Opinión

El fenómeno Gibrán

domingo, 4 de octubre de 2020 · 15:34

Twitter: @avelazquezy

El miércoles pasado el Instituto Nacional Electoral (INE) dio a conocer la lista final de los aspirantes a la dirigencia nacional del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que habrán de participar en la consulta abierta a la población que definirá quién ocupará dicho puesto. De manera curiosa, por decir lo menos, contrario a lo que otras encuestas externas habían arrojado, según las encuestas de reconocimiento encargadas por el INE, Gibrán Ramírez Reyes no figuró siquiera cerca de los aspirantes más reconocidos.

La explicación que se dará a la opinión pública, será la tremenda distancia entre el grueso de la población y los usuarios de redes sociodigitales quienes, además, consumen medios informativos en los cuales tiene presencia Ramírez Reyes. No obstante, ha quedado la sospecha en muchos de nosotros del ruido que les causó la aspiración del joven cuadro, de los ataques a los que lo sometieron, de las coincidencias entre la dirigencia de Morena y los argumentos del INE para constituir la lista final de candidatos.

Conocí a Gibrán la primera y única ocasión en que entró al seminario doctoral en el cual yo permanecí durante tres años. Probablemente me habría olvidado de él tanto como a la larga me olvido de los compañeros con los que no he tenido mayor intercambio. No obstante, un año antes de la elección de 2018 que llevó al Presidente Andrés Manuel López Obrador al poder, su aparición en medios fue cada vez más notoria, hasta el punto en que personas en común comenzaron a hacer comentarios difíciles de ignorar respecto a sus intervenciones.

Desde entonces me dio la impresión de que había un ensañamiento especial con su persona de parte de miembros de la comunidad que podía conocerlo como alumno o profesor. No había llegado a una definición tan clara de ese fenómeno hasta que una colega me enfrentó con su compleja simplicidad: envidia. Con Gibrán a cuadro, se acabó la comodidad de cuando los espacios mediáticos estaban cerrados (sobre todo la televisión) para la postura de la izquierda electoral, para los jóvenes sin ciertas características étnicas y de clase, así como para los académicos sin plaza de la universidad pública.

No sólo entre iguales causó impacto. Uno de sus momentos más recordados en Televisa fue con la conocida comentarista de la televisión –desde décadas atrás– y académica del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), Denise Dresser. Ella le preguntó cuántos años tenía en 1994, con actitud de enfado y desesperación al no observar de su contraparte un reconocimiento a su propia experiencia. En ese momento, me resultó imposible no colocarme del lado de Gibrán.

Lo mismo pasó cuando el joven politólogo criticó, desde las páginas de un periódico local de Guerrero, posturas hasta entonces incuestionables de referentes intelectuales de la democracia en México. Recientemente, cuando el político octagenario Porfirio Muñoz Ledo, quien al igual que Gibrán aspira a la dirigencia de Morena, se refirió a él como un muchacho de carita redonda que poco podía saber, entré al turbio mar de Twitter para enterarme más y me encontré con una serie de insultos clasistas y racistas hacia Gibrán de parte de usuarios y bots; no pude sino sentir empatía con él y su determinación.

Entiendo que dentro de la estructura de Morena hubo siempre serias dudas respecto a su proceder de haber ganado la dirigencia. Lo que como observador externo se les puede comentar es que su discurso es el más atractivo. No es un invento de la televisión, es una combinación pocas veces vista entre capacidad intelectual y carisma que ha tenido a la televisión como plataforma.

A Morena no sólo le ha faltado plataforma y organización propias para acompañar en la Presidencia a Andrés Manuel López Obrador, quien supo construir su propia oportunidad de conquistar poder político desde las bases. A jóvenes y viejos en Morena les ha faltado también un discurso propio, que no suene a lo mismo que dicen estar combatiendo. A diferencia de sus compañeros, Gibrán tiene un discurso original que provoca emoción por el futuro. No lo escucharemos desde la dirigencia, pero haríamos mal en darlo por acabado.

Las opiniones vertidas en la sección de Opinión son responsabilidad de quien las emite y no necesariamente reflejan el punto de vista de Gluc. 

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