de la que tendría si se trasmite y se le da tratamiento de análisis después, también da como resultado que los medios fomenten la polarización y radicalización de la que han sido víctimas.

De igual modo, la respuesta de un gobernante autoritario ante acciones semejantes puede ser la de reprimir al medio, tratar de estrangularlo financieramente o incluso, en el caso de México, suspender de forma unilateral permisos y concesiones con lo que no se generaría ningún diálogo y se cancelaría la libertad de expresión y de imprenta con las consecuencias que esto trae para la democracia y la sociedad civil.

La lección es simple, la libertad de expresión y la libertad editorial son primas cercanas, pero no son lo mismo y debemos tener claro que ambas tienen límites para nuestro bien.

#InterpretePolitico

Las opiniones vertidas en la sección de Opinión son responsabilidad de quien las emite y no necesariamente reflejan el punto de vista de Gluc.

Otras Noticias