Opinión

Trump no se va

jueves, 12 de noviembre de 2020 · 20:22

Twitter: @abi_mt

El fin de semana pasado muchas personas echaron campanas al vuelo cuando los medios anunciaron la victoria electoral de Joe Biden. Para muchos, esto representa el fin de cuatro años de una administración desastrosa, prácticamente desde cualquier ángulo del que se le observe. No para Trump.

Para Trump no termina su proyecto político, sino que inicia una segunda etapa que puede basarse en dos escenarios distintos. El primero y más arriesgado de ellos, es el triunfo electoral a través del litigio en las cortes, sabiendo que ni voto popular ni el colegio electoral le favorecen. Muchas personas han descartado este escenario por el alto costo que representaría para la estabilidad política y social del país. Pero si alguien espera que Trump tenga el más mínimo escrúpulo sobre el daño que puede generar en las instituciones norteamericanas, las cuales permanecen aún bajo su control, se equivoca. Estamos hablando de la persona que ha hecho fama y riqueza a través de litigios legales, y quien, de acuerdo con las propias autoridades norteamericanas, se coludió con un gobierno extranjero para ganar su primera elección. El Estado de Derecho, patriotismo o la seguridad nacional no son asuntos que le preocupen, mucho menos si su fortuna, o incluso su libertad, están en juego.

Este escenario depende en gran medida del apoyo que reciba del partido republicano, pero el panorama hasta el momento no es halagüeño. Varias de las figuras más reconocidas del partido se han alineado con Trump, y otra proporción muy grande ha preferido guardar silencio. Muchos se preguntarán por qué, en contra de la tradición norteamericana de la transferencia pacífica del poder, hoy los republicanos se alejan de este acuerdo tácito que ha dado estabilidad al país durante décadas. La respuesta está estrechamente relacionada con el segundo escenario posible. 

El futuro inmediato del republicanismo es el trumpismo. Si el plan A, que consiste en capturar el gobierno a través de las cortes no funciona, el plan B de Trump es capturar el Partido Republicano. Su carrera por la presidencia, que inició como una estrategia de mercadotécnica, ha sido un gran negocio (quizás el único que le ha sido verdaderamente redituable en su vida), y la elección dejó de manifiesto que su mercado potencial es de más de 70 millones de personas. En este punto es claro que a Trump le tienen sin cuidado la corrección y tradiciones políticas. A diferencia de la mayoría de los expresidentes, ni Trump ni sus hijos se retirarán de la palestra pública. Los republicanos están consientes de ello, y por eso dudan en desmarcarse de Trump aunque este atente contra todas las prácticas políticas aceptables.  

Pésele a quien le pese, Trump hoy es el líder amoral de uno de los dos principales partidos de los Estados Unidos y en el horizonte no se vislumbran figuras que busquen retarlo para salvar al partido y sus valores, si es que todavía existen.  

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