Opinión

Lo que se ve y no se juzga

martes, 3 de noviembre de 2020 · 11:58

Twitter: @P_Mancebo

Mientras en muchos países se ha discutido sobre la mortalidad de la COVID-19 en México esa conversación sólo emerge a ratos, pero sin mucho contexto e información. Las formas de deliberación pública están completamente fragmentadas, polarizadas y retacadas de descalificación.

Sin embargo, se está comenzando a cerrar -otra vez- las redes de contactos y conocidos que padecen COVID o que fallecieron. Algunos técnicos dirán que hablar de conocidos no denota significación estadística, pero igual debería darnos una significación social de cómo en nuestros círculos de contacto se está desarrollando un efecto “bola de nieve”.

Las autoridades, expertos y organismos internacionales tienen razón, sólo podemos tener acceso a las aproximaciones de contagio, resulta imposible tener un dato exacto o completamente confiable del número de contagiados, esto sí, por la falta de pruebas, pero también porque en países como México mucha gente se está atendiendo en su casa sin el acceso a médicos o medicamentos adecuados.

Entonces, tenemos varios asuntos estructurales que delimitan una estimación de contagios, por ejemplo, la falta de accesibilidad a redes de salud que formen parte del sistema de información o de sistemas públicos, falta de expedientes clínicos electrónicos, escasa recolección de información a médicos generales, desarticulación entre subsistemas de salud y problemas de calidad en diagnóstico que por consiguiente generaran problemas de información.

Es pertinente preguntarse si la Secretaría de Salud tiene la responsabilidad de generar un verdadero sistema de información en emergencias, la respuesta es sí, pero la implementación de esto durante esta pandemia es imposible.

Es casi imposible por el volumen de práctica médica particular de primer nivel, es decir el doctor de la farmacia, del dispensario, de la colonia, sumado a los sistemas informales los curanderos, yerberos y demás.

De ahí que la implementación del Sistema Centinela -del que la Secretaría de Salud ya no quiere hablar- sea exitosa y una buena práctica internacional. Lo que hacía este sistema era tomar la información de los hospitales y redes de salud, armar conglomerados y aplicar un factor de expansión que nos acercara a un número de contagios sintomáticos.

¿Qué pasó? En la medida que se buscó ampliar la información del factor y acercarnos a la verdadera cantidad de contagios dejamos de hablar de Centinela, porque probablemente la cifra es escandalosa.

Hagamos una operación fácil, de los más de 900 mil casos registrados que tenemos actualmente multipliquémoslo por un factor de expansión conservador, un 4, qué de cada diagnosticado, tenemos otros 4 que no vemos porque sus síntomas eran leves, nulos, porque el doctor dijo que era una infección de la garganta, una tos que se cura con té y descanso, etc., eso nos da más de 3.6 millones de contagios y aplicando una mortalidad del 9% (conservador) tendríamos alrededor de 300 mil muertes algo que muchos expertos ya han salido a decir.

Entonces, sí, Centinela es una buena práctica, pero no es popular, nos roba la idea de que todo esta bien y bajo control.

Ahora veamos los semáforos, los semáforos epidemiológicos son una buena práctica porque nos ayuda a poner reglas sobre qué tan mal vamos o qué tan bien. Los semáforos pasaron por un proceso de calibración, de discusión de indicadores para convertirse en lo que son ahora, eso está bien, lo malo es cuando la acción pública se olvida de operar la complejidad de una pandemia y se concentra en el control de indicadores del semáforo para dar la impresión que se va bien. ¿Cómo se hace esto? Con procedimientos, control de ambulancias, control de entradas al hospital y el miedo, las familias no tienen incentivos de ir al hospital porque el fantasma de que morirán sin que hablen con sus familiares es más fuerte que “jugársela” y atenderlos en casa.

Lo que es cierto es que el semáforo es una buena práctica a replicar a nivel internacional igual que el Sistema Centinela lo fue en su momento para la H1N1, pero no confundamos los elogios y la practicidad de los instrumentos de medición con el éxito en el control de la pandemia.

Las consecuencias sociales y políticas del manejo de la pandemia las veremos los siguientes años, pero no olvidemos que la COVID no es solo es salud pública, también es política.

 

Las opiniones vertidas en la sección de Opinión son responsabilidad de quien las emite y no necesariamente reflejan el punto de vista de Gluc.

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